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El reconocido ilustrador Hermenegildo Sábat por fin se animó a realizar su propio retrato, solo que en vez de trazos en papel optó por sacar un libro que resume todas sus épocas. A lo largo de cinco capítulos, esas etapas son evocadas por el propio artista, pero también por otros observadores de su vida como María Elena Walsh, Miguel Briante, Bengt Oldenburg, Ramiro de Casasbellas, Gabriela Esquivada e Ileana Stofenmacher.

Claro que es un libro, más que para leer, para devorar con los ojos, porque ebulliciona de sus más famosos retratos, como los de Federico García Lorca, Carlos Gardel, Aníbal Troilo, Juan Gelman, Jorge Luis Borges. Y abunda además en fotografías que ilustran los tiempos vividos por Sábat, desde su nacimiento en Uruguay y su infancia hasta el presente, pasando por sus encuentros de camaradería con García Márquez, Raúl Alfonsín o Quino.

Entre sus retratos más excelsos está “la sensualidad fantasmal de Marilyn Monroe” ó la “severidad confortativa de Victoria Ocampo”, como las califica con justicia Elba Pérez en su prólogo. Pero además de sus conocidos retratos donde reinterpreta el halo de famosos y políticos, el artista compila además retratos de desconocidos, a los que nombró “soliloquios desarmados", y una serie de “junglas mentales” que se componen de espesores selváticos, texturas corpóreas de colores cálidos y hasta retratos sin rostro con texturas estampadas como una reinterpretación a las identidades.

“Creer en la validez de la expresión pictórica en esta época es, por lo menos, un proyecto de marginación. Insistir, levantarse todos los días con la firme idea de seguir pintando, de pintar aunque no le importe a los demás, de pintar porque es lo único que genera certidumbres, de pintar para enterarse de qué males nos aquejan", se excusa un autocrítico Sábat.

En Rebelde ileso se condensan 50 años de trabajo sobre lienzos, desde su incipiente adolescencia en que entendió que para pintar en un mundo mercantilista no debía mirar afuera para no depender de agentes ni galeristas. Justamente su rebeldía fue definida por las palabras de María Elena Walsh: “Cómo va a ser un genio si vemos sus obras en papel de diario y diariamente, no colgadas de las augustas salas de un museo. Cómo va a ser un genio si lo vimos dibujar con las dos manos, por pura diversión, ajeno a las subastas, al maratón de mercados donde se mide, pesa y tasa a los artistas”.

Aunque Hermenegildo Sábat es respetado y reconocido por toda una vida de obras, se autoproclama rebelde, por haber sido autodidacta, por “violentar los principios del género retrato”. Y sobre todo, por ser inclemente cuando retrató a muchos políticos que intentaron persuadirlo, quebrarlo, amedrentarlo: “Me dijeron: la presidente está furiosa contigo. Me dijeron: tu dibujo es cuasi mafioso. Me dijeron: no la hagas de frente, hacela de perfil. Me dijeron: vos estás en una lista. Me dijeron: sos misógino. Me dijeron: ¿Por qué no le decís en persona lo que dibujás? Me dijeron: vos debés ser comunista. Me dijeron: a vos no te gusta nadie”, recuerda.

Pero Hermenegildo, Menchi, sigue dibujando cada día en los matutinos, con su tranquilidad que esconde timidez, con pocas palabras y mucho para decir. Como un acto de rebeldía ilesa.