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Al que madruga podrá ayudarlo Dios, pero no mucho la biología. Es que según determinó la Academia Americana de Medicina del Sueño, empezar la jornada escolar antes de las 8.30 puede afectar la salud y el rendimiento académico de niños y adolescentes. Ya que hicieron el estudio, se podrían haber jugado con la recomendación de arrancar tipo 9 y hacer feliz a todos los menores de 18 del planeta. 

El dato no es del todo novedoso, pero es la primera vez que un equipo médico y científico tan legitimado (la Academia en cuestión tiene arriba de 10000 miembros) toma una postura oficial al respecto. Hace varios años que algunas investigaciones vienen sugiriendo que para los adolescentes es mejor un arranque tardío, ya que tienen más condiciones para ser productivos durante la noche y descansar durante la mañana.

La ciencia detrás del dato es clara. Parece que durante la pubertad, los cerebros de los chicos empiezan a retrasar el cronograma de producción de melatonina (la hormona que induce al sueño), lo cual genera que se les dificulte sentir sueño antes de las once de la noche. De dormirse, con mucha suerte, a esa hora, necesitaría poner el despertador no antes de las ocho para obtener suficiente descanso. Pero la mayoría de las escuelas arrancan un poco antes de las ocho, por lo que las alarmas suelen estar seteadas, en el mejor de los casos, para un rato antes de las siete. 

El nuevo posicionamiento, publicado en una revista científica especializada en medicina del sueño, agrega que los pre adolescentes y adolescentes deberían dormir entre ocho y diez horas por día, aunque el 70% descansa siete horas o menos. Además, asegura que si se les permite despertarse un poco más tarde, estarán mucho más alertas durante el día y menos propensos a distracciones o cansancio. 

Las consecuencias asociadas a la falta crónica de sueño pueden ser muy graves para los adolescentes: síntomas de depresión, obesidad, problemas cardiovasculares y propensión a las lesiones durante la actividad física son sólo algunas. Epa. Motivos más que suficiente para convencer a los padres (y a las escuelas) de que los dejen dormir "media horita más".