María José revisa cada 31 de diciembre los objetivos que se puso para el año que está terminando, hace un balance y se propone los nuevos para el año que comienza. Lo hace tranquila, acompañada de una vela o sahumerio. Constanza se pone un billete en una zapatilla para atraer la abundancia. En la casa de Victoria prenden fuego un papel con todo lo malo del año que se termina, además de escribir los deseos para lo que se viene y repasar lo que se deseó en la fiesta anterior. Sofía y sus amigas festejan el 21 de diciembre: el día del solsticio de verano. “Muy paganas”, se describen. Lucía no tiene un ritual. Pero se acuerda todavía de que cuando era chica escribía deseos junto a sus abuelos y a las 12 los tiraba al fuego. 

Hay familias que religiosamente - o ritualmente - comen doce uvas a la medianoche entre un año y otro; hay chicas que reciben al primero de enero con bombacha rosa nueva; y grupos de amigos que se visten de blanco. 

Están los rituales que se van armando de a puchitos, a medida que las familias se complementan. Los que nacen de improvisar en el momento, de buscar cómo calmar tristezas o encauzar las buenas noticias. Y están los rituales con elementos particulares, pasos a seguir, recomendaciones a tener en cuenta. 

Flavia Squiro tiene 33 años, es tarotista y elabora productos energéticos para rituales. “Le entrego a las personas una herramienta para cada ceremonia”, explica. Todo lo hace ella: velas, sahumos, sprays, aceites y jabones. Y lo vende con una guía que elabora ella misma a partir de su conocimiento y experiencia. Su marca nació en 2019 y se llama Flora y Sahumo. 

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Del Instagram de floraysahumo

“Podemos definir a un ritual como un acto mágico, una ceremonia que hacemos con elementos particulares y con un propósito”, dice Flavia. Las posibilidades son infinitas, sobre todo en esta época. Hay rituales para cerrar, limpiar, purificar, agradecer, soltar, perdonar. “Es un momento ideal. Desde el solsticio hasta el 31 de diciembre, la energía es hermosa”.

Flavia hace todo: cosecha las plantas, las seca, las hace aceite, las hace sahumo. Elige uno por uno los elementos de los rituales que ofrece y también escribe una guía para utilizarlos. Un paso a paso que puede oficiar de consejo y puntapié. Es que para ella todo puede transformarse en un ritual: desde comer uvas hasta prender una vela, del color que sea, por el motivo que sea.

“La intención hace a la magia”, sintetiza. “Me gusta descontracturar las reglas y habilitar la intuición. Siempre que haya buena intención, que quieras generar algo lindo o bueno, el ritual va a salir bien. No tener una vela dorada o hacer el ritual en otro horario, también está bien. Importa lo que la intención sea genuina y por eso confiamos en que los rituales que hacemos con amor funcionan y atraen lo que queremos o necesitamos”. 

Los rituales, dice Flavia, pueden ser personales o colectivos. Sea el que sea - mágico o religioso por ejemplo - no se trata de una cuestión individualista. Hacer una ceremonia implica una empatía que lejos está de los caminos trillados de “lo espiritual” que tanto se consume últimamente. ¿Cómo podría conectarse desde lo amoroso o ancestral alguien a quien no le importa cómo está el otro?

Para la artesana, la coherencia es fundamental a la hora de plantarse frente a un ritual. “Pienso que una persona espiritual, que se preocupa por lo que sucede alrededor, se maneja con coherencia a la hora de ritualizar y también de vivir. Creo que de otra forma, por más rituales que hagas, la vibración que estás transmitiendo es confusa. La energía va y viene y se regenera. Siempre tiene que haber un feedback energético”.

Flora y Sahumo

La marca de Flavia nació en 2019. Fue primero una cuenta en redes sociales a través de la cual vendía pequeños stock de sus productos. Los publicaba y le duraban apenas un día. La tarotista decidió meterse de lleno en la producción de estos productos, renunció a su trabajo en un banco y comenzó a formarse con todo lo que estaba a su alcance. Flora y Sahumo empezó a tomar forma y a crecer. “Siempre estuve conectada con lo espiritual y holístico. Eso fue marcando un camino hasta hoy. Nunca me imaginé ni trabajar de esto ni hacer lo que hago, todo se fue dando de forma muy natural”, cuenta la artesana. 

Flora y Sahumo funciona en Urquiza 1687. Allí está el taller y el showroom, compartido con la marca Potiches, de cosmética saludable, aromas y workshops.