Crónicas del santuario rosarino al Gauchito Gil, el santo de los humildes
Le dicen “Bondiola”. Es de Villa Gobernador Gálvez, trabaja como vendedor ambulante desde muy chico y es fanático de Motorhead, pero es devoto sobre todo del Gauchito Gil, desde que a los 18 fue con unos amigos a Corrientes, a la celebración del santo de los humildes. Tiene un Peugeot 504 modelo ‘87, que lleva todos los eneros a tierra correntina, repleto de velas rojas y remeras con la tradicional imagen de Antonio Gil, ese gaucho que antes de morir le dijo al policía que debía matarlo: 'Cuando llegues a tu casa vas a recibir la noticia de que tu hijo está muriendo por causa de una enfermedad; rezá por mí y tu hijo se va a salvar, porque hoy vas a estar derramando la sangre de un inocente'. Aquello pasó un 8 de enero de 1878. El hijo del comisario se salvó y allí comenzaría la tradición, que hoy está más viva que nunca.
Este año, “Bondiola” no pudo viajar a la localidad correntina de Mercedes, porque la pandemia suspendió el festejo nacional. Pero en cada rincón del país en el que haya alguna figura del Gauchito, de algún modo se organizó una celebración este 8 de enero. Como aquí en la zona sur, en el cruce de Ayacucho con Circunvalación. En este punto está emplazado el santuario rosarino, justo en el límite de la ciudad con Villa Gobernador Gálvez, y fue en ese lugar donde se esperaron las doce de la noche con bombas de estruendo, cumbia y chamamé.
Ahora, debajo de un árbol y bajo un intenso calor, "Bondiola" tiene su puesto de camisetas y gorritos Piluso con la imagen del Gauchito. Y explica en Sí 98.9: “¿Sabés por qué lo seguimos recordando hoy a tantos años de que murió? Por los milagros que hace. Porque lo que que la gente le pide, él lo cumple. Y allá en Corrientes, o acá cuando uno se junta para recordarlo, siempre es con chamamé, con cumbia, con asado, con fiesta. Otra cosa que hay que saber es que muchas veces lo vas a ver al lado de San La Muerte, porque era el santo protector de él”
A pocos metros, dos pasacalles. Uno que agradece a Antonio Gil y otro a San La Muerte, como había dicho “Bondiola”. Y un poco más adelante en la recorrida, en este rincón abajo de la Circunvalación, en el corazón de la zona sur, el santuario. Una construcción de ladrillo hueco sin revocar y con techo de chapa a dos aguas, del tamaño de un baño, no mucho más que eso. En las paredes de afuera, de un lado pintado de negro el San La Muerte y del otro, la imagen del Gauchito Gil sobre una cruz, con su camisa celeste y pañuelo rojo al cuello. La distribución se repite por partes iguales en la zona para rezar, dos habitaciones muy chicas a las que se entra por puertas diferentes, casi pegadas una con la otra. Y adentro, los dos espacios están comunicados por un gran boquete.
Se va armando una ordenada fila para entrar unos minutos a rezar, con una vela roja que se puede comprar a colaboración, en la puerta. La que está adentro ahora es Lucrecia, que entra al santuario en silencio, con una vela roja. La deja al lado de muchas otras que ya están encendidas y se agacha para rezarle al Gauchito Antonio Gil. Al salir, cuenta: “Siempre voy a Corrientes a verlo, este año no pude. Es una gran fiesta. Ojalá la gente se acercara a conocerlo, porque es un santo fiel, que nunca te falla. Yo cada vez que le pido algo, es protección. Para este año, lo que le dije es que cuide a mi familia, que nos dé salud y trabajo”.
El encargado histórico del santuario es Daniel, que cuenta: “Ahora por el 8 de enero hay más gente, pero esto es todo el año. Se piden por muchas cosas, por lo más mínimo, por una enfermedad, por el trabajo. Usted va a ver si recorre hoy el país, que donde haya una imagen del Gauchito, seguro va a estar alguien prendiendo una vela roja. Porque se lo quiere mucho, sobre todo entre los más humildes. Antes era en el norte del país nomás, pero ya hace mucho que está en todos lados, en cada ruta".
Rocío tiene un puesto por donde pasan los autos, con estampitas, cintas rojas y Gauchitos de distintos tamaños. Justo acá se detiene un obrero con su ropa de trabajo, que llega en motito y compra una vela para llevarse a la casa. “Yo hace doce años que estoy acá. Así como él, podés ver gente gente humilde, pero también de otras clases sociales. Te pueden venir con un carro con sus caballos o en una 4 x 4. Lo que piden siempre es por la familia, para que los cuide en un viaje, porque él viste que es el protector de los caminos. De la historia de él, yo digo que estaba mal que robara, pero sobre todo lo más importante es que ayudaba a los pobres, eso es lo que más me gusta del Gauchito Gil”, cuenta Rocío. Y para el final, una reflexión sobre cuál es el pedido que le hizo en este 2021: “Por la situación en la que estamos, le pedí que no falte la salud. Eso”.