Con sus ahorros pusieron un bazar y se lo quemaron con una bomba Molotov
El ataque incendiario destruyó el local y la mercadería. Era el único negocio de su tipo en el barrio, en Rouillón y Seguí. Los vecinos ayudaron a los Bomberos a apagar el incendio. Ahora Paula y su marido sueñan con reabrir el negocio.
El olor que queda después de un incendio es difícil de olvidar. Y se siente fuerte en este local de Rouillón y Seguí, en la esquina donde funcionaba el bazar de Paula al que prendieron fuego hace pocas horas. Ahora, en la mañana del viernes, ella misma sigue sacando trastos incinerados a la vereda mientras habla con el móvil de la Sí 98.9: "Yo estaba en mi casa y me llaman los vecinos tipo once y media de la noche del miércoles, llorando. Me decían que viniera volando, que me habían prendido fuego el negocio. Llegó mi marido rápido con mi hija más grande y ya estaba casi todo así. Lo que nos salvó que no fuera peor fue la ayuda de los vecinos, que antes de que lleguen los Bomberos, intentaron apagar el fuego con baldes y mangueras".
El negocio de Paula y su marido se llama "Los Belgranos". Ahora no queda nada, apenas una cafetera y algunos vasos cubiertos de hollín. Pero hasta la noche del miércoles acá funcionaba el único bazar del barrio. Acá enfrente están los Fonavi que fueron pintados durante la época del Plan Abre. En esa oportunidad también se pusieron nuevas paradas de colectivos, se mejoró la iluminación y el pavimento de Rouillón, que tiene ahora también una bicisenda. "Es el bulevar Oroño del Far West", decían irónicamente algunos vecinos, agradecidos por cada obra pública que se acuerda de esta parte de la ciudad.
Por acá vive Paula, que había atendido durante varios años una panadería en el centro, cerca del Colegio San José. Su marido es paquetero. Cuando empezó la cuarentena en marzo de 2020, ella estaba sin trabajo y él hacía viajes a Neuquén, con un Mercedes Benz 1114. Unas semanas después de iniciada la pandemia, con la actividad laboral paralizada y sin poder viajar, se animaron a alquilar la esquina de Rouillón y Seguí, donde antes había funcionado una carnicería, para poner un bazar como inversión de todos sus ahorros.
Paula lo cuenta en la Sí: "Empezamos como bazar, pero después se fue haciendo casi un polirrubro. Teníamos cosas de librería, algunos electrodomésticos, descartables, accesorios para celular, todo lo que la gente iba pidiendo. Todo eso lo perdimos, sin contar lo que fuimos haciendo para poner las estanterías, pintar todo, decorar. No tenemos idea quién puede haber sido, porque no tenemos problemas con nadie".
Algunos vecinos hablan con el móvil de la radio y ratifican la idea. "Paula y su compañero atendían a toda hora, habían puesto un negocio muy lindo, que tenía un montón de cosas que antes acá no se conseguían. Ojalá puedan salir adelante ahora, después de lo que les pasó", dice una señora. Y fuera de micrófono comenta que el barrio está pesado con el tema robos, que a los automovilistas muchas veces les sacan el celular mientras esperan en el semáforo y que el móvil de la policía no parece ser impedimento para que eso pase.
Del lado oeste de Rouillón, en la misma esquina, hay una cámara tipo domo, de esas que registran todo lo que pasa con una filmación en 360º. La filmación del atentado contra el negocio de Paula tiene que haber sido grabada. Lo cierto es que a esa misma hora, medianoche de miércoles, había también un móvil policial que no hizo nada. "Supuestamente, porque tienen que cuidar a los taxistas. Pero se la pasan mirando el celular", relata otro de los vecinos.
Paula y su marido esperan que ahora la Provincia y la Municipalidad puedan darles alguna ayuda para reabrir su negocio. Y apelan también a que otros problemas del entorno se puedan resolver.
Tendrán paciencia, como el señor de boina que vio llegar al móvil de la Sí 98.9, parado en la esquina con los pañuelitos de papel que vende "a 100 pesos el paquete de 6". Tiene puesta una camiseta de Boca Unidos de Corrientes porque nunca se olvidó de la tierra de la que vino: "No me hice de Newell's, ni de Central. Sigo queriendo mi cuadro de allá. Soy correntino y vine de Paso de los Libres en el '81. Trabajé hasta 1989 en el frigorífico Swift. Y de ahí para acá no conseguí nunca más un trabajo en una fábrica. Hace ya mucho que me dedico a la venta ambulante. Pero el año que viene, si Dios quiere, podré cobrar la jubilación. Vivo acá a unas cuadras y sí, está dura la mano", cuenta. Una postal de las tantas que pueden encontrarse en estos rincones de Rosario que no tienen el glamour de las peatonales, pero que están llenos de historias.