Tribus de madres: redes sororas para bancarse en la crianza
Los "grupos de mamis" proliferan lejos de los prejuicios que se construyen sobre ellos. Nacen del jardín, la escuela o el taller de preparto, y funcionan como sostén en cada etapa de la maternidad. En su día, las mamás salen a bancar a las otras mamás.
Una mamá que no se acuerda cuánto ibuprofeno darle a su bebé. Una que no llega a tiempo a buscar a su hija a la escuela y le pide a otra que le haga el aguante. Una primeriza que está despierta a las tres de la madrugada y necesita sostén. Una madre que está harta, agotada, y necesita que otra madre le diga que no está mal sentirse así. Les dicen tribu, chat de mamis, grupos de embarazadas, y se los vende mediáticamente como espacios de intensidad suprema y un poco de histeria colectiva. Las integrantes de estos - en su mayoría - grupos de WhatsApp, sin embargo, los describen como un sostén fundamental en cualquier etapa de la maternidad.
Un mantra recorre los libros, folletos, cursos y grupos de personas gestantes: no estás sola, no te pasa solo a vos, nadie puede criar un hijo en soledad. Parece un consuelo cliché pero materializado es un mantra que salva el día: son personas dando una mano, sin prejuicios ni culpa. Se le dice tribu pero tranquilamente pueden ser una mamá abrazando a su hija primeriza, una suegra cocinándole a su nuera o un grupo de amigas llenando la heladera en la casa de un bebé recién nacido.
También es un grupo de WhatsApp entre personas que se vieron una, dos, ninguna o muchas veces en la vida pero que funciona todo el día, todos los días. Las influencers lo promocionan. Los grupos de preparto terminan en tribus, las clases de yoga también. Se arman grupos masivos en Facebook sólo para descargar o esperar que alguien te zafe cuando te olvidás la fórmula para darle paracetamol a un bebé. Y cada una de esas instancias se desmitifica eso que a veces se hace viral y es la idea de que los grupos o chats "de mamis" son grupos de mujeres malvadas, locas e ignorantes.
“Es un mito horrendo”, dice Soledad al respecto. Soledad tiene 33 años y una hija de ocho. Es madre soltera, periodista, empleada administrativa y tiene dos tribus y un grupo de WhatsApp con las madres (y algunos padres) del 2do grado al que va su hija. “Puede haber un grupo que no se lleve, pero a mí no me pasó y me parece que es todo lo contrario. Hay mamás con las que no tengo mucho contacto, pero que las conozco hace tres o cuatro años y le confiaría, por ejemplo, que me cuiden a Lu o que la retiren de la escuela”.
La primera tribu de Soledad se armó cuando su hija tenía un año. La comparte con dos amigas que tienen hijos de la misma edad. "Nos encontramos en la necesidad de compartir con otras mujeres el momento de la vida que estaba transitando cuando mi hija era muy chiquita", explica. La segunda tribu apareció con un grupo de mamás de la escuela. Se organizaron para una despedida de año y se terminaron encontrando "en tribu" once mujeres con hijos e hijas que van al mismo grado. Todas están en la misma: con sus particularidades y matices, cada una en la misma etapa de la maternidad.
"Este se terminó convirtiendo en un grupo de amigas, con las que nos juntamos más allá de los chicos. Compartimos las actividades de nuestros hijos, nuestros logros y angustias, sea que tienen que ver con la maternidad y o no. Hablamos mucho de eso, de cómo la maternidad muchas veces te corre a un costado de otras cosas que somos también en la vida", explica.
Soledad también tiene "el chat del grado" que se formó cuando la mayoría de los chicos estaba en el jardín. "No se da eso que describen o que por ahí muestran en otros lados, que se pelean o sacan los ojos. No. Es un lugar donde compartimos las cosas que tienen que ver meramente con el transcurso de los chicos en su escolaridad y resulta ser un sostén".
No hay nada mejor que otra mamá
La primera vez que Carolina escuchó el concepto de Tribu de Madres fue por una amiga, que hace cuatro años hizo un curso para embarazadas del cual nació una Tribu. Carolina tiene 31, es contadora y mamá de dos: una niña de tres, un bebé de once meses. Sus tribus se armaron a partir del jardín de su hija y las clases de yoga prenatal de su hijo.
"Con María bebé no tuve tribu y me hubiera servido, claro que sí. Fue un puerperio sumamente distinto, tuve una especie de depresión que no fue diagnosticada, pero estuve muy mal. Además, con ella violencia obstétrica y eso no lo pude compartir, y cuando lo decís en la Tribu, lo malo se aliviana muchísimo. No hay nadie mejor que otras madres para que te entienda", cuenta Carolina.
Más allá de que exista "el chat del jardín", Carolina asegura que no tiene ningún chat de mamis. "No padezco de eso", dice a este a medio. "Me parece que lo despectivo de nombrarlo así no es a la madre, sino a la tarea, que me parece mucho peor", reflexiona. "Siempre menosprecian el rol de las mujeres. Pero nosotras hablamos, nos comunicamos, necesitamos, nos estamos sosteniendo desde siempre".
Carolina asegura que hay también una cuestión fisiológica de por medio: no a todos ni a todas les pasa el puerperio, esos meses después de encuentro y adaptación a tener un bebé. "Hay gente que no sabe, a la que nunca le pasa. Con una tribu se sale a flote. No te sentís tan sola. Y cuando los hijos e hijas van creciendo, está bueno tener donde charlar sin pelos en la lengua. A mí eso me ha salvado o al menos me da la oportunidad de mejorar".
Ni sola, ni de a dos
"Estoy segura que sin tribu sería o una madre horrible o mucho más culposa. Poder hablar así, sabiendo que del otro lado no te van a escuchar con ningún prejuicio y que la otra te va a decir que también le pasa, es re-liberador", dice María Victoria González, de 35 años, psicóloga y madre de tres varones: uno de 7 años, otro de 5 y un bebé de seis meses.
Victoria fue transitando distintos lugares y tribus con su maternidad. Con el paso de los años, sostiene una, "la tribu más tribu que tengo", le dice, que nació a partir de un grupo de WhatsApp. "Unas chicas que vendían muchas cosas para bebés, habían hecho un grupo para promocionar sus ventas", relata a este medio. Como eran todas madres con hijos chicos, el grupo mutó a algo que no tenía nada que ver con las ventas. "Me acuerdo que las primeras preguntas eran cuánto ibuprofeno había que darle, si al dos o cuatro por ciento. Y a partir de ahí nos preguntábamos, ¿tenés el bebé enfermo? El vínculo se fue fortaleciendo por compartir esas cosas pequeñitas. Lo más loco era que muchas no nos conocíamos en la vida real".
De ochenta persona el grupo quedó en veinte y trascendió la virtualidad. "No nos conocíamos, y sin embargo, por estar atravesadas por la maternidad o estar compartiendo ese momento vital al mismo tiempo, era mucho más sostén que capaz otras amigas de toda la vida con la que está todo bien, pero estaban en otra sintonía", resalta Victoria. "A veces parece que el vínculo por Whatsapp es menos real que el vínculo presencial, pero en este caso no es así. Ahora nos juntamos con y sin hijos, nos contamos los pesares, las alegrías, todo. La verdad, no sé qué madre sería sin la tribu".
María Victoria comparte otros chats con madres: de las escuelas, del club, de las distintas actividades de sus hijos. En su experiencia, la diferencia está en los lazos y vínculos que se gestan. "Son espacios que por ahí no trascienden tanto, no se genera una amistad, pero hay mucho compañerismo también. El famoso chat de mamis es el que te zafa cuando estás llegando tarde a buscar al pibe a la escuela o si tu hijo no copió la tarea".
Victoria asegura que estos grupos "te salvan la salud mental". "Los banco", dice. "Todo lo que te haga encontrarte con otra, con quien estás compartiendo de alguna manera algo, para mí está bueno y lo celebro. Es súper necesario en la vida, pero sobre todo en la crianza. No se puede criar ni sola ni de a dos. Se necesita mucha gente, se necesita una tribu".