Jesús López: film ganador del Festival de MDQ, del costumbrismo mágico al glifosato
La película de Maximiliano Schonfeld ‘Jesús López’ ganó el pasado fin de semana el Premio Latinoamericano del Festival Internacional de Mar del Plata, segundo lauro más importante del certamen, luego de la Competencia Internacional, en la que la iraní 'Hit the road' del reconocido Panah Panahi resultó ganadora.
El joven cineasta oriundo de Crespo (Entre Ríos) recibió la premiación frente a la playa Bristol en el cine teatro Auditorium, y entre los agradecimientos destacó sentirse emocionado por la aprobación la nueva Ley de Cine la semana pasada en la provincia vecina, algo que expresó que “ojalá las provincias que todavía no tienen una ley de cine puedan aventurarse a tenerla, así genera un fomento realmente federal, inclusivo y con perspectiva de género”. Para tomar nota en la cartera del ministro de Cultura Jorge Llonch en estos pagos.
En esta 36° edición del festival de cine más importante del continente resultó premiada esta película que roza entre el costumbrismo y lo fantástico de una forma magistral, con el valioso aporte de la –también entrerriana– escritora Selva Almada, considerada una de las escritoras recientes más importantes de Argentina y América Latina. El Premio ‘Astor Piazolla’ al Mejor Largometraje, fue junto a la justificación del jurado fue “por su valentía en sostener y seguir creyendo en un relato clásico, asumiendo las formas de su contemporaneidad, poniendo la brillante puesta en escena y la actuación al servicio del espectador”.
En la ceremonia, rodeado de su equipo técnico y sus dos protagonistas, un movilizado Schonfeld dijo: “Qué sorpresa y qué alegría. En primer lugar, gracias al festival, a los programadores por hacernos parte de esta fiesta. Gracias al equipo, que está acá presente, que nos han acompañado, a las productoras de Murillo Cine, que sin ellas era imposible hacer esta película que era una aventura”.
En el argumento de la película ganadora en cuestión, su protagonista Jesús López es un prometedor piloto de carreras que muere en un accidente de tránsito con su moto en plena vida joven. El otro protagonista es su primo Abel, un campesino solitario empieza a habitar los espacios de Jesús: se muda con los tíos, ocupa su habitación, viste su ropa y hasta se hace amigo de sus amigos y su novia. Pero la mímesis alcanzará límites imprevisibles, que lleva a una inesperada y misteriosa transformación. Enmarcada en un impreciso pueblo litoraleño de Entre Ríos, esta historia sucede durante el proceso de cambio de producción agrícola a mayor escala, con utilización de glifosato y la resistencia de algunos campesinos a esta nueva ola.
La historia cumple con un tempo propio muy particular, con atmósferas enrarecidas y a su vez una rápida identificación con los vínculos de esta familia atravesada por un duelo, donde sin embargo no hay drama sobrante, y donde aparece un guiño certero a las creencias populares y religiosas para marcar el tono místico de la narración.
Un mano a mano litoraleño
Este medio buscó conocer en profundidad y de primera mano la cocina de la película premiada, que se llevó el entrerriano Schonfeld, y en un mano a mano obtuvo algunas respuestas enriquecedoras, y que dejan con ganas de una producción de un libro en ciernes, ya que el propio director adelantó: “junto a Selva Almada estamos editando algunas de las escrituras sobre los personajes del film, trabajando en un posible libro sobre ese universo”.
La trama me remitió a los simbolismos del Gauchito Gil y a las creencias religiosas de esta región litoraleña. ¿Cómo surgieron esos condimentos en el guión para dar misterio al relato?
La verdad no me había puesto a pensar en el Gauchito, pero ahora que lo decís hay algo de eso, de un santo salvaje, quizás algo despiadado muy arraigado al paisaje. Creo que los santos populares son constitutivos en las forma de ser de los litoraleños.
Con respecto al misterio siempre hubo varias capas dando vueltas. Por ejemplo una idea que trajo Selva de que los que murieron jóvenes tienen envidia de los vivos y no se quieren ir y entendíamos que el personaje de Jesús todavía podía estar ahí dando vueltas, molestando a los demás o queriendo tomar el cuerpo de alguien para estirar su vida. También la sensación de peligro permanente que implica jugar con la velocidad, como si la vida necesitaría de esos momentos para que tenga un sentido. Al menos en los pueblos lo veo así.
¿Cómo fue trabajar en el relato junto a Almada, que es también entrerriana, cuyo universo creativo tiene tanto de misterio como de regionalismo?
Selva trabajó a los personajes de una manera literaria, escribiendo pequeños relatos de cada uno de ellos. Esos relatos tenían un aire muy poético pero también describían algunas escenas que no estaban dentro de la narración principal y esas derivas les daban cuerpo a los personajes más allá de la película. Yo intentaba encauzar todo eso y darle un pequeño arco dramático y “rellenar” las partes para que se entienda la historia.
El contexto de la historia es muy representativo de la vida rural litoraleña, y hay un diálogo donde se sugiere la resistencia al cambio productivo del glifosato. ¿Por qué se pensó en ese contexto para narrar la historia?
Yo creo que es la gran tragedia de nuestra provincia. De verdad pienso que la agricultura industrial es un genocidio silencioso. Las tierras están envenenadas, los arroyos también, la gente en los pueblos muere de cáncer, el estado permite el desmonte. Para mí es imposible hablar de los pueblos de mi provincia sin este contexto. Creo que es un tema que atraviesa todas mis películas, quizás de una manera tangencial, pero constante.
Este film fue atravesado por la pandemia. Contá esa experiencia tan particular, en la que debieron sumar protocolos y burbujas, aunque también esa suerte de espera los hizo mejorar la producción, al sumar en el rodaje un subsidio internacional en el camino.
Sí, tuvimos que parar en la tercera semana de rodaje y luego retomamos ochos meses más tarde, el verano pasado. Por suerte en ese momento habían bajado los casos y pudimos trabajar muy cómodos, pero obviamente con los cuidados necesarios y haciendo burbujas con actores y equipo.
En el medio del parate ganamos un fondo del Centre National du Cinéma et de L'image Animée (CNC), que es un fondo muy importante de Francia y sin eso hubiese sido imposible terminar la película.
Este dinero se concede a proyectos de largometrajes extranjeros que buscan el apoyo de coproductores franceses. En 2021, tuvo un presupuesto total de 6,4 millones de Euros. Cada año se organizan cuatro sesiones, apoyando unos 50 proyectos, uno de ellos fue el film entrerriano ‘Jesús López’.
Al la izquierda un feliz Schonfeld junto al actor Lucas Schell, que interpreta a Jesús en el medio, y una de sus productoras a la derecha.
Otra participación con un cortometraje
Además de “Jesús López”, en el Festival de Mar del Plata participó otro film de Maximiliano Schonfeld. Se trata de “Luminum”, que participó de la competencia En Tránsito Work in Progress.
En el argumento de esta película, Silvia y Andrea son reconocidas ufólogas y son también madre e hija. Juntas llevan adelante un grupo de investigación del fenómeno ovni y montan guardia persiguiendo las luces sobre el río Paraná.
Luminum es un documental sobre ciencia y también sobre ficción, de personajes espejados que se conectan con la materia viva de la humanidad: la amistad.
Maximiliano Schonfeld nació en 1982 en Crespo, y estudió cine y TV en la Universidad Nacional de Córdoba y luego se graduó en la ENERC. Entre sus largometrajes se encuentran Germania (2012), La helada negra (ganadora de la sección Work In Progress en la 30° edición de este Festival) y La siesta del tigre, que participó de la Competencia Argentina en la edición 31° del mismo.