Este miércoles el Senado argentino aprobó la polémica Ley de Regulación de Inversiones y Gestión de Intereses (RIGI), que ha sido criticada por permitir a millonarios extranjeros explotar nuestros recursos con pocas restricciones. Aunque nos guste pensar que somos pioneros, en realidad nos estamos alineando con países como Angola y Nigeria, donde legislaciones similares han permitido un saqueo sistemático de sus riquezas naturales.

Angola: La Trampa de la Inversión Extranjera

En Angola, la legislación sobre inversiones busca atraer capital extranjero, presentándose como una solución para el desarrollo económico. Sin embargo, la Ley de Inversiones Privadas de 2015, que se dice que promueve la diversificación económica y la mejora de las condiciones de vida, en realidad ha servido para abrir las puertas a inversores extranjeros sin un compromiso real con el bienestar del país. A pesar de estas inversiones, más de 15,1 millones de angoleños vivían en la pobreza extrema en 2022, subsistiendo con apenas 1,90 dólares diarios. El salario medio es de 21.454 Kwanzas o 22.639 pesos AR, una cifra que evidencia la profunda desigualdad y la ineficacia de estas políticas para mejorar las vidas de los ciudadanos comunes.

Nigeria: Exenciones Fiscales y Pobreza Persistente

Nigeria ha seguido una ruta similar, ofreciendo exenciones fiscales para atraer a empresas en sectores como el vidrio, fertilizantes y acero. Sin embargo, estas políticas no han logrado sacar a la mayoría de la población de la pobreza. El salario mínimo en Nigeria es de apenas 25.000 nairas unos 31.000 pesos AR, reflejando una vez más que los beneficios de estas inversiones rara vez llegan a los trabajadores. En cambio, los millonarios y las corporaciones extranjeras se llevan la mayor parte del pastel, dejando a la población local en condiciones precarias.

Argentina y la Ley RIGI: ¿Un Futuro Semejante?

La aprobación de la Ley RIGI en Argentina nos pone en el mismo camino que Angola y Nigeria, permitiendo que los millonarios extranjeros vengan a hacer lo que quieran con nuestros recursos. Esta legislación, presentada como una herramienta para el desarrollo económico, corre el riesgo de repetir los errores de estos países africanos, donde la inversión extranjera ha significado más explotación que progreso.

Esto no es África

La Ley RIGI en Argentina, lejos de ser una medida de progreso, puede convertirse en un mecanismo para el despojo de nuestros recursos naturales, beneficiando a unos pocos a expensas de la mayoría. La experiencia de Angola y Nigeria muestra que tales políticas no necesariamente mejoran las condiciones de vida de la población y pueden, de hecho, exacerbar la pobreza y la desigualdad. Es crucial que Argentina evite estos errores y asegure que cualquier inversión extranjera beneficie a todos los argentinos, no solo a una élite privilegiada. La historia nos advierte: sin las salvaguardias adecuadas, la Ley RIGI podría llevarnos por un camino de saqueo y explotación, dejando a nuestra nación más empobrecida y dependiente que nunca.