No hay otra cosa en qué pensar. Cuando faltan 13 días para el balotaje que definirá no sólo al futuro presidente, sino un formato de país entre purgatorio e infierno. Ya ni siquiera se trata del debate por la economía maltrecha o del ajuste que vendrá. Se trata de la racionalidad y la locura. Mauricio Macri lo sabe bien y por eso mantiene a Javier Milei con el blindaje mediático que sólo él puede ofrecer y libera a dos o tres voceros de la La Libertad Avanza para que mantengan vivo el discurso del disparate que lo trajo hasta aquí.

Desperfilado como en su momento Patricia Bullrich, Milei se agarró de la única soga que le ofrecieron y, hay que reconocerlo, la jugada de Macri le da una vida más. A él y al expresidente también que se movió rápido en busca de los restos de un naufragio que le permitan armar una nueva nave para reemplazar la madera podrida de Juntos por el Cambio.

Sergio Massa mantiene la recta y fue el primero que supo la noche misma del 22 de octubre, que no había nada para festejar, que empezaba un corto pero intenso calvario para el peronismo y que había que transitarlo en puntas de pie. Ese domingo el más sorprendido era Milei y por eso mismo se abrazó a la casta en tiempo récord. Por su lado, a los que van colgados en sus listas poco les importa si el libertario está más o menos loco de lo que dicen aunque la motosierra fue
devuelta al galpón de las herramientas. Ellos y ellas ya ganaron y algunos recuperarán rápidamente lo invertido para estar entre esos invitados de privilegio.

Hay decenas de encuestas pero hoy los consultores se inclinan más por estudiar escenarios  cualitativos y no tan cuantitativos, teniendo en cuenta que es bajísimo el porcentaje de votantes que se aviene a responder en la toma de datos. Si no hay números firmes, al menos que
haya sensaciones para ofrecer.

Pero los números aparecen en las comparaciones con escenarios más o menos recientes y conocimiento de territorios. Se sabe por ejemplo, que el candidato de Unión por la Patria difícilmente pueda imponerse en la provincia de Córdoba, pero ahí lo que importa es la diferencia. Menos de cinco puntos permite compensar con el flujo de votos de la provincia de Buenos Aires. El cálculo está hecho.

En Santa Fe nadie puede saber cuánto aportará el socialismo que dejó de lado la neutralidad y pidió el voto a Massa. El gesto no es menor si no el propio candidato presidencial no lo habría agradecido en sus redes sociales. Por eso mismo, el estilo neutral del intendente Pablo Javkin y del gobernador electo Maximiliano Pullaro no será a costo cero dependiendo del resultado del balotaje. Mucho se habla de los gestos políticos que reemplazan a las declaraciones, pero estas muecas pueden resultar imperceptibles en un escenario tan tensionado y polarizado.

El dilema es tan extremo que superó al clásico peronismo-antiperonismo, aunque esa llama se mantiene viva como hace décadas. “Es probable que un peronista deje de serlo, pero no hay
ninguna posibilidad de que un antiperonista se vuelva peronista”, repiten la conocida frase en los campamentos electorales cuando cortan grueso en el análisis. La disrupción, ahora asordinada, de Milei puso a esta ecuación en jaque y ahora da chances de que los moderados antiperonistas no quieran saber nada con planes demenciales.