La política en espacios reducidos
“El problema que tenemos es que este es un año electoral y la oposición sube el tono y obstaculiza todo por eso”, confió un legislador nacional santafesino del Frente de Todos a la hora de apuntar uno de los principales problemas para alcanzar acuerdos sólidos aún en el escenario de emergencia sanitaria que vive el país. En Santa Fe, la cuestión es más o menos la misma: El único aplauso opositor que se escuchó en el pleno de la Asamblea Legislativa (reducida presencialmente por los protocolos que impone la pandemia) fue cuando el gobernador Omar Perotti deseó una pronta recuperación al diputado y presidente de la Cámara baja santafesina Miguel Lifschitz, que lucha desde hace días contra con el Covid internado en un sanatorio de Rosario. Todo lo demás fue crítica dura al mensaje de más de dos horas con el que el mandatario provincial abrió el nuevo período ordinario de sesiones de la Legislatura.
Ya es un clásico, por supuesto, hacer la ronda de opiniones entre los representantes opositores una vez terminado el discurso del presidente o como en este caso, del gobernador. Y si bien casi nunca hay elogios al mensaje -es como una cuestión deportiva- sí se trata por lo menos de pulir los argumentos para la crítica. Bueno, este no fue el caso del sábado en Santa Fe donde faltó que hasta se objetara la combinación del traje y la corbata de Perotti. Aunque sí, hay que decirlo, tomaron nota de que el discurso fue “menos confrontativo que otros anteriores del mismo gobernador”.
Pero algunas de las críticas llamaron realmente la atención. “El gobernador juega siempre a la segunda pelota, engancha sus iniciativas detrás del gobierno nacional”, dijo el diputado Carlos del Frade del Frente Social y Popular. Para el legislador de centro izquierda debe ser bastante complicado entender lo que es ser parte de un proyecto nacional y tener un rol en él desde la provincia. Provincia a la que la nación acaba de girar recursos para obras estratégicas por más de 76 mil millones de pesos. Sucede que hace mucho tiempo no hay un gobierno santafesino del mismo signo político que la nación. Es la falta de costumbre.
Pero aún así, Santa Fe todavía podría dar cátedra de competencia política. Aquí se juega con algunas reglas y por el momento casi nadie se anima a subir la apuesta como sucede a nivel nacional. Algunos se confunden un rato y presentan amparos judiciales por la presencialidad escolar absoluta, pero rápidamente los magistrados provinciales le hacen entender que esto no es Capital Federal y que el demandante tampoco tiene la gravitación política de Horacio Rodríguez Larreta. Lo mismo que la concejala que se cree la encarnación de Patricia Bullrich y decidió que ése es su único camino para permanecer en la política rosarina.
Pero también hay que entender a la oposición. Lo que busca son hendijas, pequeñas aberturas por las que poder penetrar en una escena absolutamente copada por los oficialismos por la altísima demanda decisional que impone la pandemia. Por eso cuando el presidente Alberto Fernández comunica algo relacionado a las restricciones para bajar los contagios y descomprimir los sistemas de salud tensionados al máximo por el Covid; no se puede aceptar llanamente y hay que salir a oponerse aún a sabiendas de que las críticas no serán constructivas y muchos menos ayudarán a aliviar los padecimientos de la sociedad.
Pero el margen es pequeño y se consume rápido. Por eso se viaja sin parar en ninguna estación desde el descrédito a una vacuna por su origen, a la agitación diaria por no conseguir más vacunas de ese mismo origen, a las comparaciones con otros países que se desmoronan por los datos en 24 o 48 horas. A pretender entregar las Islas Malvinas a Pfizer y luego pedir disculpas por proponer tal desprendimiento. Es rápido y furioso. Desesperante tanto para los espectadores de este esfuerzo político denodado como para los que todos los días salen a buscar temas para desarrollarlo.
La decisión del presidente Fernández de enviar al Congreso un proyecto para que faculte al Ejecutivo y a las provincias a tomar restricciones y medidas contra la pandemia “durante esta situación excepcional”; ya encendió todas las alarmas opositoras precisamente porque es otro tema para abrir una agenda gigante que empiece a tallar desde la falta de diálogo con el resto de las fuerzas políticas hasta otorgarle rasgos de autoritarismo. La iniciativa pretende nada más y nada menos que frenar la judicialización de la pandemia. El proyecto está basado en el mismo que la canciller alemana Angela Merkel envió a su parlamento y logró que se aprobara. Por supuesto, lo que seguramente será tildado de bueno para aquel país será rápidamente intolerable para Argentina.