Migue Granados y el oficio de divertir improvisando
Estrenó un reality en Flow sobre las peripecias de construir una casa, parodiando las series estadounidenses del género y con su toque personal de humor. Acá lo explica.
El humorista y conductor Migue Granados acaba de estrenar en la plataforma de Flow “Una casa”, una serie reality en la que documentó, con la impronta de comedia que lo caracteriza, la realización de su sueño de toda la vida: la construcción de su propia vivienda.
“Es un re nicho de canales de cable y los consumo, me encanta”, admite en charla con Télam sobre el género en el que podría inscribirse la serie, ese de los programas de refacción y edificación de propiedades que puebla la grilla de señales como Discovery Home & Health.
Los seis episodios de 20 minutos de “Una casa” se preocupan por mostrar procesos y brindar información útil y relevante, tal como el sinnúmero de programas del cable de este estilo, pero suman el sello de Migue Granados en clave “propietario-entrometido-insoportable” atrás de cada paso de los arquitectos y albañiles.
Dirigida por Gustavo Pavan e ideada y producida por Granados, el reality de humor cuenta también con estrellas invitadas como Facu Campazzo o Darío Barassi.
Luego del final del fenómeno radial “Últimos cartuchos”, Migue divide su presente laboral entre “Playroom” por ESPN y el podcast “La cruda”, en los que despunta el vicio de entrevistar.
—¿Cómo surgió la idea de hacer un programa a partir de la construcción de tu casa
—Me gusta mucho lo que es arquitectura, construcción, la decoración, arreglar las cosas de mi casa, usar herramientas. Y a la vez mi sueño siempre fue hacer mi casa, entonces laburé mucho para ese objetivo puntual y quería registrarlo. Cuando la gente hace una casa o una remodelación va sacando fotos, y yo quería tener un buen registro del proceso. Y después dije: “¿y si hacemos un reality, que además ayude a popularizar el método que utilizamos, que es el ‘steel frame’?”, que es el método de construcción americano.
—En alguna otra entrevista describiste tus proyectos de los últimos años con la frase “Laburo de ser yo”. Y mostrar la realización de este sueño tuyo de larga data es una prueba de eso.
—Siempre digo que laburo de ser yo porque en mis programas como, canto, charlo y pregunto cosas que me intrigan, pregunto cosas desde la ignorancia, para aprender y sin filtro para obtener datos que me gustan, y eso también soy yo. En ningún programa actúo de nada, simplemente como soy con mis amigos comiendo un asado soy igual en mis programas y se ve que eso es lo que la gente compró: Migue como es él.
Claro que no diría que todo lo que hago es un reality, porque todos los programas tienen su organización y su producción. Me han llamado para trabajar en series, pero como que todavía no me animo porque con esto estoy bien.
—¿Dónde ubicás tu límite de hasta dónde mostrar(te) y dónde empieza la ficcionalización, el personaje?
—El límite lo recontra tengo, yo muestro las boludeces coloridas que me gustan, y no es que por eso la careteo. Tengo una intimidad e incluso, aunque estoy agradecido de la gente que me pide fotos, todavía me da vergüenza eso o entrar en la columna de los que denominan “famosos”, palabra que odio más que nada por la gente que quiere ser “famosa” y hace cualquier cosa por serlo. Me parece un objetivo banal, boludo.
—¿Fue difícil encontrar el balance entre el humor y lo informativo/didáctico?
—En la serie no hay nada, absolutamente nada, guionado. Yo iba absolutamente todos los días a la obra, porque con la ansiedad que tenía quería estar encima de todo. Hubo mil errores como en todas las obras y yo estaba ahí para corregirlos, de hecho me empezaron amando porque era el de la tele y me terminaron odiando (risas).
Los días que venía a grabar sí era yo más suelto, divirtiéndome, jodiendo a los obreros. Por supuesto todo pactado: les decía “tratame como si fuera un raro, un estúpido, un intenso”. Lo mismo cuando iba a un local a comprar algo, por ejemplo porcelanato. Pero iba y decía “no me des al gracioso del local, dame a tu mejor vendedor, porque esto es en serio, quiero que la gente vea cómo se compra, cómo se pide”. La verdad que nos divertimos. Trato de cagarme de risa en todo lo que hago porque si no me cago de embole.
—¿Trabajás cómodo en la improvisación?
—La improvisación es mi zona de confort (otra frase que no quiero mucho), porque si no me aburro. Yo no entiendo a la gente que hace una obra de teatro y repite lo mismo todos los días, o que estudia una obra. Yo cuando casi hago “School of Rock” me quería matar por eso, porque recurrir todos los días a lo mismo es como que te estanca la cabeza.
La improvisación la necesito porque si no no me divierto. Ni yo sé lo que voy a decir. Obviamente que “Una casa” está editado, yo improvisé todo y había cosas que eran malísimas. Teníamos 32 horas de material y quedaron seis capítulos de 20 minutos.
—El género construcción/arreglo/compra/cambio de casas es un nicho muy fuerte del cable. ¿Por qué creés que genera tanto interés?
—Creo que a todo el mundo le interesa y le gusta, porque ¿a quién no le gusta mirar una linda casa? ¿o ir a un barrio nuevo y ver las casas que hay? Creo que a todo el mundo le debe gustar que su casa sea mejor o aspira si cobra una plata a comprar una tele o una alfombra. Creo que por eso genera esa empatía ver casas de los demás.
—¿Demostrás que ese tipo de programas que tienen un tono tan acartonado también puede ser subvertido?
—Son todos divertidos, y más cuánta más guita tiene el que se hace la casa en esos programas de Discovery Home & Health. El exjugador de la NBA que quiere una cancha y una pileta en medio del living (risas).
Algunos de esos programas son muy divertidos y tienen una estética tremenda, pero el fuerte de este reality no es la estética, sino el chabón molestando, su intensidad, que esté aprendiendo, comparando, viendo precios. Y eso es lo que de verdad más me gusta hacer, solo que con una cámara atrás, que me olvidada que estaba y la pasábamos muy bien.