¿Y ahora qué pasa, eh?
La remozada comunión de Cristina, el peronismo y las multitudes en la calle. De regreso a octubre: ¿ese río caudaloso encontrará cauce electoral? La importancia de los candidatos: Rosario y Santa Fe. Política y naturaleza, asuntos separados.
El mar de gente que el miércoles inundó la Plaza de Mayo y alrededores despejó varios interrogantes que venían in crescendo vertiginosamente: ¿el peronismo mantiene su histórica capacidad de movilización popular? ¿sigue siendo esa fuerza la más nítida identidad política por la positiva en multitudes significativas? ¿el sistema democrático argentino del siglo XXI aún es cristinocéntrico? La respuesta en todos los casos es sí.
En efecto, no hay ningún espacio que se le acerque ni de cerca al octogenario movimiento nacional y popular a la hora de poner muchedumbres en la calle. Está en su ADN, es su marca originaria. No hay peronismo sin ocupación masiva y tumultuosa del espacio público. No sólo por la gimnasia de sus estructuras sino también por los perucas sueltos que gustan de hacerse oír en las plazas blanquicelestes.
Con la renovación programática e identitaria que trajo consigo la dupla pingüina, se actualizó el sentido de pertenencia de millones de argentinos al vasto, heterogéneo y, por qué no, contradictorio continente político que fundó aquel coronel de sonrisa pícara en la década del 40. Con todos los abollones, y pese a la apresurada extensión de infinitos certificados de defunción, sigue vivo.
Y en el corazón de ese maremágnum, Cristina. La ratificación de la condena y la virulenta puja por sus condiciones de detención oxigenaron su estrella, cuyo brillo estaba en descenso. Otra vez, todos los planetas de la política argentina volvieron a orbitar alrededor de ella, el sol de todos los amores y odios.
Ahora bien, mientras continúan las réplicas sísmicas del 18 de junio, la pregunta inevitable se expande como mancha de petróleo en el océano: ¿Y ahora qué? Tiene consecuentes subpreguntas: ¿Máximo fue ungido heredero político? ¿Hasta cuándo tiene vigencia el tándem con el otrora furioso enemigo Sergio Massa? ¿La demolición de Axel Kicillof persiste con prisa y sin pausa? ¿El interior también existe?
Hubo el miércoles en las cientos de miles de personas que ganaron la calle la obvia unanimidad en la defensa de Cristina, pero también existió una redonda demanda de unidad. A la base panperonista le irrita la interna sin fin a cielo abierto y no está claro que las cúpulas dirigenciales hayan tomado nota al respecto. Tal vez creen que la soga jamás se va a cortar aunque se tense al extremo. Puede fallar.
El reclamo generalizado de unidad no significa que los dirigentes estén juntitos y se saquen selfies para las redes sino que haya allí una mirada estratégica para la edificación de una alternativa con vocación de poder y capacidad de gobierno. Una propuesta sólida, en definitiva, para contraponer al modelo de la motosierra.
Esa infraestructura política necesita, de manera urgente, candidaturas que lo expresen de manera competitiva. No sólo en la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires sino en todo el país. El caso de Santa Fe es revelador en ese sentido: aún en medio de las cenizas del cataclismo electoral de 2023, emergieron figuras de singular fortaleza en las urnas que se aprestan a pelear con buenas chances el próximo domingo las dos ciudades más pobladas de la Invencible.
“Tardará más o menos tiempo, pero el pueblo es como un río. Se le ponen piedras, se puede desviar el cauce, pero el agua pasa”, rmetaforizó Cristina en varias oportunidades durante estas jornadas de agitación. Ella, más que nadie, sabe que esas vertientes caudalosas no se acomodan solas por obra de la naturaleza sino que allí juega la mano constructora de la política popular.
No fue, no es y no será magia.