Una condena a prisión para la pareja de un hombre detenido le puso el broche a una historia de emprendedorismo carcelario, aunque ilegal a todas luces, que reveló hasta dónde caló la venta de drogas al interior del ámbito penitenciario en Santa Fe.

El juez de primera instancia Ismael Manfrín convalidó este martes el acuerdo entre fiscalía y defensa para condenar a Celeste Barjollo a 4 años de prisión por asociación ilícita para el comercio de estupefacientes dentro de la Unidad Penitenciaria N° 11, en la localidad de Piñero.

La estructura de narcomenudeo la lideraba Gastón Schneider, un detenido vinculado al clan Los Monos, con poder en barrios del sudeste de Rosario como Saladillo, La Paloma, La Carne, Molino Blanco y Roque Sáenz Peña.

Cuando la detuvieron en julio pasado a Barjollo, la policía le decomisó una máquina para contar billetes, 244000 pesos, 1800 dólares, un Peugeot 308 y un Volkswagen Vitrus, entre otros bienes.

El fiscal Franco Carbone imputó a Barjollo la responsabilidad de esta asociación criminal abocada a “multiplicidad de delitos contra las personas, la propiedad, la seguridad pública y  la administración pública, materializados a través de hechos dolosos de tentativas de homicidio, portación de armas de fuego de diverso calibre, tanto de uso civil como de guerra, abuso de armas, daños, robos, amenazas y encubrimientos de hechos precedentes cometidos por miembros de la organización y por terceros ajenos a ella”, enumeró. 

La investigación detectó la primera acción de esta banda el 4 de setiembre de 2022, cuando mataron Jonatan Nicolás Schneider, tío de Gastón. Desde entonces, estos nombres sonaron vinculados a usurpaciones, aprietes a víctimas para que entreguen dinero o bienes, persecución de miembros de organizaciones delictivas rivales en los barrios referidos del sur rosarino.

Todavía hay unas ocho personas prófugas y con pedido de captura en firme. Pero su líder, Schneider ya cumple condena en Piñero, y desde allí comandó un negocio de narcomenudeo con la propia población carcelaria como clientela cautiva. Así convino con otro recluso, Brandon Aramburu -relacionado con otro pesado del hampa, Luciano Cantero-, para que este pusiera a su pareja, Celeste Barjollo, a trabajar para ellos.

Schneider se aseguraba el ingreso de droga al penal a través de familiares de visitas que el personal penitenciario no pudo o no quiso advertir. Distribuía esa mercancía entre los presos del pabellón, a precio superior al de la calle dada la escasa oferta disponible que hay intramuros.

Aramburu aprovechaba su condición de delegado de pabellón y cierto privilegio en el trato con los guardiacárceles para facilitar este mercadeo. Relató el fiscal Carbone: “Ingresaba semanalmente a través de mujeres visitantes de otros internos que se encontraban cursando un embarazo, la cantidad aproximada de 100 grs de cocaína y 100 grs de marihuana. Luego de fraccionarlo para el menudeo, Brandon Aramburu comercializaba dicho material estupefaciente, el cual era adquirido por los habitantes del pabellón. El pago de dichas compraventas se realizaba mediante transferencias bancarias a las cuentas virtuales de Celeste Evelyn Barjollo, pareja de Aramburu, quien en dicho período recibió la cantidad de 1.071 transferencias efectuadas por 66 personas vinculadas a 50 internos del pabellón 6 de la Unidad Penitenciaria N° 11 de Piñero, por un monto total de $14.309.771”.

Quien cobraba esas transacciones era Barjollo, a través de transferencias por Mercado Pago y otras billeteras virtuales. Así llegó a acopiar $14.309.711, tal la cifra que encontró el fiscal cuando mandó a intervenir las cuentas de la mujer.

Barjollo luego enviaba por whatsapp los comprobantes de las transferencias que recibía. Hay documentación que prueba esto entre setiembre de 2022 y marzo de 2024 al menos.