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Sí, los sabios también insultaban. Sartre, Camus y Platón se vieron en alguna ocasión metidos en cruces verbales que también resolvieron con alguna puteada. Eso sí, ellos no injuriaban, sino que zaherían, que queda mucho más fino.

Es que cuando se es un erudito de las letras, resumir los malos deseos en pocas palabras no tiene la misma gracia. Acá un ejemplo de las “lindezas” que algunos de los intelectuales más importantes del mundo se dedicaron.

Sartre a Camus: “Una mezcla de suficiencia sombría y de vulnerabilidad me ha descorazonado siempre para decirle a usted la verdad por entero. La resultante es que usted ha sido presa de una oscura desmedida que disfraza sus dificultades interiores y a la que usted llamará, según creo, medida mediterránea. Tarde o temprano, alguien se lo hubiera dicho: tanto da que sea yo”.

Es decir, Jean Paul le quería decir a Albert que no era muy buena persona, y de ahí esas “dificultades interiores” que menciona.

También Platón y Diógenes tuvieron sus más y sus menos. Un día, mientras charlaban sobre ideas del primero, dijo el segundo: “Yo, oh Platón, veo la mesa y el vaso; pero no la mesalidad ni la vaseidad”. A lo que Platón respondió: “Dices bien; pues tienes ojos con que se ven el vaso y la mesa, pero no tienes mente con la que se entiende la mesalidad y vaseidad”. Nada menos que cortito de mente lo llamó el griego.

El filósofo inglés Anthony Kenny le dedicó unas palabras a su homólogo francés Jacques Derrida en su libro Breve historia de la filosofía occidental: “[Derrida] introdujo nuevos términos cuyo efecto es confundir ideas que son perfectamente distintas”.

Por su parte, Camille Paglia se despachó a gusto con el polémico historiador Michel Foucault. “La verdad es que Foucault sabía muy poco sobre cualquier asunto anterior al siglo XVII y del mundo moderno fuera de Francia. Su familiaridad con la literatura y el arte de cualquier período era despreciable. Su hostilidad hacia la psicología hizo de él un incompetente para lidiar con la sexualidad, la suya y la de cualquier otra persona. La ascensión de Foucault al status de gurú por las academias estadounidenses y británicas es un cuento que pertenece a la historia de los cultos. Entre más sabes, menos te dejas impresionar por Foucault”, dijo en una ocasión.

Por último, Bertrand Russell le dedicó incómodas palabras a Georg Wilhelm Friedrich Hegel. “La filosofía de Hegel es tan extraña que nadie habría podido esperar que lograse hacer que hombres cuerdos la aceptasen; pero lo logró. La expresó con tanta oscuridad que la gente pensó que debía de ser profunda. Puede ser fácilmente explicada con lucidez en palabras sencillas, pero en ese caso su absurdidad se torna palmaria”.