Dos películas de Ana Katz para sumergirse en el mar
Estas dos películas de la directora muestran el tsunami de emociones que puede significar una huida, un descanso. Pero no siempre es lo esperado. El escenario elegido para esto es el mar, ese lugar en el que según Nietzsche uno puede sumergir su desprecio sin ensuciarlo.
Hay dos películas de Ana Katz que invitan a viajar al mar, a sumergirse en él y a encontrarse con uno mismo. Una novia errante y Sueño Florianópolis, producidas con varios años de diferencia, once para se más exactos, muestran las vacaciones como ese momento aspiracinal que no siempre es lo que se espera ni lo que se muestra. Ambas están on line y gratis, para pegarse un zambullón virtual.
Una novia errante (2007), disponible en Cuevana, cuenta las fallidas vacaciones en pareja de Inés y Miguel. La película empieza en una madrugada que se estira con discusiones a bordo del colectivo con destino al balneario de Mar de las Pampas. En un momento el colectivo se detiene y ella baja, pensando que habían llegado a destino. Cree que él la sigue pero se equivoca y queda sola en un destino que no es y tratando de asimilar el abandono.
La película cuenta con un reparto muy particular en que la directora auspicia también de protagonista de esta obra. Ana Katz encarna a una Inés sulfurada, torpe y desorientada que no termina de entender lo que le acaban de hacer o lo que acaba de hacer.
Sueño Florianópolis (2019), disponible en Cine.ar, llega más de diez años después pero nuevamente es el mar, las vacaciones, el descanso, el escenario de la catástrofe. Las escenas transcurren en el verano de 1990. Pedro y Lucrecia cuentan con 22 años de matrimonio y dos hijos adolescentes. Los últimos dos años decidieron vivir separados, sin terminar de decidirse a separarse. “Estamos viendo” dice Pedro a los caseros que le alquilan la vivienda en la que pasarán su estadía.
El motivo de las vacaciones es el cumpleaños de Lucrecia -interpretada de manera excelente por Mercedes Morán- que en el plan de celebrarlo en familia deciden viajar hasta Florianópolis, en Brasil, con sus dos hijos adolescentes en un Renault 12 sin aire acondicionado. El calor, el hastío del viaje, se combina con toda una serie de inconvenientes que van mostrando que no fue una opción forzar algo que ya no es.
Friederich Nietzsche escribe en Así habló Zaratustra que “es necesario ser un mar para poder recibir una sucia corriente sin volverse impuro”. Algo de esto está presente en estas dos películas de Ana Katz en que se viaja al mar como en una suerte de reconciliación, de rencuentro, de consolidación de un estado, pero termina siendo un espacio de expiación en donde dejar como un río todo lo que uno viene arrastrando desde tierra adentro. “Él es el mar, en él puede sumergirse vuestro gran desprecio”.