"La vida dormida", de la historia de una familia a una radiografía argentina
Natalia Labaké cuenta la historia de su familia, de su abuelo. Pero su abuelo es Juan Labaké, histórico dirigente peronista y abogado de los expresidentes Carlos Menem y María Estela de Perón. El filme se estrena este jueves en salas.
"La vida dormida", de Natalia Labaké, puede ser tomada como una película sobre un abuelo que se impuso como líder de un clan dominado por la masculinidad o también como los últimos 30 años de Argentina y su clase política en la figura de Juan Labaké, histórico dirigente peronista y abogado de los expresidentes Carlos Menem y María Estela de Perón, en un filme que se estrena este jueves en salas.
"Hedonismo y política nunca estuvieron tan cerca como en los noventa y hay como un descubrir un poco ingenuo e inocente que se da en mis abuelos respecto a estas nuevas formas. Incluso te diría hasta un poco incómodo, tan incómodo como puede resultar todo el folclore que se despliega en un acto de campaña en un lugar al que nunca fuiste", explica Labaké en la presente entrevista.
Su abuelo fue una figura desconocida para el ciudadano de a pie. Apenas compartió unos carteles, siendo candidato a diputado, junto a Menem a fines de los 80. Luego, desapareció de la opinión pública. El documental, que hace uso del vasto material de archivo filmado por su abuela, muestra los entretelones de una política que estaba más emparentada con el jet set que con el vínculo con la ciudadanía.
Sin embargo, cuando pareciera que la cinta intenta mostrar ese lado exterior del líder de familia, la cámara gira hacia el interior del círculo para filmar una intimidad en la que la ideología política separó gente y, por sobre todas las cosas, subsumió a las mujeres al rol que los hombres les quisieron dar.
"La idea surge a partir de ver en mi tía Bibiana un sufrimiento muy grande, el de una mujer que se sabe excluida de la trama familiar, pero que no tiene fuerza ni autonomía para decidir otro destino. De ella se fueron desprendiendo situaciones que me llevaron a otras mujeres de la familia con un síntoma similar, en menor grado", comentó la realizadora.
- ¿Cómo fue filmar y montar una película en la que representás la vida familiar y la de tu abuelo?
- Natalia Labaké: Fui entendiendo y descubriendo de manera orgánica qué tipo de político era mi abuelo y qué consecuencias traía esa forma política sobre nosotras, las mujeres. A él siempre le pareció muy natural que yo estuviera registrando la vida familiar. Digamos que tiene un vínculo muy natural con las cámaras, porque mi abuela ya lo había hecho toda su vida. Luego también entendí que la posibilidad de la película tenia que ver justamente con nuestras diferencias. Porque él tiene una concepción clásica de la política en la que lo político es un ejercicio exclusivo de la vida publica, mientras que para nuestra generación lo político también es la forma en la que organizas una reunión puertas adentro y eso es lo que a mi me interesaba pensar, el mundo doméstico como una trama invisible donde también se ejercen ciertos poderes, donde hay asimetrías y sumisiones.
- Encontraste contradicciones entre tus sentimientos hacia tu abuelo y tus sentimientos hacia el político?
- NL: Si, porque hay amor a pesar de las diferencias ideológicas. Además de que me parece un tipo muy inteligente y coherente con sus ideales, aunque estemos en veredas opuestas. Definirme peronista siempre me costó. Porque naturalmente yo lo asocio a la derecha, al conservadurismo rancio. Pero luego te encontrás con la calle y la multitud y el peronismo es completamente otra cosa, es condición de posibilidad, está vivo. Al hacer la película entendí que estaba trabajando con dos peronismos sin multitudes ni minorías.
- Hay una escena de Punta del Este, con la canzoneta italiana y el mar del fondo, que pareciera ser sacada de una película de mafia italiana. ¿Esa era tu idea?
- NL: Quien se ocupó de esas escenas fue mi abuela. Todo lo que ella filmó me permitió pensar su rol como acompañante. Además de mostrar la intimidad en el poder, toda esta primera parte posibilitó construir su personaje, adentrarnos en cómo ella vivió el ascenso político de su marido y qué cosas le estaban permitido ser. A través de cómo ella registra con su cámara podemos saber cómo siente, quién es. Más allá de esta generalidad, me interesa especialmente de esta escena lo artificial y forzado que se les armaba el ¨pasarla bien" en el poder. Casi como si el pasarla bien fuese por mandato u obligación. Como una forma vacía, incluso en la fiesta.
- También hay una escena en la que un padre obliga a su hija, pese al llanto, a montar a caballo.
- NL: Esta escena se puede pensar en relación a una anterior, en la que Labaké es agasajado con un asado en un campito del conurbano y hace una débil demostración arriba de un caballo. Intenta subirse pero le cuesta, es además un caballo al que le colocan en la frente una calcomanía con su apellido. Se podría pensar que subirse al caballo es signo de poder y afirmación, algo que a él le cuesta un poco. Mi abuela se burla detrás de cámara mientras lo filma. Volviendo a la escena de la niña que se ve obligada a cabalgar, es como que te digan "vos tenés poder sobre este animal, podés dominarlo". Pero claramente esa niña - una de mis hermanas- era consciente de no estar en condiciones para hacerlo.
- "Yo le he permitido hacer todo lo que ella quiso", dice tu abuelo sobre tu abuela.
- NL: Exacto. como si la mujer fuese propiedad del hombre. ¡Vaya esclavitud! Si lo pensás, también pasa lo mismo en la escena del caballo en el que el padre progre obliga a su hija a hacer algo contra su voluntad.
- Hay un contraste entre la política y la metafísica. ¿Cuál fue tu objetivo?
- NL: El objetivo no fue contraponerlos sino ver cómo una cosa es funcional a la otra. Me parece muy curioso el cruce entre política y religión que tiene el peronismo en todas sus versiones. Sucede que en la derecha peronista este cruce es un poco más obsceno. Hay una línea de pensamiento que atraviesa toda la película y es el cruce entre el cristianismo y el peronismo, no porque yo lo haya querido así sino porque es parte del discurso de mi abuelo para ganar unas elecciones como presidente del PJ en 1989. Luego esta condición religiosa, metafísica, se expresa en el presente bajo otras consignas; ya no está la fe católica, ahora se expresa en varios dioses, en las cartas de tarot, en las sanaciones con seres celestiales. No se puede gobernar haciendo conjuros. Y siguiendo esta línea, creo que política y religión debieran ser cosas completamente separadas o nos volvemos todxs fanáticxs y ponemos a Evita en una estampita en la heladera con un pañuelo verde y volvemos su lucha una imagen digerible y tranquilizadora en una realidad paralela.