Tres evocaciones a Angélica Gorodischer y un legado a un año de su muerte
Los barcitos del centro y los de zona sur, los lectores empedernidos, “las brujas” que se juntaban en el bar, la aristocracia de la cultura local y también los vecinos de su chalet en avenida San Martín 4879, la comunidad lectora nacional de la narrativa contemporánea y la mundial en el género fantástico. Todos ellos son algunos de los ámbitos donde más pesa la ausencia de la desfachatada y ocurrente escritora Angélica Gorodischer, a un año de haberse ido con sus jinetes del Apocalipsis.
La ausencia está llena de presencia sin embargo, siendo esta autora de renombre internacional pero de sencillez barrial tan neurálgica en la cultura rosarina, y es entonces que cabe traer de vuelta al corazón algunas de las muchas facetas, la Angélica gestora cultural, la creadora de universos fabulosos con heroínas “víctimas no victimizadas”, la abuela cómplice que tomaba porrones con su nieto.
En los últimos años fueron varias las distinciones que recibió en vida, como debe ser, con premios Konex, ciudadana ilustre de Rosario (en 2007), el Fondo Nacional de las Artes por su trayectoria, el Prix Imaginales por su novela Kalpa Imperial. Y a meses de su muerte su libro Tumba de jaguares ganó el premio internacional Reina Sofía de Nueva York. A pesar de los lauros, fue clave para entender su esencia cuando en 2017 fue homenajeada en la Biblioteca Nacional y Alberto Manguel la presentó como “la gran dama de la ciencia ficción”, al cual con absoluto desparpajo respondió: “Ahora ya me parece irremediable. Hubo un tiempo en el que escribí ciencia ficción, pero es como haber tenido sarampión. Ya pasó”.
Así era Angélica, y así sus personajes ocurrentes, como si fueran amigos charlando en un bar, a la vez que dejó entrever en esa respuesta su postura en torno a los géneros literarios, despojando la formalidad y el encasillamiento, porque además de lo fantástico, en su obra hay género policial, hay autobiografía (en Historia de mi madre y El diario del cáncer), hay ironía y hay humor, entre otros, entonces ¿para qué la clasificación y el ensalzamiento?
En diálogo con Rosarioplus.com Natan Gorodischer recordó que ser su nieto fue “una experiencia única”. “Crecí sintiendo que era una abuela corriente hasta que empecé a ver hacia afuera que no todas las abuelas se teñían de rojo fuego ni eran contestatarias. Teníamos una relación de nieto y abuela, pero era poco convencional: ella quería hacer actividades que no eran para su edad, en esa necesidad de estar donde pasan las cosas. Se enteraba de alguna cervecería y quería ir. Entonces yo la llevaba y escabiábamos que daba calambre. No quería ser esa escritora ermitaña, que algo de eso tenía igual por el oficio de escribir”.
Según recordó el joven, su abuela tenía la facilidad de alejarse de las figuras sacralizadas de los escritores: “De chiquito iba con mis viejos por la peatonal y era usual verla tomando un café con ‘las brujas’, sus amigas, iba a la verdulería o te largaba una puteada cuando lo ameritaba. Iba todos los días al bar de la esquina en avenida San Martín, que antes se llamaba Tomasa, donde sigue estando su nombre en una de las mesas. Ella nombraba mucho al bar en sus escritos”.
No nació en Rosario, pero adoptó para siempre la rosarinidad, “nunca se quiso ir a pesar de su ineludible vínculo con Buenos Aires”, indicó su nieto, quien luego recordó una de las mayores trasgresiones de su vida, su historia de amor con Sujer Gorodischer: “Ella era hija de la aristocracia argentina, y mi abuelo era un hijo de inmigrante judío pobre, una historia de la Bella y la Bestia de Disney. Claro que ninguna de las dos familias aceptaba esa unión y decidieron escaparse para casarse en Buenos Aires”.
Natán adelantó a este medio que la editorial Emecé, a cargo de los derechos de su obra, será la encargada de reeditar todos sus libros, aunque aún se desconoce cuándo ocurrirá. Por otra parte, contó que toda la biblioteca de Angélica fue donada por la familia a la Biblioteca Argentina “Dr. Juan Álvarez”, donde se prepara un rincón que emulará su cuarto de trabajo.
Si piensa en recomendar alguna de las obras de Angélica, Natán va sin dudas por Trafalgar, que marcó su adolescencia: “Fue la primera vez que me encontré con una historia narrada en la ciudad de Rosario. El protagonista va y viene en la ciudad, va a los bares, el cruce de peatonales. Fue fantástico que el lugar donde yo pasaba todos los días sea el escenario donde transcurrían las cosas”.
Como es sabido, aquel 5 de febrero de 2022 ‘La Gorodischer’ murió en su casa de zona sur. Su nieto asegura que mucho antes de morirse, ella ya tenía todo organizado: “Escribió una carta a cada uno de sus tres hijos y de sus siete nietos, y fue un pacto tácito que ninguno compartió con el otro qué nos escribió. En mi carta, como narradora que fue, le escribe a un lector como si no fuera yo, contando quién soy y lo que hago, y por qué me tenía tanta estima, hablando de mí como un personaje. Es raro pensarlo, pero todos los familiares fuimos sus personajes. Fue muy emocionante”.
El joven destacó su espíritu juvenil, así como también su faceta de mujer “ultra coqueta”, siempre con pulseras y aritos de colores, y la cabellera siempre roja impecable. “Tenía un tender en la pared de dos metros de ancho, donde colgaba cientos y cientos de collares. Y usaba todos”, aseguró. Y rememoró sobre su última época en esta tierra, cuando empezó a usar bastones: “Ella tenía un bastón que aseguraba había sido de Manuel Belgrano, que se lo dijo el anticuario. Era lindo pero no parecía de hace 200 años. Y yo le decía que el anticuario era un chanta. Quizás ella nos estaba –como se dice ahora- troleando a todos nosotros”.
El periodista y escritor Osvaldo Aguirre tuvo la oportunidad de visitar varias veces a la escritora, a quien realizó varias entrevistas para medios locales, y evocó su cuarto de trabajo “lindo y amplio” que tenía atrás en el patio, con la sensación de que “siempre te ibas con una frase que te dejaba pensando, mas allá de la coyuntura de esa entrevista”.
Destacó la centralidad de su rol en la cultura de Rosario, además de por su obra, como gestora, ya que fue la generadora de una serie de encuentros internacionales de escritoras, sobre los cuales precisó que “entre 1998 y 2002 se hicieron tres, donde se congregaron intelectuales del país y del mundo, en un tiempo que la literatura de mujeres empezó a plantearse como parte de la discusión cultural. Ellas problematizaron en el lugar de las mujeres en la cultura argentina, fue un momento histórico que habría que revisitar”.
Aunque Angélica es mundialmente afamada por su literatura fantástica, Aguirre destacó que su iniciación literaria fue desde el género policial –el cual continuó escribiendo toda su vida-. “En 1964 ganó el concurso de la revista Vea y lea, una importante difusión del género policial, donde sus jurados eran nada menos que Borges, Walsh y Pérez Zelaschi. Ese fue su primer reconocimiento cuando era una joven escritora absolutamente desconocida”, remarcó.
Aseveró que su obra excede al encasillamiento de los géneros, porque “tiene un repertorio de formas narrativas y recursos de una enorme destreza narrativa. Tumba de Jaguares, que es de su última época, es un ejemplo de eso con una impactante técnica formal”. Y es por eso que según el propio escritor mantiene la vigencia absoluta: “Hoy su obra se puede releer con miradas nuevas desde el presente con sus fenómenos. Como se adelantó a problematizar la escritura de mujeres, también se puede leer sus grandes libros desde otro lugar, como Historia de mi madre, que hoy por hoy entraría en el género en boga de la autobiografía”.
Justamente Aguirre aseguró que el vínculo de Gorodischer con su madre fue importante para su historia, porque “Angélica de Arcal era también una escritora de Rosario con proyección pública como poeta, pero que no trascendió y hoy es olvidada. Y también ella como su hija fue una reconocida gestora vinculada a Amigos del Arte en los años ‘50”.
Como antes se mencionaba, en los últimos años a Gorodischer le hicieron muchos reconocimientos y homenajes en vida, pero ella siempre lo tomó con humor, con observaciones que descontracturaban cuando la cosa empezaba a ponerse solemne. Sobre esto Osvaldo Aguirre destacó: “Esa observación irónica sobre los comportamientos sociales es una característica que se encuentra en su obra escrita. El humor y el lenguaje coloquial. Cuando lees alguna obra suya, es como si los escucharas hablar, la voz del personaje. Eso es un rasgo de los grandes escritores”.
La escritora y tallerista rosarina Maia Morosano destacó sobre la singularidad de la obra de Gorodischer, en tanto que “se metió en un género que no era escrito por mujeres, el policial y la ciencia ficción, y en esos tiempos se ligaba más a las escritoras con la poesía. En eso abrió un camino. Puso una diferencia como mujer escritora de esos géneros como no ocurría antes”.
Maia recordó cuando a sus 13 años iba a la Biblioteca Argentina “Juan Álvarez” que la bibliotecaria al ver que ella leía a Bradbury, Verne y Asimov, le recomendó leer Trafalgar: “El protagonista era este comerciante ciberespacial que llega a un mundo de mujeres que decidieron no tener hijos ni tener relaciones sexoafectivas con hombres, las tenían entre ellas o con hologramas. Eso fue de avanzada, lo escribió en 1979 y sin bajada de una moralina, plantando la posibilidad de que las mujeres deseen otra cosa que ser amas de casa y madres. Me reventó la cabeza, me fui corriendo a pedirle más libros de ella”.
Entonces analizó la obra de la autora como “una búsqueda absoluta de la libertad alejándose del matrimonio que encierra, como en La cámara oscura, donde dan a la protagonista en matrimonio y ella se fuga con un fotógrafo, o en otro cuento suyo La resurrección de la carne donde la protagonista se cansa de la incomprensión de su marido y se va con los caballeros del Apocalipsis.
En sus historias, explica la joven escritora, muchas protagonistas mujeres “son víctimas pero no están victimizadas, por la forma que tienen de enfrentar el mundo que les ha tocado. Hizo una literatura enorme, basándose en cosas que nos ha pasado a todas las mujeres, como el abuso y la falta de oportunidades”.
Para ponerle un broche ejemplar, recordó que “en su obra Jugo de Mango la protagonista es una mujer detective, una Sherlock Holmes pero mujer. Pero además era una protagonista de mucha edad, ¿mi abuela investigando? Angélica fue una piedra fundamental para la literatura de Rosario”.