La increíble historia de un malvinense rosarino
Un rosarino nacido en las Islas Malvinas compartió su historia con Rosarioplus.com, de cómo nació kelper y ahora vive en Echesortu. Su padre, acérrimo defensor de la soberanía argentina, enfrentó a su propio hermano en la ONU
Detrás de la dramática historia de la Guerra de Malvinas y su conflicto interminable hay pequeñas historias familiares que son un ejemplo de esta compleja relación argentino-británica. Tal es el caso de Pablo Betts, un rosarino nacido en Gran Malvina que era inglés y se “argentinizó”, pero sueña con un día volver a visitar a su familia y que el conflicto se acabe.
La familia Betts, dividida desde la guerra en 1982, vive una historia de nostalgias, traiciones, negociados, activismo político y reencuentros, que hasta la actualidad, al igual que las islas, tiene una herida que no cierra.
Pablo tiene cuarenta y seis años. Vive desde joven en barrio Echesortu y es hincha de Newell's Old Boys. Detrás de su vida rosarina entre el comercio de pinturas para autos, el fútbol y su hijo Martín, hay un pasado que vale la pena rememorar.
“Yo nací y me crié hasta los cinco años en el pueblo de Borbón, y después nos mudamos a Puerto Argentino, porque no había colegio en el campo y era de la única forma que recibiría educación”, contó Pablo Betts a Rosarioplus.com. Su madre había muerto, y su padre, Alexander Betts, era uno de los pocos malvinenses que había aprendido a hablar castellano. Gracias a ésto, consiguió trabajo en los vuelos comerciales de las Fuerzas Aéreas.
La curiosidad por la historia de las islas llevó a Alexander a indagar sobre lo sucedido y llegó a la conclusión de que “las Islas Malvinas deben ser argentinas, ya que tanto histórica como geográficamente las pruebas eran evidentes”. Claro que su opinión (y de su hijo Pablo) contradecía a la del resto de su familia.
La vida política fue el camino de Alexander Betts desde entonces y hasta la actualidad. Pablo, en cambio, se dedicó a una vida citadina en Rosario, compartiendo los ideales desde una mirada pasiva. Ambos coinciden en que algún día, si las relaciones mejoran o las negociaciones se hacen menos tensas, tendrán la posibilidad de volver a las islas para recorrer sus calles y reencontrarse con su familia isleña.
La guerra en primera persona
Cuando comenzó la guerra de las Malvinas, Pablo ya vivía en Rosario. Tenía doce años y era alumno en el Liceo Aeronáutico Militar de Funes. Tenía pasaje para volver a visitar a su familia el 5 de abril de 1982, pero tres días antes estalló el enfrentamiento.
Durante la guerra no tuvo comunicación alguna con su familia, por lo que cursó el colegio con la incertidumbre de saber que sus seres queridos se encontraban en medio de los enfrentamientos.
Su padre Alexander, al cumplir con su función de personal civil de las FFAA, debió trasladar cargamento y soldados argentinos durante la guerra, por lo que, cuando la guerra terminó, fue considerado desertor para la patria inglesa. En contraposición, el Estado argentino lo consideró un veterano de guerra. “Tuvo sólo dos horas desde que supo que la guerra había terminado para huír expulsado de su propia tierra”, recuerda. Entonces debió dejar a su hija en la isla, quien quedó bajo la crianza de su abuela.
“Mi padre Alexander pasó a ser llamado Alejandro. Se enamoró de una mujer cordobesa y se instaló en un pueblo llamado Agua de Oro a 50km al norte de Córdoba, donde formó una nueva familia”, detalló Pablo. De esta forma, el rosarino tuvo la fortuna de tener nuevos hermanos cerca, dos varones y una mujer, a los que visita en cada festividad.
Desde que vino a vivir al país, Alejandro siguió trabajando para las Fuerzas Armadas, y se dedicó a la vida política desde el Partido Radical, y viaja todos los años a la ONU desde 1983 en defensa de la soberanía argentina en calidad de “malvinense pro-soberanía”. En 1987, fue secretario de Gobierno de la Municipalidad de Aguas de Oro, y hasta fue candidato a intendente. Hoy con 67 años, continúa trabajando como personal civil de las FFAA en el Aeropuerto de Córdoba.
La familia dividida en dos
Todos los miembros de la familia Betts que quedaron en las Islas Malvinas, abuela, tres tíos, hermana y primos de Pablo, coinciden en la autodeterminación kelper y en la autoridad de la Corona Británica.
Su tío Terry es un acérrimo defensor de Inglaterra, y hasta fue en su defensa en el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, en el mismo encuentro en que su hermano Alexander defendía a la Argentina. “Lo ponían a reclamar que las Malvinas eran inglesas “para contrarrestar la incómoda presencia de su hermano Alejandro”, aseguró indignado Pablo.
Terry Betts reside en Londres, es concejal de la capital británica y hace negociados “vendiendo licencias para la pesca en el puerto malvinense”. La hermana de Pablo no se queda atrás: es funcionaria de Migraciones de la Corona Británica en Puerto Argentino.
La relación de los Betts que quedaron en el continente con los argentinizados fue cada vez más distante: “Nos hacemos llamadas para desear felices fiestas o para cada aniversario, pero nosotros no volvimos todavía. El tío Terry vino a visitarnos dos veces, y aunque el trato fue cordial, remarcaba todo el tiempo que es un agradecido a Galtieri, ya que gracias a él, Gran Bretaña consiguió tanto las tierras y mares, como la adopción de los malvinenses por parte de la corona”.
Según el rosarino, su tío cobra comisiones en Libras por las licencias, con las que se hizo millonario, y bromeó contando que junto a su padre lo denominan “inmobiliario pesquero”.
La primera vez que Pablo Betts visitó Argentina fue a los diez años, de paseo con su padre y su hermana. Luego en 1981 volvió al continente a los 12 años, y esta vez fue para quedarse.
Entonces comenzó el secundario en el Liceo Aeronáutico de Funes: “adaptarme a las costumbres argentinas me costó un poco. Tenía algo de idioma castellano, y mis compañeros y los tutores me ayudaron mucho aunque no me gustaba la parte militar”.
Cuando terminó la escuela, Pablo decidió quedarse en Rosario donde se adaptó en seguida. Comenzó la carrera de Ciencias Económicas, pero debía trabajar mucho para poder mantenerse sólo. Se dedicó a hacer tareas administrativas en empresas privadas y actualmente se dedica al comercio de pinturas para autos. Se casó y tuvo a su único hijo, Martín.
El nacionalismo de Pablo es doble: “Me siento rosarino, argentino y también de las islas, pero las islas como Malvinas Argentinas. Tuve la oportunidad de volver a Malvinas, pero todavía no fui porque conservo un temor a bajar del avión y encontrarme con algunos kelpers que me quieran agredir, porque nos consideran traidores. Sería problemático volver, tanto para nosotros como para mi familia de allá, que se puede ver comprometida”.
Sobre los Ex Combatientes de Malvinas, Pablo dice no haber tenido relación hasta ahora, pero no descarta un acercamiento futuro: “Probablemente ellos no me conozcan, no sepan de mi existencia. No tendría problema en relacionarme con ellos ya que lucharon para defender el lugar donde yo nací. No se ha dado por las cosas de la vida”.