Testimonios sobre el ataque al joven jugador de Racing que pelea por su vida
Lautaro Ronchi, que vive hace ocho años en la pensión del club de Avellaneda, fue baleado en una vereda de Tablada, a la vuelta de la casa de su familia. RosarioPlus recorrió la zona y habló con sus familares y amigos
“A los pibes los conozco a través de mi hermano. No eran malos, son buenos pibes. El chico ese del fútbol tenía alto futuro, re feo que haya pasado esto. Vinieron y le tiraron. Estaban parados con la moto. Lautaro vino de vacaciones, la familia vive acá a la vuelta”. La que habla con RosarioPlus es una adolescente de unos 16 años, que está parada ahora en la mañana del jueves frente al portón negro de chapa en Ayacucho al 4100, donde fueron acribillados ayer por la tarde dos jóvenes. Uno de ellos, Erik, quien jugaba en el club Leones de Rosario, con paso previo por Lamadrid y que falleció poco después del ataque. El otro está peleando por su vida en el HECA después de haber recibido siete disparos, uno en el cráneo: se trata de Lautaro Ronchi, jugador de las inferiores de Racing de Avellaneda, que había venido a pasar las Fiestas con su familia en Tablada.
“¿Había una bronca de antes?”, pregunta el cronista. “Sí, pero no con ellos, sino con el tercero de los chicos que estaba tomando una gaseosa, que también se llama Lautaro. A él le pusieron la pistola en la cabeza y el tiro no salió. Salió corriendo y los mataron a los dos amigos, que no tenían nada que ver. Ahora él está guardado, pero las cosas no terminan acá. Seguro que va a haber un vuelto”, dice otro de los chicos que está en el lugar. Pide no dar su nombre, porque las cosas están muy calientes. También solicita que no haya fotos.
A pocos metros, una pareja de jubilados toma mate en la vereda con reposeras, una mesita, la pava y unos triangulitos de hojaldre. “Ayer cuando pasó lo de los chicos, yo dormía la siesta. Habrá sido a las cuatro, más o menos. Me despertaron los tiros, cuando salí ya estaba lleno de móviles de la policía. Pero es así todos los días, si acá está lleno de búnkeres”, relata la mujer, también en forma anónima. “¿Y la policía?”, pregunta RosarioPlus mientras pasa a muy baja velocidad una camioneta de Gendarmería. “Esos vienen los viernes, para cobrar la recaudación. Es todo lo que hacen. Y estos, los gendarmes, solamente pasan. Había una época que había más de ellos y el barrio anduvo más seguro. Pero ahora es un desastre”, amplía.
De Tablada al sueño de jugar en Racing
Lautaro Ronchi, el pibe que está herido y juega en Racing, se crió en esta barriada humilde. Y ahora vive desde los 11 años en la pensión que está debajo de las tribunas del Cilindro de Avellaneda, el mismo lugar por el que pasaron los grandes jugadores del club.
La que habla ahora es su tía abuela, en el patiecito de una casa sobre Ayacucho, a la vuelta de donde fueron los disparos. “Yo estaba trabajando y mi hija me contó que ellos estaban tomando una Coca Cola, y vinieron dos pibes y no se cómo fue le pegaron. No se lo merecían. Lautaro el domingo se volvía a Buenos Aires, vino acá a pasar las Fiestas. Su papá, que fue panadero de toda la vida, no puede creer esto que pasó y ahora está en el hospital esperando el informe”.
Debajo de la señora, hay gallinas que pasan, también un conejo y varios gatos. Detrás suyo, una pequeña pelopincho y un montón de plantas. La puerta de la habitación, con ventana a la calle, son unas tiritas de plástico de esas de colores que cuelgan desde el marco, como en los viejos almacenes. En la vereda de enfrente, trabajan en unos bancos de hormigón para una plaza. Y a pocos metros, hay un montón de ladrillos donde antes había viviendas de pasillo. Es que por acá pasarán las obras de ampliación de Bulevard Segui y otras mejoras en las que invierte el Estado nacional.
“Ahí hicieron una plaza, ¿para qué? Si se escuchan tiros y los pibitos tienen que salir corriendo. ¿Van a ir a jugar los pibes en medio de las balas? Tengo un nieto de 8 años que no los podés dejar que cruce. No se puede vivir así, vivimos más encerrados nosotros que ellos. Tenemos que tener rejas, yo antes no tenía esto. Lamentablemente tenés que levantar al hijo muerto y llevarlo vos, porque si llamás a la ambulancia, vienen a las 500 horas”, sigue la mujer. Quien llevó a su sobrino nieto al hospital, cuentan después, fue un sobrino suyo. Ahí recibió las primeras curaciones, en el Roque Sáenz Peña, para después ser derivado al HECA.