El único hornero de la ciudad es récord mundial: "El calor es mi hábitat"
La historia de Antonio Acosta como reparador de hornos, oficio para el que se somete a diario a más de 250ºC y para el que ya no encuentra herederos. Cómo se prepara para su faena cotidiana, y la anécdota de cuando ingresó al libro Guinness de récords mundiales.
Entre tantos oficios que se van perdiendo, Rosario retiene uno esencial: el del hornero. Y en el encargado de sostenerlo se llama Antonio Acosta, quien en 2005 permaneció durante veinte minutos en un horno a una temperatura de 284 grados, batiendo así el récord mundial de Guinness. Con 75 años, se sigue dedicando al mantenimiento de hornos -especialmente de panadería- y pasó por Hoja de Ruta con recortes de diarios para repasar su historia y dar cuenta de una labor que solo él puede hacer.
"El oficio me lo enseñó un hornero que se llamaba Oscar Luciani, él fue un padre para mí. No sé cuántas noches que pasé sin dormir tratando de hacer el trabajo. Cuando no lo lograba, él me pedía que lo desarme todo y que lo haga de nuevo", recuerda Antonio, más conocido como "El hombre horno". A los 14 años comenzó a construir y restaurar hornos y hoy asegura que se trata de un oficio en extinción porque sus colegas ya fallecieron y no hay quien soporte ingresar a los hornos con esas altas temperaturas.
"La temperatura de los hornos siempre son elevadas, van de 200 a 280 grados. En una una panadería trabajé en un horno de 390 grados. En todos los casos hay que entrar bien cubierto pero tampoco demasiada ropa porque sino no podés pasar por la puerta que tiene 40 cm de altura. Hay hornos que son muy difíciles de trabajar porque las bóvedas nacen desde el piso y es muy incómodo. Los hornos que son calentados con leña forman unos lagrimones de ceniza y cuando estás adentro todo eso te cae hirviendo", contó sobre su trabajo.
En 2005 permaneció durante veinte minutos en el horno rotativo de la panadería San Cayetano II, ubicada en Montevideo 6270, con una temperatura de 284 grados centígrados, logrando así una marca única en todo el mundo que nunca fue superada. "Tenía la intención de hacerlo en un estudio de televisión pero un horno de mampostería necesita una estructura grandísima de 30 mil ladrillos. Empecé a hacer las pruebas en un horno rotativo y llegue a estar ahí hasta 35 minutos y logre una marca de 326 grados", explicó.
Y continuó: "En los ojos tentemos una protección natural bajando los párpados y en la zona respiratoria me pongo un toallón. Trato de estar adentro del horno la mayor cantidad de tiempo y cuando veo que no aguanto más salgo. El calor es mi hábitat. La mayoría de mis colegas han fallecido y no ha quedado gente que haga este trabajo. Nunca pude preparar a alguien para que siga con el oficio porque ninguno resiste el calor".
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