Ciao Silvio!
A los 86 años murió Silvio Berlusconi, el inventor de la derecha demagógica moderna que continúa ganando adeptos entre quienes desprecian a la dirigencia política convencional.
El creador de la figura del megamillonario devenido político provocador, reaccionario y simpático a la vez, protagonista de escándalos a todo nivel, polarizador y usufructuario de las divisiones generadas, fue Silvio Berlusconi, no Donald Trump. El italiano lo hizo más de 20 años antes que el estadounidense y la estela de su legado estará presente más allá de su desaparición física.
Semblanza
Al hombre al que gustaba fantasear con su propia inmortalidad, o al menos con detener el paso del tiempo le llegó su hora. Silvio Berlusconi murió el lunes 12 de junio en Milán a causa de distintas complicaciones de salud que arrastraba. Fue primer ministro de Italia, dueño de una fortuna estimada en alrededor de siete mil millones de dólares que incluye al gigante de la construcción Fininvest, editoriales como Mondadori y el imperio mediático Mediaset. Utilizó el fútbol para ganar el favor popular y atravesó cientos -literalmente- de escándalos legales y personales.
Padre de cinco hijos, estaba casado actualmente con Marta Fascina, de 33 años, quienes ahora dispondrán la división de una fortuna que casi triplica la de Trump. Berlusconi fue, sin duda, la figura más influyente del último cuarto de siglo en Italia. Lo logró porque supo extender su control a los medios de comunicación y al mundo del entretenimiento, donde lo esperaba una clase media creciente, ávida de consumir. Fue el empresario que revolucionó la comunicación y emprendió la modernización de la televisión, independientemente de los juicios de valor al respecto.
Insatisfecho constante, fundó el primer partido político con características empresariales, es decir con la mirada puesta en el comportamiento del mercado más que en la ideología.
Pensó a sus seguidores como usuarios y consumidores antes que como votantes. Y a sí mismo como a un producto en permanente adaptación al gusto del cliente. Instauró la cultura del ascenso y el éxito, de la fanfarronería y la burla, del abuso del poder y el desprecio por lo que consideraba débil o distinto.
La alquimia que le garantizó el éxito y -más allá de las derrotas- los sucesivos regresos, fue la mezcla de política, deporte y publicidad. El trumpismo, el macrismo, el bolsonarismo, son fenómenos posteriores que encuentran un gen común en Silvio Berlusconi. Aunque ninguno alcanzó jamás su magnetismo y su carisma. Berlusconi encarnó la figura moderna del hombre hecho a sí mismo, que encontró la fórmula para alcanzar la riqueza y que, por lo tanto, que podía extender su éxito a la gestión pública.
Está claro que nada de eso era cierto, pero el sesgo de confirmación es así, cada uno cree en lo que quiere creer, sin importar las pruebas que demuestren lo contrario. Es por eso que, pese a las distintas imputaciones por prostitución de menores, escuchas ilegales, vinculación con la Mafia (especialmente en el dudoso origen de su fortuna), amistades con dictadores, compra de voluntades políticas, discriminación y manipulación de la Constitución y las leyes italianas a conveniencia, casi siempre resultó indemne.
Casi, no siempre.
Tres pilares para alcanzar el poder
Como todo liderazgo peculiar, el de Silvio Berlusconi fue abonado por una enorme crisis previa. El escándalo conocido como “tangentopoli” (ciudad del soborno) y las consecuentes investigaciones de un grupo de fiscales de Milán conocidas como “mani pulite” (manos limpias), arrasaron con toda la dirigencia política italiana tradicional, al exponer una corrupción generalizada. Años más tarde, un proceso semejante en Brasil, a través del escándalo del “petrolao” y las investigaciones denominadas “lava jato”, encumbraron a un político marginal, llamado Jair Bolsonaro.
Volviendo a Berlusconi, cuando se lanzó en ese contexto de crisis a la conquista del poder, la izquierda italiana lo consideró una caricatura circunstancial de la derecha y lo subestimó. Uno de los peores errores estratégicos que en política se pueden cometer.
Pero esa quizás fue la única ayuda exterior que tuvo, porque Berlusconi supo construir su propia y distinta carrera política sobre tres pilares. Uno fue el mediático. Construyó una red de medios de comunicación que le sirvió para extender su influencia y mantener la hegemonía cultural durante 25 años. Aunque fuera a base de relatos intoxicados y favores. En el último tiempo se jactaba de que el esposo de la actual primera ministra, Giorgia Meloni, trabajaba para él en uno de sus canales.
El segundo pilar fue el fútbol, que le permitió multiplicar su penetración en amplios sectores populares. En 1986 compró el club Milan que atravesaba dificultades y durante el período en el que lo condujo hasta 2017, lo convirtió en uno de los mejores equipos de la historia con cinco Copas de Europa y ocho ligas locales. Pero especialmente construyó un modelo de club de fútbol, igualmente exitoso como producto deportivo y comercial, que maravilló al mundo. Ese mismo vínculo entre el estadio y la política fue emulado más tarde por el hijo de otro italiano, Mauricio Macri.
El tercer pilar, fue la creación de un instrumento político que le permitiera competir. Forza Italia, fue creado en 1993 como un partido más pragmático que ideológico, una maquinaria guiada por una lógica empresarial cuyo objetivo era ganar elecciones. Su nombre surgió precisamente del fútbol: “Forza Italia” es el clásico grito de aliento a la selección italiana. Su composición era variopinta, e incluía a empleados de Fininvest, oportunistas, personas ingeniosas, tradicionales exponentes de la Democracia Cristiana, neofascistas, cabaretistas, presentadores de televisión y la lista continúa.
Estos tres pilares le permitieron a Berlusconi alcanzar el vértice del poder en 1994. Desde entonces ocupó tres veces el cargo de primer ministro en los siguientes 17 años, convirtiéndose en la persona que gobernó más tiempo Italia desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Forza Italia terminó de demoler lo que quedaba de la vieja política y sembró la semilla de todos los fenómenos que germinarían después: desde Matteo Renzi al Movimiento 5 Estrellas, pasando por Matteo Salvini. Se trata de fenómenos que derivan de Berlusconi y de su concepción del poder, la comunicación y el parlamentarismo.
El éxito del proyecto político comenzó el declive en 2011 después de un largo historial de excesos, desplantes a líderes europeos -como Angela Merkel- y una mala gestión de la economía, que supuestamente era su mayor fortaleza.
Caídas y resurgimientos
Independientemente de las derrotas políticas, y de una abundante cantidad de causas abiertas a lo largo de su vida, en 2015 Berlusconi fue finalmente condenado por fraude fiscal. La pena supuso la inhabilitación política y su descenso político, aunque su influencia permaneció. Estuvo involucrado en todas las transformaciones políticas desde 1994 y, entre las más recientes, se encuentra su participación en el ascenso y la caída de Mario Draghi como primer ministro. La última estratagema política consistió en su regreso al parlamento como senador el año pasado y el allanamiento del camino para al ascenso de Giorgia Meloni como líder de la nueva coalición de derechas. Dicho sea de paso, Meloni había sido ministra Berlusconi.
Vivió el último tiempo rodeado de aduladores y colaboradores. Cuentan que estaba decepcionado por no haber logrado convertirse en presidente de la República hace un año, y que entre sus alegrías se encontraba la de ver al club Monza, un pequeño equipo de la Serie C que compró con un amigo, y logró llevar hasta la primera división e inclusive a ganarle a los grandes del fútbol italiano. Posiblemente lo hizo para demostrar que podía repetir la hazaña del Milan. Posiblemente porque el desafío de Berlusconi era empezar siempre de nuevo para demostrar su vigor y que podía hacer cualquier cosa. La juventud no es otra cosa que estar lleno de proyectos.
Su polémico legado político deja al descubierto la incapacidad de generar sucesores en un partido que parece condenado a extinguirse con él. Forza Italia se redujo a un mero instrumento político para proteger sus intereses empresariales del que fueron desertando sus máximos exponentes.
Pero el camino abierto con esa combinación de poder mediático, fútbol y política que le permitió a Berlusconi atraer el voto de sectores enojados y frustrados con la dirigencia política clásica y que le dio un protagonismo indiscutido durante un cuarto de siglo, sigue vigente.