Santa Lucía desde hace unos quince años se convirtió en un lugar rudo, donde una familia de asaltantes fue tomando casas a fuerza de apretadas y tiros al aire. Donde los hijos de una de las mujeres de ese núcleo sucedieron a sus tíos en el dominio de la zona; separada por una vía de villa La Palmera, caserío donde se alojaron muchas de las personas expulsadas por dueños de las calles de “El Santa”, como llaman a este barrio del extremo oeste rosarino. En ese entonces, vivir ahí no era para cualquiera, pero estaba claro quiénes eran los que dominaban y quiénes los dominados.

Cerrito al fondo, al otro lado de Circunvalación, y al sur del comienzo de la autopista a Córdoba. En abril del año pasado hubo un enorme operativo policial en ese arrabal del oeste. Según contaron policías sobre aquel día, lo que buscaban era parar a una bandita que tenía a mal traer a todos los vecinos del barrio. Una pandilla liderada por varios hermanos de diferentes apellidos, con sus respectivos primos y amigos. Aquella mañana, un gran número de efectivos de la Unidad Regional II, comandados por la Brigada de Investigaciones (hoy disuelta), rodeó el barrio y registró una decena de casas. Cacheaban a toda persona que se moviera por fuera de los límites establecidos. Buscaban a Los Cachones. Sin embargo, unas horas después del despliegue tan propalado, luego de demorar a varios jóvenes y a una kiosquera, sólo un muchacho quedó preso. Ese día, la interna de El Santa saltó a los principales títulos de la prensa; pero era una historia bastante más vieja.

Hasta entonces, existía un orden amparado por la ausencia total de políticas de inclusión, sumada a la influencia de una comisaría de cuestionada reputación. La referencia de esa lógica de funcionamiento era Rubén Alfredo Arriola, el Cachón (foto).

Rubén Arriola, el Cachon.

 

Si bien uniformados de la Policía local le imputan una carrera sobresaliente ligada a los robos y a la violencia, el pibe, con sólo 18 años, era el líder de El Santa. Algunos lo admiraban; los demás lo respetaban.

Pero las carreras delictivas son más veloces que extensas.  El idilio de Cachón terminó el 24 de abril de 2010. Fue por la noche: el Capo tomaba una gaseosa junto con sus amigos, cuando pasó delante de él otro grupo de muchachos. No se sabe si intencionalmente o por obra de las casualidades, en medio del cruce, la botella cayó al piso y se partió, casi como una metáfora de lo que pasaría en el barrio. Los dos grupitos comenzaron a insultarse y, entre manos que iban y venían,  Osvaldo Daniel N., de 20 años, le clavó a Cachón una puñalada en el cuello.  Murió 11 días después en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez.

Nacía el mito y quedaba vacío el trono. “Era una mezcla de matón y líder popular. Aún hoy las chicas se pelean para decidir quien fue su verdadero amor. Muchos de los pibes tienen escrito su nombre en tatuajes”, señaló un conocedor del fenómeno popular. Incluso un equipo de fútbol lleva una foto suya en las camisetas.

Según cuentan investigadores, de aquí en más las cosas empeoraron en Santa Lucía. Los hermanos de Rubén Alfredo Arriola, aspirando seguir los pasos del muchacho, formaron Los Cachones; pero desde La Palmera, un hombre del radicalismo, ligado al negocio de la droga, a quien llamaremos U. (la inicial de su apellido), comenzó a cuestionarles el liderazgo. Acompañado por sus soldados, baleaba los frentes de las viviendas de El Santa, como para marcar presencia. Y las agresiones que eran respondidas, claro está. En una de esas excursiones, la gente de U. le dio un tiro en la pierna a la hermana de Rubén Arriola. Los cachones se levantaron y se dispusieron a comenzar una guerra, pero los miembros de la Vecinal Belgrano Sur convencieron a los muchachitos de parar, de no generar una masacre. “Pretendían quemar La Palmera, cansados del asedio del narco. Pero después de una charla con la matriarca de los Cachones, la gente de la vecinal logró que no lo hagan”, contó una persona que participó del cónclave. Los Cachones, aún priorizaban el ordenamiento a la guerra.

 

Marca de identidad y territorio en el barrio Santa Lucía.

 

De todas maneras, ya no hubo vuelta atrás en las relaciones. De acuerdo con el relato, de ahí en más los vecinos de los barrios tuvieron vedado el paso en los terrenos opuestos y la simple presencia en zona ajena pasó a ser motivo de plomos zumbantes. En esa tensa calma se vivió desde entonces en Santa Lucía. Era cuestión de tiempo para que todo volviera a explotar.

De acuerdo a un allegado a los Cachones, las bandas enemigas estuvieron calmas durante el 2014. La presencia de las fuerzas federales controlando el territorio no les daba margen de movimiento. Pero en La Palmera, la familia Camargo, cuya relación con U. no está muy clara aún, realizaba movimientos estratégicos. Según uno de los encargados de la investigación, en el transcurso del último año este grupo realizó dos importantes robos en armerías, de la zona centro y oeste. En estos atracos se hicieron de un stock de armas y municiones.

En los primeros días de enero, los barrios de la zona oeste volvieron a ponerse en frente de guerra. Dicen que Mario Brest, de 15 años, sobrino de Cachón Arriola, robó una moto en terreno enemigo, y eso produjo el levantamiento de La Palmera.

Brian Torres, Mario Brest y Lucas Maturano, antes de morir.

 

El sábado 10 de enero a la madrugada, el adolescente, junto a su tío Brian Torres, de 23 años, salió de la casa de su abuela, ubicada en pasaje 1756 al 2200, cuando fueron sorprendidos a tiros por un grupo de personas. No pudieron hacer mucho para defenderse. El más joven de los Cachones recibió un tiro en el tórax y murió casi en el acto. Brian fue internado en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez, con un tiro en la cabeza. Murió dos días después.

Según cuentan allegados, luego de la matanza los tiros volvieron a escucharse en ambos lados de la vía. El domingo 11, un familiar de los Camargo decidió hacer la denuncia de lo que ocurría en Fiscalía de Estado, ya que temía por su vida. Pero mientras se dirigía a las oficinas céntricas de los investigadores, estando a pocas cuadras de su casa, le avisaron que uno de los líderes de los Cachones, Lucas Maturano, de 20 años, conocido como Congo, estaba intentando copar su casa a fuerza de tiros. El hombre volvió al barrio y, desde un Ford Falcon Blanco, lo asesinó de un tiro en el pecho. También fue lesionado Leonel Iván T., hermano de Brian Torres.

Por los 3 homicidios, siete muchachos relacionados con la banda de Las Palmeras fueron arrestados y puestos a disposición de la justicia.

De todas maneras, nadie cree que las brasas del problema de Santa Lucía estén apagadas. Habrá que esperar.