China, Estados Unidos y las elecciones en Argentina
Las embajadas de ambas superpotencias dieron señales de lo que esperan del proceso electoral que atraviesa el país y que alumbrará un nuevo gobierno.
Desde China y los Estados Unidos escrutan con interés los avatares de la política argentina durante el proceso electoral que determinará quienes serán los decisores políticos durante los próximos cuatro años.
Ambas potencias globales se encuentran enfrascadas en una puja de poder cuyo teatro de operaciones es el mundo entero. Es desde ese lugar que puede abordarse el rol de las embajadas de esos países en Argentina: desde la defensa de los propios interese en el cono sur del continente americano. Los dos gobiernos consideran a Argentina una extraordinaria fuente de recursos naturales y humanos. Desde los Estados Unidos se intenta sostener el dominio sobre un ámbito considerado parte integrante de su clásica esfera de influencia. Desde China, se busca el asentamiento en el terreno.
Los intereses estadounidenses
El embajador de los Estados Unidos en Argentina, Marc Stanley, llegado al país en 2022, cultiva un perfil de alta exposición pública, muy distinto al que la opinión pública local está acostumbrada desde la campaña electoral de 1946 y el eslogan “Braden o Perón”, que invitaba al votante a definirse entre el entonces embajador estadounidense o el caudillo local. Stanley responde a una política clara del Departamento de Estado del gobierno de Joe Biden sobre la región, a propósito de la disputa comercial global que los Estados Unidos mantienen con China.
Como parte de esa alta exposición, que apunta a dejar claro cuál es el significado de la presencia estadounidense en Argentina y cuáles son los intereses en juego, Stanley logró reunirse y fotografiarse con todos los precandidatos a presidente de las principales fuerzas políticas, antes de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), incluida una figura reticente como Juan Grabois, surgido de los movimientos sociales y con una nítida agenda antiimperialista.
El alto perfil de Stanley obedece a una estrategia de posicionamiento mediático, pero también de intervención directa de la embajada estadounidense en Argentina. Desde su arribo al país, mantuvo encuentros con figuras relevantes del gobierno como la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Muestra también un perfil amistoso en las redes sociales, probando comidas y bebidas típicas y manifestándose fanático de Lionel Messi. El tono es notoriamente distinto, más cercano y amable que el de anteriores embajadores, inclusive con el peronismo, una fuerza política tradicionalmente reñida con los intereses estadounidenses. El último capítulo de esa estrategia, es el acercamiento a los precandidatos antes de las PASO, para avanzar en un vínculo seguro con quien pudiera ser el próximo presidente o presidenta del país. Detrás de la exposición de Stanley, están los intereses estadounidenses concretos.
Principalmente la recuperación del terreno perdido ante la ola de inversiones chinas, que sitúan al Gigante Asiático como un apetitoso socio para todos los países de Latinoamérica. Las preocupaciones estadounidenses van más allá de la participación de empresas chinas en la explotación de recursos naturales en Argentina. Alcanzan también la vinculación financiera entre ambos países. El hecho de que el gobierno argentino haya apelado a yuanes chinos para hacer frente a pagos al Fondo Monetario Internacional (FMI) contribuyó sensiblemente a incrementar la inquietud, y el gobierno estadounidense no parece dispuesto a perder el dominio financiero sobre Argentina.
Aunque la información no es ni será pública, la expectativa de la administración Biden estaría situada en el triunfo de alguno de los candidatos considerados “moderados” en las PASO, léase, el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta en la interna opositora, y el ministro de Economía Sergio Massa, en la interna oficialista.
Las candidaturas de vertiente progresista no suponen una inquietud en estas elecciones dado que todo el espectro ideológico se corrió hacia la derecha. Pero sí existe desconfianza en el crecimiento de la derecha radical expresada por la exministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y por el economista autodenominado “libertario”, Javier Milei, cuyas posiciones son interpretadas como afines a todo lo que representa Donald Trump.
En suma, tanto Rodríguez Larreta como Massa serían considerados más previsibles y hasta una garantía de mayor permeabilidad a los intereses estadounidenses en Argentina, principalmente en lo que a incidencia financiera se refiere.
Los intereses chinos
Tras más de cuatro años y medio al frente de la Embajada de la República Popular China en Argentina, Zou Xiaoli se despidió hace pocos días del país. Es menester señalar que la diplomacia china obedece a la misma estrategia de largo plazo que tiene el Estado chino. Al despedirse, el Embajador, con un perfil infinitamente más austero que el de su par estadounidense, hizo gala de tres virtudes siempre asociadas a su país: la memoria, la perseverancia y la paciencia.
De manera más tangible que la referencia que hizo a la “sólida y sincera asistencia” entre ambos países cuando estalló la pandemia del Covid-19 y a la reivindicación conmemorativa por el 50º aniversario de las relaciones diplomáticas bilaterales, Zou recordó la importancia de las inversiones chinas en grandes obras de infraestructura. Mencionó la rehabilitación del ferrocarril San Martín, la construcción de las represas Kirchner y Cepernic sobre el río Santa Cruz, que constituyen el proyecto hidroeléctrico de mayor capacidad instalada en Sudamérica, así como el radiotelescopio de mayor diámetro en esta región ubicado en San Juan. También recordó el proyecto de construcción de Atucha III, la primera central nuclear basada en la técnica china Hualong One de Latinoamérica. Respecto del apoyo financiero, hizo referencia a la ampliación del “swap” bilateral.
También celebró la decisión del gobierno argentino de abrir su cuarto consulado general en China, que se ubicará en Chengdú, y expresó su confianza en la concesión de un vuelo directo entre ambos países que contribuya a estrechar aún más los vínculos.
Pero hubo dos menciones que se destacan sobre las anteriores. La primera fue que el gobierno y el pueblo chinos aprecian a Argentina por adherirse al “principio de una sola China”, según el cual no se reconoce la independencia de Taiwán, sino que se considera a la isla como una parte inalienable de la República Popular China. Como consecuencia de ello, el Embajador agregó que su país apoyará, como siempre lo ha hecho, la reivindicación de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas. Se trata de asuntos medulares parara la diplomacia de los dos países.
La segunda mención a destacar, fue que China apoya la incorporación de Argentina al grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), otorgándole un rol más importante entre los países
emergentes. Este asunto es clave para pensar en una mayor influencia global y en un despegue
económico de Argentina.
Zou recordó puntualmente que lo que permitió el desembarco de las inversiones chinas, fue que
Argentina fue el primer país de la región en suscribir el memorando y el plan de cooperación de la iniciativa de la Franja y de la Ruta, popularmente conocida como “Nueva ruta de la seda”.
El Embajador chino saliente pudo volver satisfecho a su país. Sin fotos con candidatos, dejó claro que China apuesta a un vínculo estrecho con Argentina independientemente de quién será el próximo gobernante. Allá permanecerán al mando Xi Jimping y el Partido Comunista Chino, que no deben atender los cambios muchas veces abruptos que supone un sistema político democrático. Los intereses chinos en Argentina se afirman en la continuidad del vínculo, independientemente de quien gobierne. Sabrán cómo refrescarle la memoria al próximo gobierno.
Pero pensando ya en los cambios a producirse en diciembre, cabe preguntarse ¿será capaz el próximo gobierno argentino de encontrar la equidistancia que le permita obtener frutos de las relaciones bilaterales con ambas potencias sin perder su autonomía frente a ellas? Sin contar los vericuetos propios de la política local, hay que prever que en un mundo con una tendencia bipolar cada vez más marcada, hacer equilibrio resulta una tarea difícil.