Para qué sirven y de dónde vienen las “malas palabras”
Por qué hay palabras que son malas, ya preguntaba Fontanarrosa hace algunos años. Aquí la escritora María Laura Dedé bucea en esos asuntos sin decir una sola puteada. Entrevista en Sí 98.9
Desde muy niño, cuando apenas empezamos a comprender el significado de las palabras se nos marca que hay determinadas palabras que su uso es indebido. Se trata de las denominadas malas palabras que mayoritariamente hacen referencia a un insulto. Las abuelas se asombraban de los chicos que usaban estas palabras y solían llamarlos boca sucia o maleducados, sin embargo estas palabras forman parte de la cotidianeidad y la vida diaria y ganan terreno y fuerza de acuerdo al contexto donde se las utilice.
En el año 2004, el escritor Roberto Fontanarrosa hizo una célebre defensa de ellas en el Congreso de la Lengua en Rosario. Allí, se preguntaba: “¿Por qué son malas las palabras? ¿Quién las define? ¿Les pegan a las otras? ¿Son malas porque son de mala calidad?”. Y sostenía que “reflejan una expresividad y fuerza que difícilmente las haga intrascendentes”.
La escritora María Laura Dedé (Díaz Domínguez), con su libro Deslenguados, diccionario de malas palabras, improperios y otras cosas peores (editorial Albatros publicado en 2018), invita a reflexionar a chicos y grandes sobre las zonas más viscerales de nuestra oralidad. En ese tono es que fue consultada por los integrantes del programa radial Punto y aparte que se emite los sábados en Si 989, allí la escritora brindó algunas apreciaciones sobre el uso de estas palabras y cuál es el origen de las mismas.
Ni tan boludos ni tan pelotudos
En principio se hizo referencia a una de las palabras más utilizadas en el léxico argentino; se trata del adjetivo boludo que tiene un pasado histórico vinculado a las guerras de la Independencia, donde los gauchos luchaban contra la Corona española, que tenía armas de un gran poderío militar contra las lanzas y boleadoras de nuestros paisanos.
Descalzos y desprotegidos, muchas veces sólo con un chiripá, estos hombres armaron una estrategia de guerra simple pero efectiva: poner en primera fila a los más valientes que se hacían llamar pelotudos porque llevaban unas grandes bolas envueltas en tiento de cuero que funcionaban como catapulta humana para enlazar a los caballos de los realistas que tras estas arremetidas rodaban por el campo traviesa. En segunda línea estaban los lanceros también importantes y tras ellos los boludos que ultimaban al enemigo con la con las boleadoras.
Sin embargo la etiología de las palabras logra cambiar su principal contenido, es así que tanto la palabra boludo como pelotudo mutaron a lo contrario de la valentía y se convirtieron en un insulto que denota falta de preparación. Según Dedé debemos agradecerle este viraje a un político de finales del Siglo XIX que dijo: “Hay que ser pelotudo para esta en la primera fila”.
“Los gauchos, los indios y sobre todo los esclavos que de esta forma tenían la oportunidad de obtener la libertad. Eran los sectores más explotados que no tuvieron la posibilidad de elegir, igualmente es seguro que tenían sentimiento patriótico”, reflexionó sobre la historia argentina la escritora.
A veces ofenden
En cuanto al valor de las palabras y sus significados, además de agregarles la connotación de malas o buenas, Dedé sostuvo que están para ser usadas y “expresar sentimientos y sensaciones” y las consideradas “malas palabras surgen de tabúes” que “provienen de cuestiones sexuales, escatológicas y con lo que no queremos ser”, ya sea por aspecto como también por personalidad.
En ese sentido argumentó que estas palabras son políticamente incorrectas que tienen una razón ideológica, como por ejemplo la palabra gordo, tuerto o tarado, todas referenciadas en características físicas o mentales, claros insultos, pero dentro de esta calificación también pueden coexistir los insultos escatológicos o relacionados con lo sexual.
Para Dedé palabras como mierda, que se utiliza para decir que alguien hizo algo de más o se fue muy lejos o culo que exclama un gesto de buena suerte para quien es beneficiario de algo fortuito, aunque precisó que en la dinámica del uso y expresiones “estas palabras pueden tomar otro sentido”, como por ejemplo si se dice “sos una mierda”.
Por otro lado la escritora define en su libro a las palabras como un semáforo, donde los colores califican la entidad de estas palabras. En ese orden de ideas manifestó que algunas de ellas si se las complementa pueden llegar al rojo de acuerdo a su medición, como lo es negro de mierda u otra calificación xenófoba, racista o que encierra violencia de género, como puta de mierda, donde entran en juego los sin valores humanos, la mezquindad, el odio y la mirada reaccionaria. “Cuando llegamos al rojo hay que preocuparse mucho”, advirtió en su síntesis.
Aquí el audio de la nota completa.