Gritos presidenciales y silencio en las calles
La economía de Milei no tiene motores de crecimiento y es una quimera pensar en la recuperación. Sin embargo, la gente de a pie se muestra paciente mientras el Gobierno sufre las turbulencia en los mercados.
La aseveración de un encumbrado dirigente político no podría ser más acertada: “Resulta paradójico que el Gobierno tenga más turbulencia en los mercados que en la calle, una combinación que se pronosticaba exactamente al revés cuando se aplicaron las medidas de ajuste fiscal”, señaló. La agresividad del presidente Javier Milei refleja pánico por el colapso económico. El líder del sector textil, eyectado estos días del equipo de asesores del presidente, Teddy Karagozian, sólo señaló públicamente lo que saben todos: La economía de Milei no tiene motores de crecimiento y por eso es una quimera pensar en la recuperación. El otro expulsado del mismo Consejo Asesor, el economista Fausto Spotorno también dijo lo que todos habían visto; que la presentación en la conferencia de prensa de Luis Caputo y Sebastián Bausili fue incomprensible al explicar el pase de los Pasivos Remunerados del Banco Central al Tesoro.
Milei empieza a ver conspiraciones por todos lados y dispara a mansalva. Volvió a afirmar que el chileno Rodrigo Valdés, director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, es un “representante del Foro de San Pablo”, espacio regional de partidos y grupos políticos de centroizquierda e izquierda. Por lo cual, lo cree “comunista” y esforzado en perjudicar a su gobierno. Es más, sostiene que por eso el FMI fue “benévolo” con Sergio Massa cuando fue ministro de Economía. No es verdad, por presión del Fondo el ex candidato a presidente tuvo que devaluar después de las PASO para destrabar la llegada de un préstamo para Argentina. Lo mismo que ahora le pide a Milei que se aferra a no hacerlo no por no querer perjudicar a los trabajadores sino para que no se le escapen los precios, e incumplir así con el mandato que cree que le indicaron sus votantes: La baja de la inflación.
Ese no deja de ser el relato central de su gestión que, como todo relato, contiene un importante porcentaje de ficción. No son pocos los economistas que aseguran que la inflación no bajó. Que lo que hizo el gobierno libertario fue provocar un shock inflacionario inicial y tirar un ancla cambiaria y otra salarial. A eso le sumó la contracción del Gasto (la motosierra) y el resultado de este esquema es una profunda recesión. Un desastre en la economía real.
Pero la gente de a pie tiene más paciencia que los mercados. Entre lo que los inversores quieren ver y lo que les muestra el gobierno, hay una distancia enorme. Los bonistas dicen: Quiero que entren dólares a las reservas para que puedas pagar, pero el gobierno muestra que desde junio no engorda las reservas y además anuncia que va a resignar fondos para contener al dólar. La respuesta oficial desde el gobierno a ese planteo es pedir “respeto” hacia la administración que hizo el ajuste fiscal que nadie quiso hacer y pide que por eso no lo presionen ahora. No tendrá esa chance.
Es claro que la gente tiene menos información que los medianos y grandes inversores y, también otros intereses y parámetros para tomar decisiones.
El fracaso de estos días para bajar el dólar con pérdida de reservas y alza del riesgo país con la consiguiente caída de los títulos públicos, les da la razón a los inversores. Muchos calculaban que después de la megadevaluación que hubo al principio del gobierno, la economía real se iba a desplomar, pero apostaban a que el capítulo financiero y cambiario pudiera administrarlo con destreza. No es lo que ven que esté ocurriendo y de ahí la presión del mercado que difícilmente se desinfle por los gritos del presidente.