La provincia de Santa Fe ya llevó adelante dos campañas de cultivo de plantas de cannabis. Una inicial e invernal, de 200 plantas, y otra de verano, de 509 plantas. La producción fue en el Centro de Investigación y Desarrollo de Cannabis Medicinal (CIDCaM) y tiene dos objetivos: ser la materia prima del aceite de cannabis que produce la provincia para la salud pública y generar información que permita avanzar en nueva legislación y nuevos usos de la planta.  “El cambio de paradigma ya está establecido”, aseguró Eliana Eberle, directora del CiDCaM. 

El Centro de Investigación y Desarrollo de Cannabis Medicinal, Acuicultura y Agroecología (CIDCaM) se creó en 2022 y funciona en la localidad de Monte Vera. En el lugar se trabaja en el desarrollo experimental del cultivo de Cannabis sativa L. para la obtención de aceites de calidad medicinal estandarizada en la provincia. 

El CiDCaM llevó adelante dos campañas de cultivo. Una invernal e inicial, de 200 plantas, y otra de verano, con un total de 509 plantas. Las dos campañas fueron bajo líneas de investigación de producción en genéticas, buenas prácticas agropecuarias, manejos de cultivo e infraestructuras de innovación. El cultivo es el primer paso, el paso fundamental, en la consolidación del abordaje integral de cannabis en la provincia. 

“El Centro tiene el objetivo final de generar materia prima para que se pueda procesar y termine en un aceite. Pero además, se constituyó como un espacio público en el cual hay diferentes ensayos de producción de cannabis y que está abierto a cualquier persona que quiera aprender distintas técnicas de cultivo, de infraestructuras, de buenas prácticas agropecuarias, de cómo son los procesos de cosecha y post cosecha, entre otros”, explicó Eliana Eberle, al frente del CidCam, a Rosarioplus.com

El lugar busca abarcar toda la cadena de producción del aceite de cannabis y en paralelo generar información de grado científico. “En Argentina hay muchos proyectos, pero todavía no hay informes públicos que demuestren datos científicos”, especificó la funcionaria. Quienes trabajan en el Centro de Investigación en cuestión ya pusieron en marcha un informe público, elaborado a partir del trabajo del Estado, sobre producción de cannabis y sus diferentes formas de cultivo en todas las estaciones del año. 

A estos objetivos, que tienen que ver con la atención de la salud, se le suma el acompañamiento productivo para quien desee emprender una actividad en este sentido. No se trata de enfocarse únicamente en el cultivo, sino también con el desarrollo de proveedores, como sea de luminaria o infraestructura, además de productos de tipo agroecológico, que son los que se usan para la producción del cannabis para uso medicinal. “Trabajamos mucho en construir infraestructuras que estén al alcance de una ferretería, para cualquier persona. Diseñamos esta estructura, enseñamos cómo hacerla y hacemos la transferencia directa para que cualquiera la pueda replicar”, resumió Eberle.

Cáñamo, flores y resinas

El uso del cannabis es múltiple. Se conoce el recreativo, se legisla el medicinal, y de a poco se abren las puertas a distintas producciones. Ahí, por ejemplo, aparece el cáñamo. “Cuando hablamos de cáñamo, hablamos de una forma de cultivo diferente, distinta a cuando se busca una producción de resina o aceite, porque ahí se necesita exclusivamente la producción de flores”, explicó Erbele. Para el cáñamo no importa si la planta genera o no flor. De esa planta se puede derivar en generación de textiles, de biomateriales, abono a partir de los residuos de cáñamo e incluso en la alimentación animal. “Son vías que todavía hay que explorar y hay que empezar a trabajar. El cáñamo tiene una utilidad que es realmente una próxima potencia a nivel Argentina”, aseguró la funcionaria. 

También está todo lo que puede hacerse con producciones florales y generación de resinas. La posibilidad de aplicar en productos alimenticios, bebidas, elaboraciones proteícas, cosmética. Y está, claro, la atención a patologías. “De esa manera, estamos atendiendo a la salud pública, avanzamos en investigación y desarrollo para el cultivo y aplicaciones, pero también trabajamos para una demanda específica que tiene que ver con encontrar respuestas y poder decir que tal dosis de tal principio activo del cannabis medicinal puede ser aplicado a tal patología”. 

Lo cierto, en este sentido, es que el cannabis se utiliza como analgésico, por insomnio, en personas con discapacidades. Las experiencias individuales, a prueba y error, muestran que la calidad de vida mejora sustancialmente con este uso. Ahora, resta que esa experiencia se transforme en ley y datos científicos que la expliquen y acompañen. 

“Tenemos que tener en claro que el producto que llegue a la mesita de luz de alguien, por el motivo que sea, tiene que ser seguro. Eso es lo importante, que sea una producción segura, que los procesos que se lleven adelante tengan una seguridad sanitaria, porque no queremos que luego sea el desencadenante de otro tipo de problemas. Eso es a lo que nosotros alentamos. Por eso apuntamos fuertemente a apoyar a estos equipos científicos”. 

Otro paradigma, menos estigmas

Eliana Eberle tiene 33 años, es doctora en Ciencias Biológicas y ex pos doctoral de Conicet. Toda su vida se dedicó a la actividad agropecuaria y la investigación científica. Nunca se había imaginado trabajar con la planta de cannabis. Ahora no descansa. “El desafío y el orgullo es enorme”, aseguró a este medio. Del otro lado del teléfono, suena entusiasta. “Es una oportunidad inimaginable para alguien que se dedica a la ciencia”.

La funcionaria sabe que también ocupa un lugar clave en un cambio de paradigma. Incluso generacionalmente ve cómo el tabú va cayendo de a poco, pero sin pausa. “Tuvimos esos miedos cuando se conformó el Centro. ¿Qué iban a decir? ¿Nos iban a decir los productores de porro?”, dice entre risas.  “Lo cierto es que sobre este tema hay un interés desde todas las áreas que no se puede ignorar”.

El CidCam recibe a más de 150 personas por mes, entre ellas, visitas de escuelas. El centro, además de la producción de cannabis, trabaja en la acuicultura y la agroecología. Y si bien a las infancias no se les enseña directamente sobre cannabis, sí ven las plantas, las empiezan a conocer y a familiarizarse, todo lo contrario a las generaciones anteriores. 

“Viene una variedad de personas que es increíble. Tenés desde el que hace huerta hasta que el que tiene campo extensivo. Hay muchos grupos de jóvenes realmente interesados en la materia, pero no únicamente por un consumo recreativo. Para poder cultivar cannabis hay que saber de físico y química, de producciones agroecológicas, de buenas prácticas, y si uno le erra en ese proceso productivo realmente terminas con una mala cosecha o un mal producto. Yo veo muchos jóvenes interesados en esta temática, y no lo he visto en otras áreas”, describió la directora del Centro. 

Erbele sostiene otra característica de esta rama científica y productiva que se abre con el cannabis: el trabajo en red, los vínculos entre equipos científicos, productores, asociaciones, cooperativas, pymes. “La red conformada no es menor. Queda claro que hoy en día el cannabis medicinal está integrado a la provincia de Santa Fe, falta reglamentación, falta más acompañamiento claramente, pero hay un equipo de jóvenes y de personas que ya tienen la firme convicción de seguir trabajando en esta línea, sea para atender a pacientes como para diversificar y apuntar a otro tipo de productos. Yo creo que el cambio de paradigma ya está establecido”.