Maradona y Fidel, dos amigos que murieron un mismo día
Se conocieron a fines de julio del ‘87, en un viaje de nueve días que Diego hizo a Cuba después de una Copa América. Cuenta Fernando Signorini, el eterno preparador físico del Diez, que esa madrugada hablaron de todo y la charla duró cinco horas. Fidel le habló del Flaco Menotti y le preguntó cuál era el secreto para patear penales. “Hay que mirar al arquero, maestro”, le dijo el capitán eterno al Comandante cubano. Antes de la partida de la comitiva, se iban a intercambiar una camiseta Le Coq de la selección que había levantado la copa en México, por una gorra verde que había bajado por la Sierra Maestra.
Hubo varios encuentros más, como aquel que prefería recordar Guillermo Coppola, en el año 2000. Viviendo en La Habana, a la vuelta de una larga noche de excesos, se cruzaron con el auto de Fidel y Diego sacó la cabeza por la ventanilla para saludarlo. Un rato después, Castro se apareció por la casa asignada a Maradona, que lo recibió todo teñido de rubio y con un asiento de inodoro colgando del cuello. “Mire Comandante, le regalo este para que lo use. Tiene la cara de Bush en la tapa, así se acuerda de él cada vez que se sienta en el baño”, le dijo Diego, que llevaba tatuado al Che en su brazo derecho.
En Punta del Este, apenas arrancado el año 2000, Diego casi se muere infartado, pero hizo otra de sus gambetas y se quedó acá abajo unos años más. Fueron veinte y pasó de todo, aunque después de la noticia de hoy, nos parezcan tan pocos, si hasta llegamos a pensar que en serio iba a ser inmortal, como habíamos soñado esa tarde de junio del ‘86 mientras apilaba ingleses camino al arco de Shilton.
La relación con Fidel fue mágica. En cada foto en la que aparecían juntos, se percibía admiración mutua. Castro conoció a Dalma y Giannina cuando eran chiquitas. Tenía una camiseta de la Lepra con el 10 atrás, regalo maradoniano con los colores del M26. En 2005, cuando se organizó el “No al Alca”, ahí estuvo Maradona, por pedido del Comandante cubano. Con las cámaras de Kusturica para registrar el momento histórico, viajaba en tren desde Constitución a Mar del Plata para ser uno de los protagonistas del masivo acto después, con Evo Morales, Hugo Chávez y Hebe de Bonafini. A esa misma hora Néstor, Lula y Tabaré le seguían dando pelea a la propuesta de libre comercio que pretendía el imperio.
En otra de sus tantas resurrecciones, Diego hizo ese mismo año “La noche del Diez”. Estaba super flaco y siempre sonriente, en prime time con el rating más alto en la pantalla de la tele. A ese ciclo exitoso lo llevó a Pelé y a grandes figuras mundiales. Y también se fue hasta La Habana otra vez, para entrevistar a Fidel.
Y un 25 de noviembre, paradojas del destino, se fueron los dos. En 2016 murió Castro, que había hecho frente a decenas de atentados orquestados desde Miami por la CIA. Y hoy, en este loco y nefasto 2020, se fue Diego. Se encontrarán probablemente en algún rincón del cielo, a charlar y fumar un puro cubano. Y acá abajo, los mortales, los seguiremos extrañando.