La vida en zona oeste: entre la falta de laburo, narcos y balaceras
Postales de la Rosario que, desde Avellaneda hacia el ocaso conoció mejores tiempos y que hoy alterna la familiaridad de la rutina de barrio, la incertidumbre por el desempleo y la pobreza, y el estupor y el dolor de la violencia urbana que puede sorprender a cada momento.
En mayo de 2006, el país soñaba con tener un tren de alta velocidad con el que los rosarinos pudieran llegar a Córdoba o a Buenos Aires en menos de dos horas. Y la estación Rosario Oeste iba a ser el punto de referencia de ese moderno ramal. Quedaba cómodo y permitiría además reactivar un bello edificio, abandonado desde los años ‘90. Aquel proyecto no prosperó. Por el contrario, desde entonces parece crecer el olvido oficial para con este rincón de la ciudad. Un oeste que supo ser zona de quintas y talleres, que hace tiempo repite titulares en los diarios por balaceras o reclamos por la falta de algún servicio público. RosarioPlus recorrió sus calles y habló con su gente, que con sus testimonios le dio forma a las postales que siguen.
El 122 que no pasaba
Para tomar dimensión de todo lo que falta en materia de desarrollo humano en esta parte de Rosario, una opción es recorrer la calle Felipe Moré, desde el Bulevar Seguí hasta Mendoza. Unas treinta cuadras que tienen a su izquierda casas de sectores medios y hacia la derecha un asentamiento irregular que se extiende hasta los durmientes del tren. Hasta no hace tanto, la convivencia era buena, pese a las dificultades cotidianas. Pero en el último tiempo, se repiten denuncias por robos o instalación de bunkeres. Un coctail que agrava la ya complicada situación social del lugar.
En paralelo, la calle que le sigue a Felipe Moré es Camilo Aldao. Allí fue convocado a mediados de febrero el móvil de la Sí98.9, a la interesección con Gaucho Rivero, justo donde termina el barrio Triángulo para convertirse en Julio Roca. Un grupo de vecinos se había concentrado en esa esquina para reclamar que hacía quince días no pasaba el colectivo 122, el único que los conecta con el centro. “Somos ciudadanos de segunda para el transporte, pero de primera cuando nos tienen que cobrar los impuestos. A la ciudad le pedimos transporte, a la provincia la seguridad, pero que nos atiendan”, le dijo a la radio Mabel, presidenta de la vecinal, que golpeaba las tapas de una olla.
"Nosotros en la vecinal tenemos un centro de salud. No sabés la cantidad de gente que empezó a venir a atenderse, porque se quedó sin obra social", agrega Mabel. La línea 122 municipal había dejado de transitar por allí por decisión del gremio de colectiveros, tras recibir algunos piedrazos en los coches. Según denunciaron varios viejos vecinos del barrio, los ataques a los ómnibus se empezaron a dar desde que se instaló ahí una banda vinculada a la venta de drogas.
A dos cuadras de esa protesta y a la misma hora, se agolpaban mujeres y niños en la puerta de una escuela. Era el primer día de las clases presenciales con protocolo, para alumnos de los últimos grados. Pero el motivo de abrir las puertas hoy acá, era otro. En la 660, se repartía comida, como se hizo durante toda la pandemia. Guillermina, asistente escolar, habló con RosarioPlus: “Los bolsones traen arvejas, azúcar, leche, aceite, mate cocido, arroz, polenta y lentejas. A veces, como esta vez, vienen con atún. Ahora encima no está pasando el colectivo, es un combo terrible. Yo vivo a cuatro cuadras de la escuela y la situación está malísima. Lo de la seguridad está un desastre, hace poco me robaron la cartera acá cerca. Yo gracias a Dios tengo trabajo, hace diez años que estoy en la escuela, pero la plata igual no me alcanza. Acá, la mayoría vive de changas o está trabajando en negro”.
La recorrida sigue con la voz de Pablo, un vecino que vive frente a la canchita del barrio: “El 122 no está pasando hace un par de semanas, dejó mucha gente parada. Estas cuadras acá por Camilo Aldao, es como la peatonal del barrio. De noche se puso muy peligroso. Yo tengo un auto, pero la gente que tiene que ir hasta Bulevar Segui a tomar el colectivo, muchas veces se quejó de que le robaron o tiene que pedirle a un familiar que lo vaya a esperar. La gente quedó a la deriva. Si viniera acá el intendente o el gobernador, le pediría seguridad, eso es lo primordial. Yo vivo hace treinta años en el barrio y lo vi cómo cambió mucho. Antes vivía mucha gente grande, acá en la vereda nos juntábamos todos los de la manzana a celebrar la Navidad. Pero en el último tiempo ya eso no se puede hacer más”.
Por el bulevar Seguí en el cruce con Felipe Moré se hizo una obra hace unos años, que permitió rehacer el paso a nivel, con barreras. También se sumó iluminación. A pocos metros, en una mesa sobre la vereda hay la venta pan dulces a 2 x 1. Ahí está Patricia, una vecina de la cuadra: “El único que anda bien acá es el 110, no es solamente el problema por el 122. Porque la otra línea, que es el 125, supuestamente tiene que pasar y no viene nunca. Cuando te quejás al 147, nunca hacen nada. Con la mejora que hicieron de pavimento en el Bulevar Seguí, vino bien, sí. Pero nos faltan cloacas, se corta la luz a cada rato, hay poca presión de agua, al dispensario le faltan insumos, de todo falta. Y no hay plata. La garrafa costaba 100 pesos y se fue a 450. ¿Hasta cuándo tenemos que aguantar? Yo después de las siete de la calle ya ni salgo a la calle. A los chicos les roban, imaginate a nosotros. Si llegamos a salir las mujeres, después tienen que salir nuestros maridos a buscar a los choros. Yo nací en este barrio, no sabés cómo cambió. Antes eran todas quintas y nos conocíamos todos”.
El crimen de María del Rosario
En estos días, fue noticia la absolución de dos de los tres imputados por el crimen de María del Rosario Vera. Su cuerpo sin vida había aparecido calcinado en un volquete de basura en enero de 2018, en la intersección de Felipe Moré y Gaboto, en barrio Triángulo. La víctima tenía 23 años y cuatro hijos. “Se había mudado ahí a la villa poco antes, cuando la Municipalidad le dio una plata para que tenga su vivienda. Ella había escapado del padre de sus hijos por violencia de género. Vivió un tiempo en un hogar público y después ahí. La terminaron violando y matando entre cuatro hombres. Vivía sola con los chicos y estaba muy vulnerable”, dijo una de sus sobrinas a RosarioPlus, que visitó a la familia tras conocerse el fallo judicial, que será apelado. Increíblemente, el Tribunal entendió que fue un homicidio simple y que no se trató de un femicidio.
Los Vera viven todos en la misma cuadra en el barrio Renacer, también en zona oeste, aunque un poco más al sur, camino por Rouillon hacia el barrio Toba. El padre de María del Rosario tiene 83 años y nació en Misiones, donde vivió hasta la década del ‘90. En su tierra, cosechaba yerba y té. Cuando llegó a Rosario, aunque tenía edad de jubilarse, siguió trabajando como empleado de vigilancia. Tuvo diez hijos, la más chica era María del Rosario, cuyo homicidio también dejó al descubierto una trama que se repite en muchas barriadas, ante la indefensión de la mayoría de sus habitantes: la instalación de búnkeres de venta de droga y la vigencia de organizaciones que mandan en esos territorios.
En este caso, se trata de la banda denominada “Los 90”, que se encarga del narcomenudeo, de droga que llega por “izquierda” luego de algún allanamiento. Un policía integra el grupo y sus soldaditos en el territorio la reparten o ejecutan algún crimen. El fiscal Alejandro Ferlazzo, que llevó adelante la investigación por el homicidio, reconoció a RosarioPlus la existencia de este grupo y la vinculación de los imputados con la venta de drogas. Pero señaló que se trata de un delito en el que tiene que intervenir la justicia federal.
En los últimos mensajes que María del Rosario alcanzó a mandar a su familia, les decía que “los soldados de Martín” la tenían amenazada de muerte, por entender que se había quedado con parte de la droga que guardaban en su casilla. Murió ahorcada y luego enrollada en una frazada su cuerpo fue prendido fuego. Se investigó la posible participación de cuatro hombres en el homicidio. A tres de ellos, se les comprobó haber estado en el lugar de los hechos. Uno fue condenado a 25 años de prisión, pero dos fueron absueltos. Había sido violada, pero no había el suficiente material genético de los posibles homicidas en sus restos, por lo que el Tribunal les dio el “beneficio de la duda”. Hay un cuarto sospechoso que señala la familia. “No se quisieron meter con él, porque es testigo protegido de la policía en narcóticos”, dijeron. El fiscal Alejandro Ferlazzo confirmó la existencia de esa persona, aunque no brindó más datos. “Se probó que él no estaba en la casa ese día. No se descarta que se lo pueda investigar”, afirmó.
Los talleres con jóvenes
Al inicio de esta crónica, la estación Rosario Oeste soñaba con recibir al tren bala. Quince años después, se necesita que los distintos niveles del Estado hagan pie en el territorio de un modo más básico. Nadie en estas barriadas imagina un viaje de alta velocidad a otras provincias, pero sí piden seguridad, educación o un transporte público que al menos los ayude a llegar hasta el Monumento a la Bandera.
Entre tanto, hay iniciativas oficiales que sí lograron prosperar y que brindan una señal de esperanza en medio de tanta oscuridad. Sobre el bulevar Seguí al 5.400, funciona el Polideportivo Deliot. Allí funciona por la mañana, en este raro verano con pandemia, la Colonia de Vacaciones del municipio. Centenares de pibes de la zona oeste juegan en burbujas de a diez, por cuidado sanitario. Y por las tardes, se puede usar la pileta en familia. El río acá queda muy lejos y es uno de los espacios elegidos para hacerle frente al calor.
Unos cuadras más hacia el oeste, en la intersección con Rouillón, hay un complejo de viviendas que recibió mejoras cuando fue incluido hace un par de años en el Plan Abre, que mejoró notablemente el entorno. Financiado por la provincia, logró pavimentar, iluminar y crear una bicisenda por Rouillón, hasta 27 de Febrero. La obra también permitió crear también un playón deportivo frente a la escuela Martha Salotti y pintar las viviendas FONAVI. Los edificios se llenaron de colores y se hicieron también varios murales, por un proyecto denominado “Medianeras”, que contó con la participación de artistas.
Algunas paredes fueron copadas en modo moral por ñulistas que dejaron registrado el paso de Maradona por el Parque y se ilusionan con ver alguna vez a Messi con la rojinegra. Y también se puede ver una obra de Eduardo Kobra, artista callejero de Brasil que tiene trabajos en importantes ciudades del mundo.
Una de esas pinturas fue la elegida por pibas de La Lagunita, un barrio que está atrás de los Fonavi, también en zona oeste. Ellas asisten a la Escuela de Diseño de Indumentaria, para hacer una bolsa de tela con esa imagen sublimada. Se trata de una iniciativa que apunta a la inclusión sociolaboral de los jóvenes, que muestran su producción en ferias municipales. Una de ellas, Gabriela Díaz, habló con el móvil de la Sí a fines del año pasado, en la mañana de un viernes soleado desde el Distrito Oeste, por Avenida Godoy en el cruce con Felipe Moré: “Hacemos bolsitos y barbijos. Tenemos máquinas para coser y aprendemos a trabajar, también en equipo. Eso es lo más lindo”.