El presidente Javier Milei se esfuerza por hacer parecer que es el mismo de los primeros días de gobierno. Pero como la gota que horada la piedra, el desgaste empieza a notarse entre los gritos, las ocurrencias y el maltrato verbal a la “casta”. 

Una “casta” que empieza a notar que nada es para siempre y avisa: el oficialismo tendrá los votos para la Ley Bases en el Congreso, para que la gente no diga que lo dejan sin instrumentos para gestionar. Pero a partir de allí se traza una raya y empieza otro partido en la relación entre el presidente y la oposición amigable

Los quince radicales de Martín Lousteau, entre ellos la diputada de Maximiliano Pullaro, Melina Giorgi, que dieron quórum junto al peronismo y la izquierda para intentar tratar el presupuesto a las universidades y la movilidad jubilatoria; fueron una alarma sonora. Estuvieron a sólo cinco votos de lograr poner en marcha la sesión de la Cámara baja.

El Ejecutivo ya no puede disimular el pragmatismo que necesita para hacer que las cosas funcionen por más atado que se muestre a la quimera del fin del Estado. Dijeron que jamás tendrían relaciones con China por ser un país comunista y sin embargo allá va una comitiva
para intentar renovar el swap en yuanes y tratar de traer plata fresca para engordar el tesoro. 

No sólo eso, sino que la imprenta de billetes más grande del mundo -que por supuesto es China- imprimirá los próximos billetes de 10 mil pesos argentinos. Y hasta compite por los de 20 mil con una empresa norteamericana que tiró abajo su precio como nadie lo hubiera imaginado. Business are business.

La Casa de la Moneda argentina está acosada por las deudas y ni siquiera pudo desembalar las nuevas máquinas adquiridas porque el proveedor las quiere de vuelta intactas si no las puede cobrar. Lo mismo pasa con las tintas especiales. También le debe billetes impresos al propio Banco Central. Y esta vez la situación no tiene nada que ver con Milei ni con la soberanía.

El ministro de Economía Luis Caputo

Esta semana empezará a entrar pan envasado brasileño de la empresa Bauducco. De la mano del gigante carioca el ministro Luis Caputo intentará frenar la embestida de Bimbo/Fargo que después de su fusión tienen el 80% del mercado argentino y venden el pan a 5 dólares el
paquete, más caro que en Europa a pesar de estar hecho con trigo argentino. 

De Brasil también llegarán arroz y otros productos, mientras que -según publicó el diario La Nación- cada vez más supermercados argentinos venden cerveza polaca para llamarles la
atención a Quilmes y a Heineken, entre otros. La mano no tan invisible del estado está detrás de cada decisión. 

La primera muestra de “intervencionismo” fue frente a la desmesura de las prepagas que ahora judicializaron la decisión gubernamental de devolver lo que cobraron de más a sus afiliados. Pero quedaron golpeadas y hasta el resbaladizo Claudio Belocopitt tuvo que renunciar a la presidencia de la cámara en una clara señal de derrota.

Pero la masiva marcha federal en defensa de la universidad pública impactó en la línea de flotación del gobierno. Primero por su densidad y después por su variada composición social. Además, admiten en los pasillos de la Rosada que no la vieron venir, creyeron que iba a ser
sólo una movilización de estudiantes de unos cuantos miles. Al gobierno le preocupa sobre todo la falla en el sistema de alerta temprana sobre el humor social. Acá sí que no la vieron.

La aparición pública en un acto en Quilmes de la ex presidenta Cristina Kirchner es una muestra clara de que el gobierno está ya en otro escenario. A lo que el presidente llamó “pobreza intelectual” en referencia al discurso de Cristina debe leerse como un esfuerzo de la ex vicepresidenta por allanar su mensaje para que penetre más allá de la militancia y vaya permeando en otras capas sociales.

En el discurso en Quilmes dijo “la gente se caga de hambre”, un estilo que no es propio de Cristina y dejó bien en claro que no se trata de una discusión ideológica, sino de un debate frontal con el gobierno desde lo político y lo económico. Precisamente, el escenario que no quiere el gobierno que preferiría lidiar con el consignismo que la ex senadora se encargó de sepultar.