Rosario tiene un Minion de amigos
“Yo quería un Minion y no lo conseguí”. No, no llora pero pone cara de tristeza infinita. Lo curioso es que el que habla no tiene cinco o diez años, ni siquiera quince. Tiene más de treinta y lo que cuenta es su frustración por no haber conseguido funda para su Iphone con forma de simpático chicito amarillo. Está claro: la Minion-manía no distingue edad, sexo, raza, religión.
Difícil resistir la última moda instalada en la ciudad. En el marco de una invasión mundial por el reciente estreno de la película que protagonizan, los Minions están presentes en todas partes. Literalmente, en todas. No hay forma de escapar.
Hay artículos clásicos como lápices, cartucheras, anotadores, muñecos de peluche, mochilas. En fin, lo que el público infantil puede querer. De hecho, en las casas de artículos para cumpleaños y cotillones estos bichos amarillos vienen en las últimas semanas desbancando a las “grandes figuras” como Mickey Mouse, Kitty y superhéroes de todo tipo. Se puede comprar todo el kit: manteles, individuales, vasitos, platitos, servilletas, piñatas, viseras, stickers, bolsitas o cajitas para souvernis. Y, de cajón, la torta tiene que tener algunos Minions arriba.
Pero hay más, mucho más. Los Minions invadieron las casas tecnológicas con fundas para todo tipo de teléfonos, incluso los Iphones, sí, para que no llore nadie más allá de su edad. Hay portacelulares, portatablets, portacomputadoras, porta-lo-que-sea, mousepads y la lista continúa.
Hay artículos miniados (“tuneados en minion”) para decorar la parte de la casa que se quiera. En la cocina, se ponen imanes amarillos en la heladera, mientras se toma té en una taza amarilla y se come una maddalena de Minion (sí, las venden algunas panaderías) que venía en un plato que lógicamente es color amarillo. En el baño, la cortina puede ser miniada, igual que los jabones y las toallas. En el dormitorio puede ponerse sábana y cubrecama amarillo, más algún cuadrito si se necesita reforzar el ambiente.
Incluso los que no buscan merchandising terminan cayendo en la trampa, porque hay gaseosas que se venden en el super que tienen sus etiquetas malignamente atravesadas con los aliados del no tan malvado Gru. Y también se metieron, vaya uno a saber cómo, dentro de los conocidos huevitos de chocolate que traen juguetes e irrumpieron en las cajitas felices de la cadena de hamburguesas (a la fuerza corrieron al Chavo del 8 y a Ben 10 que andaban dando vueltas por ahí).
Y no es solo el “mercado popular” el invadido. Las casitas de diseño que se reproducen como hongos por el centro rosarino también los ofrecen, porque se han convertido en mascotas cool. Por eso hay llaveros, loncheras, pelotas, bolsas, botellas… ¡todo amarillo! Los más fanáticos pueden vestirse con remeras, buzos, medias y gorros amarillos. Más top aún: hay quienes tunean sus uñas amarillas a lo Minion. Hasta pueden colgarse banderines, que están muy en boga, todos amarillos y con simpáticos ojitos que mirarán desde arriba en forma tan insistente que obligarán a quien los compre a envolver su cuello en ellos y quedar con la cara amarilla por falta de aire. Too much.