__tadevel:head__

Canoso, serio, de pocas palabras y con escasa visibilidad pública, Miguel Díaz-Canel es el primer político en conducir los destinos de Cuba desde 1959 que no se apellida Castro.

Nadie puede prever sin temor a equivocarse cómo será su estilo de conducción. Se trata de un hombre cercano a los sectores populares, pero que se especializó en no llamar la atención de manera tal de despertar recelo entre las figuras del gobernante Partido Comunista de Cuba (PCC). ¿Será un continuador de la revolución pero con nuevas formas? Pero esa no es la primera pregunta que emerge en torno a su persona. 

¿Quién es Miguel Díaz-Canel?

Se trata de un ingeniero de 58 años que desde 2013 se desempeñaba como primer vicepresidente cubano y que la semana pasada fue elegido como sucesor de Raúl Castro. Es la primera persona en tomar la máxima conducción del país que no lleva el apellido Castro desde que triunfó la revolución en 1959. Las incógnitas para el análisis de cómo será su gobierno se fundan en que hasta los propios cubanos apenas lo conocen.

La opinión pública internacional posó su mirada sobre Díaz-Canel el año pasado cuando fue protagonista de un video filtrado en el cual abogaba por cerrar medios de comunicación independientes y etiquetaba a algunas embajadas europeas como una avanzada de la subversión contra la revolución. Sin embargo, esa imagen ortodoxa contrasta con la percepción de hombre sencillo, tolerante y amable pero exigente que tienen muchos de sus coterráneos de la provincia de Villa Clara, en la cual pasó su infancia, su juventud y de la que fue primer secretario del PCC durante nueve años. Allí ganó rápidamente una reputación de funcionario trabajador con un estilo modesto. Era popular y joven para su puesto y atendía a cualquiera que tocara a su puerta en la sede partidaria o en su casa. Fue entonces cuando nació una suerte de leyenda en torno a Díaz-Canel, de acuerdo a la cual empezó a realizar recorridos sorpresa para verificar el servicio que recibían las personas y se dice -aunque nadie lo ha confirmado fehacientemente- que aparecía disfrazado en lugares donde se atendía al público. Otro hecho destacable es que se presentaba en vivo para hablar espontáneamente con la gente, algo inusual por parte de los funcionarios cubanos que, incluso en la actualidad, no tienen una agenda de actividades públicas.

En 2003 fue trasladado por el PCC desde Villa Clara hasta la vecina provincia de Holguín como primer secretario. Su gestión se prolongó hasta 2009 pero no fue tan rutilante. En ese año, Díaz-Canel llegó por primera vez a un puesto en el ámbito nacional cuando Raúl Castro lo convocó como ministro de Educación Superior. Bajo su gestión se modificaron los planes de estudio, se modernizaron sus contenidos, se cambiaron los reglamentos de posgrado y se impulsó el uso de la tecnología con laboratorios de computación y digitalización de contenidos. También fue de los primeros funcionarios en aparecer con una laptop en reuniones en un país donde el servicio de internet en los hogares está restringido y los precios son elevados.

En 2012 se convirtió en vicepresidente y meses después, tras las elecciones, en primer vicepresidente. Pero simultáneamente con su ascenso, se volvió renuente a la prensa, su agenda se tornó protocolar y no se lo vio más en las calles o en los medios de comunicación. Esa transformación de su estilo podría obedecer a la lógica de la historia reciente en el liderazgo del país, en la cual la generación revolucionaria sacó de carrera a los más jóvenes acusándolos de no ser lo suficientemente leales al régimen.

Díaz-Canel lleva años en una posición incómoda y nadie de su generación logró llegar hasta el lugar al cual él llego. Su imagen gris parece más bien una construcción destinada a aparentar la solemnidad que el régimen castrista exige por un lado, pero también podría ser una suerte de disfraz que le permitió ascender de manera casi desapercibida.

Los desafíos

Independientemente de sus orígenes y los escasos datos capaces de revelar cómo será su estilo de gobierno, puede observarse de manera bastante más concreta cuáles serán los retos que deberá enfrentar Díaz-Canel en lo inmediato.

1. Deberá encontrar una manera para evitar vivir a la sombra de la Generación histórica. La principal fuente de legitimidad de la dirigencia política cubana es hasta ahora el haber participado en la lucha guerrillera contra el régimen de Fulgencio Batista. Fidel Castro condujo aquel movimiento armado y, desde su victoria en 1959, fue aclamado oficialmente como el líder de la revolución. Cuando debido a sus problemas de salud, le cedió el poder a su hermano Raúl, provisionalmente en 2006 y definitivamente en 2008, éste contaba con la legitimidad de origen que le otorgaba haber sido parte de la revolución y también su parentesco con Fidel.

Pero la autoridad de Raúl o de Fidel no la va a heredar nadie. De hecho, Raúl Castro es quién legitima a Díaz-Canel seleccionándolo como su relevo. Se trata entonces de una legitimidad prestada, que no es originaria del propio Díaz-Canel. El relevo generacional no estará exento de problemas y el nuevo jefe tendrá que construir su propia legitimidad, o legitimidad en el ejercicio del cargo.

Algunos analistas tienden a suponer en que habrá un proceso de desconcentración de poder, especialmente debido a que Raúl Castro conservará la jefatura del PCC, a modo de tutor de Díaz-Canel, y como garante frente a la Vieja Guardia revolucionaria. Sin embargo y, teniendo en cuenta las experiencias de otros regímenes comunistas, es posible que, para que Díaz-Canel pueda ejercer efectivamente su liderazgo, deba primero concentrar la mayor cuota de poder posible y depurar su entorno de enemigos reales o potenciales.

 

2. La continuidad y la profundización de las reformas económicas iniciadas por Raúl Castro son una necesidad. La puesta en marcha de las medidas liberalizadoras avivó la actividad económica y la condonación de buena parte de la deuda externa negociada con los países del Club de París alivió las cuentas estatales y el sector privado floreció. Las reformas emprendidas por Raúl abrieron la puerta a cosas hasta entonces vetadas a los habitantes de la isla, como abrir pequeños negocios privados, comprar y vender viviendas y autos, viajar al extranjero y alojarse en hoteles. Pero en 2016 el impulso cesó debido -entre otros factores- a la gravedad de la crisis en el principal socio y aliado de Cuba: Venezuela. Asimismo, el arribo de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, supuso un freno a la reactivación de las relaciones bilaterales. Para algunos analistas, el único camino posible pasa por liberalizar la economía nacional y favorecer la llegada de la inversión extranjera.

3. La necesidad de unificar las dos monedas es otro de los desafíos que deberá asumir el nuevo presidente de gobierno. El país cuanta con el Peso Cubano o CUP, con el cual el Estado paga los salarios de los trabajadores, y el Peso Cubano Convertible o CUC, equivalente a 25 CUP. Algunos economistas señalan la necesidad de terminar con esa anomalía que impide que las reformas económicas prosperen. Aunque en Cuba servicios como la educación y la sanidad son gratuitos, los cubanos que trabajan para el Estado -aproximadamente el 75 por ciento de la población- perciben su salario en CUP, mientras que los productos que adquieren se venden en CUC, con lo que su poder adquisitivo se resiente notablemente. El gobierno se ha fijado el objetivo de la unificación monetaria, pero no es una misión sencilla. Muchas empresas estatales llevan su contabilidad desde el supuesto de que un CUC vale casi lo mismo que un dólar estadounidense, pero en realidad este es su valor sólo en las casas de cambio oficiales de Cuba. En el extranjero, el CUC no es objeto de intercambio. Eso genera distorsiones que impiden conocer la situación real de esas compañías y el valor de muchas exportaciones que se canalizan a través de ellas. Con la unificación, muchas de esas empresas podrían quebrar. Otro efecto indeseado sería el de la inflación. Unificar dos monedas de valor tan diferente provocaría un aumento generalizado de los precios.

4. Otro desafío será el de extender internet. En la mayor parte del país, la red sólo está disponible en unos puntos Wifi de acceso público en la calle. El acceso de manera privada es prácticamente imposible por su precio. Con un salario mensual que en la mayoría de los casos no supera los 20 ó 30 dólares, el dólar y medio que cuesta una hora de conexión supone un lujo. Por ese motivo, Cuba sigue siendo uno de los países del mundo con más baja penetración de internet y el gobierno bloquea los sitios que considera inadecuados, entre ellos muchos de los promovidos por los opositores al régimen. Existen planes para extender el acceso a internet pero los costos aún son elevados y el riesgo de la penetración del germen de la libertad y el consumismo, es vista con recelo por el sector más veterano de la dirigencia política.

5. La relación con los Estados Unidos. El arribo de Donald Trump a la presidencia supuso el final del acercamiento iniciado por Barack Obama. Trump anuló algunas de las medidas más importantes de su antecesor, como la restauración de las restricciones a los viajes de ciudadanos estadounidenses, privando a la isla de una de sus fuentes principales de ingresos a través del turismo. Trump, permeable a las presiones del lobby anticastrista, también endureció el embargo vigente sobre la isla desde hace décadas.

A partir de todo lo expresado, es posible suponer que Díaz-Canel albergue intenciones de provocar cambios, pero frente al difícil panorama interno, caracterizado por la necesidad de generar su propia legitimidad y, por ende, su propia supervivencia política, probablemente deba avocarse a concentrar poder antes que cualquier otra cosa.

Por otra parte, el liderazgo de Donal Trump caracterizado por la ciclotimia, la concentración en los temas domésticos y la ignorancia sobre la política internacional, puede provocar que cualquier buena intención que Díaz-Canel pueda albergar en su fuero íntimo, deba posponerse hasta que la Casa Blanca tenga otro inquilino.