Es viernes por la noche en barrio El Pozo, una de las zonas más calientes del narcomenudeo en la ciudad de Santa Fe. Pesquisas de la Agencia de Investigación Criminal avisaron al fiscal Walter Rodríguez que pudieron dar con el paradero de la narco a la que vienen buscando desde hace cuatro meses: Lorena Melgarejo, con varias causas previas y prófuga de la justicia federal. Acusada de haber organizado un viaje desde Paraguay de una avioneta con 200 kilos de cocaína, que chocó al aterrizar en febrero en un campo en un paraje rural del centro provincial, está a punto de ser capturada este 26 de junio de 2020. Pero la ilusión se terminará unas horas más tarde, cuando ya sea sábado. 

"Estábamos cerca, pero ese día no pudimos detenerla, porque nos demoraron la orden de allanamiento", relata un año y medio más tarde el fiscal federal Walter Rodríguez, que mediante un recurso de queja posterior ante la Sala A de la Cámara Federal de Apelaciones de Rosario, describiría el detalle de lo que pasó esa noche. El escrito, que cuestionó lo hecho por el juez a cargo, sigue dando que hablar en el Poder Judicial. 

La previa

Pocas horas después de caída la avioneta, la policía encontró al piloto aviador paraguayo escapando en un remise hacia su país, en la ruta 11. Y con su testimonio se logró dar con un ex comisario santafesino que lo había ido a buscar cuando cayó la aeronave. Los organizadores del vuelo, el matrimonio integrado por Lorena Melgarejo y Claudio Casco, habían desaparecido. 

Pero como en las buenas películas de acción, toda fuga tiene algún punto débil: cuatro meses más tarde, Melgarejo necesitó atención médica urgente y se hizo atender en un SAMCO de Laguna Paiva. Cuando los médicos le pidieron un teléfono de contacto para seguir su recuperación, dio un número que resultó ser de su madre. El dato llegó al Ministerio de Seguridad y personal de la AIC actuó de civil para seguir el rastro de la prófuga. Llegaron a barrio El Pozo hasta la casa de su mamá. A pocos metros, estaba también domiciliado su hermano. 

Lorena Melgarejo, prófuga. (foto El Litoral)
Lorena Melgarejo, prófuga. (foto El Litoral)

Una noche movida

Ya había empezado el fin de semana para los empleados judiciales, pero esta vez se activaron mecanismos urgentes: "Ante las evidencias, aproximadamente a las 19:40 de ese día encomendé al Secretario de la Fiscalía que comunique las novedades al juez de la causa por intermedio del Actuario judicial. Y recibí como devolución la exigencia de actuar con todas las formalidades del horario de oficina; lo cual ocasionó que a partir de las 20:08, cuando se me proporcionó la dirección exacta, se produzca la elaboración del escrito y su incorporación al sistema informático del Poder Judicial de la Nación", redactaría luego el fiscal en su escrito ante la Cámara.

Y sigue su relato: "Superado lo anterior, siendo las 21.00, peticioné el libramiento de una orden de allanamiento sobre el referido inmueble para ser ejecutada en la misma fecha con carácter de muy urgente. Con posterioridad, siempre a instancia de quien suscribe, el Secretario de esta Fiscalía Federal me hizo saber que el Juez consideraba necesario, previamente, contar con una nota firmada por el personal policial interviniente, en donde se explique de qué manera se obtuvo la información en cuestión, pese  a  que  tal exigencia se encontraba  satisfecha  y apresta  de  lectura  en  la oficina del juez".

Ya bien entrada la noche, seguía sin poder iniciarse el allanamiento: "Teniendo en cuenta la falta de razonabilidad del requisito y valorando el contexto de excepcional urgencia en cuyo marco solicité la medida y que el juez no ejerció su facultad de asumir  la  investigación, a las 22:25 formulé un pedido de pronto despacho, conforme lo previsto por el artículo 127 CPPN, con el objeto de que provea favorablemente la diligencia y evitar que se frustre el avance del proceso", continuó la descripción, que lleva la firma del fiscal.

Junio 2020: cae una avioneta con 200 kilos de estupefacientes en un campo en San Justo. (foto Sin Mordaza)
Junio 2020: cae una avioneta con 200 kilos de estupefacientes en un campo en San Justo. (foto Sin Mordaza)

La respuesta del juez

Pasaban las horas, el allanamiento no se podía iniciar y en el barrio seguramente alguien empezaba a advertir la presencia de los espías policiales. El escrito del fiscal relata, entre tanto, qué iba respondiendo el juez Bailaque. Lo que sigue es textual del magistrado: "Atento a lo peticionado, y teniendo en cuenta que el argumento de que tenga un llamado telefónico del titular de la Agencia de Investigación Criminal del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Santa Fe, diciendo solamente que la imputada Lorena Guadalupe Melgarejo se encontraría oculta en una vivienda, sin indicar por qué dicho funcionario sostiene que se encuentra en ese lugar, como así tampoco se aportaron fotos, investigaciones o testimonios, que lo avalen o que la hayan visto ingresar, no es suficiente para autorizar la requisa domiciliaria solicitada. La urgencia de la situación, no impide que la preventora deba aportar un mínimo de información acerca de cómo accedió al conocimiento de que la persona buscada estaba en el domicilio que se pretende allanar; y no digo una pesquisa profunda, estoy hablando de un mínimo justificativo del porqué se sospecha de que esa persona estaba en tal domicilio. De considerar otra posibilidad, se estaría abriendo la puerta de otorgar al 'olfato policial' la posibilidad de ingresar a cualquier domicilio".

Ese "olfato policial" es clave para toda pesquisa. De hecho, cuando la AIC realiza algún allanamiento, suelen difundirse imágenes de sus hombres con chaleco azul y letras amarillas, pero siempre de espalda. La explicación para esto es que las personas que intervienen en los operativos vienen de realizar trabajo previo infiltrando a las bandas y su rostro no puede ser revelado, para evitar posteriores venganzas. Bailaque, con trece años a cargo del Juzgado Federal, conoce este dato. Y sabía de la peligrosidad de Melgarejo, a quien debían atrapar: quince días antes de este episodio, había redactado un escrito donde advertía "la capacidad corrosiva por la captación de estructuras policiales”.

Pasaban las horas y el personal que esperaba la orden de allanamiento tuvo que esconderse de soldaditos del barrio. Según el informe posterior de la AIC, en ese momento alcanzan a oír ruidos, "como de golpes en una pared, o algo similar y en reiteradas ocasiones, se escuchaba el sonido de la cadena del baño, lo que daba la sensación de que dentro del inmueble pudieran estar desechando o descartando algo".

El final de la película

Pasada la medianoche, aparece en el lugar una abogada e invita al personal policial a pasar a la casa de Melgarejo. Pero según la reconstrucción del fiscal -en la que coincide el entonces ministro de Seguridad, Marcelo Saín- a esa hora ya la prófuga había logrado hacer la Gran Houdini.

El escrito de Rodríguez lo describe así: "A las 00:35 se confeccionó un acta de autorización voluntaria de registro domiciliario, que arrojó resultado negativo en cuanto a la presencia de la requerida por la justicia federal, lo cual no implica que podamos descartar que ello fuese la resultante de la indefinición a la que aludí, párrafos atrás".

Sociedad con Los Monos

En el transcurso de la investigación contra Melgarejo y Casco, el fiscal pudo rastrear que la pareja prófuga no sólo tenía antecedentes penales, como detenciones con drogas y armas. Además, habían anotado a su nombre sociedades fantasma ante la AFIP, favorecidos por una Ley sancionada por la gestión Macri en 2017.

Según la sospecha del funcionario judicial, de ese modo habrían blanqueado dinero proveniente de la venta de droga. Fueron más de cuarenta las firmas anotadas a su nombre, con rubros varios, pero muchas de ellas con un mismo domicilio y registradas desde una misma IP. Como dirección de esas empresas que no existían, apareció un domicilio vinculado a Los Monos, la banda que preside "Guille" Cantero, desde la cárcel de Marcos Paz.

Marcelo Bailaque, juez federal. (foto La izquierda diario)
Marcelo Bailaque, juez federal. (foto La izquierda diario)

Charla con el juez apuntado

El magistrado que actuó en la noche del allanamiento demorado, es Marcelo Bailaque. Un juez federal nacido en Rosario y de infancia clase media en barrio Tiro Suizo, que hizo carrera y llegó a estar al frente de un Juzgado en Caleta Olivia, Santa Cruz. Estuvo ahí varios años, lejos de casi todo: a 2 mil kilómetros de su ciudad natal y a 700 kilómetros del ruido político que podía proporcionar la capital provincial, Río Gallegos.

Por esos años, Néstor Kirchner reinaba en tierras santacruceñas, pero Bailaque asegura que nunca comió "ni un asado" con él. "Sólo nos cruzamos en actos protocolares, muy de vez en cuando", dice cuando se le pregunta. Fanático de Newell's, con su esposa rosarina tuvieron sus hijos en el frío patagónico y se hicieron también de la Lepra.

Pero el rumbo familiar pegaría un viraje en 2007, cuando casi al final de su mandato presidencial, Kirchner lo propone para el Juzgado Federal N°2 de Rosario, que estaba vacante. Su pliego fue aprobado ya en el inicio de la gestión de Cristina Fernández, que también conocía al juez de sus años patagónicos.

Volvía a su ciudad para ocupar el enorme despacho que todavía tiene en el viejo edificio de los Tribunales Federales, de Boulevard Oroño y Rioja. El frío y la tranquilidad patagónica quedaban atrás y ahora tocaba lidiar con causas más pesadas. Pero Rosario ya no era la misma de su infancia. Y en pocos años la cosa se pondría todavía peor.

En los trece años que lleva Marcelo Bailaque como juez federal en Rosario, el accionar de las bandas narco fue copando cada vez más el escenario. Primero fue la aparición de bunkeres, después los crímenes por la disputa del territorio, más tarde las balaceras a personal del Poder Judicial que los investiga, o amenazas a los tiros en agencias de autos y bares, con dueños de sospechoso crecimiento patrimonial.

En este contexto, un desprevenido podría pensar que a la par del crecimiento del negocio narco en Rosario y todas sus ramificaciones, fueron naciendo más espacios de la Justicia para investigar el delito y procesar a sus responsables. Increíblemente, nada de eso pasa: "Hace cuarenta años que no se crea un juzgado y treinta años que no se crea una fiscalía, en el ámbito federal", plantea Bailaque ante RosarioPlus desde uno de los sillones de su despacho. A su izquierda, un mueble con un sobrio equipo de música, varias pilas de CD y algunos vinilos. Sobresale uno de Miles Davis.

La causa de Melgarejo con la que se abre esta nota, no es la única que maneja el juez Bailaque. Como tampoco está a cargo solamente del Tribunal Federal 2 de Rosario. Por estar vacante el lugar, le toca también subrogar un Juzgado de Santa Fe, en el cual cayó el expediente de la avioneta que venía desde Paraguay. Es decir, debe decidir sobre expedientes vinculados al delito narco en las dos ciudades más importantes de la provincia. Sin embargo, desde la tranquilidad de su despacho en bulevar Oroño, le dice a este cronista: "Me gusta juntarme a comer con mis amigos, lo puedo seguir haciendo. O hacer las compras con mi familia en el supermercado. Tengo bajo perfil, no doy entrevistas. No creo que el Poder Judicial tenga que exponerse tanto". La charla periodística, de hecho, no queda registrada más que en apuntes en un cuaderno. Tampoco hay fotos, aunque queda el registro de visitas en la Mesa de Entradas del Tribunal. 

En el último tiempo, la llegada de Aníbal Fernández al Ministerio de Seguridad de la Nación, coincidió con la aceleración de causas en las que venían trabajando juntos los fiscales provinciales y la justicia federal. Así, se vieron allanamientos masivos y de fuerte impacto mediático, que permitieron desarmar bandas criminales vinculadas al narcotráfico y el lavado de activos. Algunas de esas causas estuvieron a cargo de Bailaque. "Los tiempos de la justicia no son los de la política. Estos casos se venían investigando hace tiempo", asegura. 

Y admite luego, ante la pregunta, que no le disgustaría llegar a camarista. "Concursé por la vacante y la gané. Pero está demorado el nombramiento", revela. Consultado finalmente por aquel allanamiento que no fue, esa noche de junio de 2020 en barrio El Pozo, repregunta: "Si yo le digo a la policía que usted tiene un kilo de cocaína en su casa, ¿podría entrar a allanarlo? ¿Cómo sé si es así? No puedo entrar a cualquier domicilio.  Además, no sé si a usted le dijeron que esa noche cuando entraron, Melgarejo no estaba". 

En efecto, Melgarejo ya no estaba. Había tenido tiempo a su favor, y cualquier "olfato", aunque sea policial, no aguanta tanto. Y la "presa" tampoco se queda en el mismo lugar si advierte que ha sido descubierta y están por cazarla.