El Consejo de los Niños: ejemplo de democracia con 27 años de historia
La ciudad de Rosario tiene desde hace 27 años al Consejo de las Niñas y los Niños como usina creadora de acciones para mejorar sus espacios y la convivencia en ellos. Para los despistados que aún no lo conocían, se trata de los chicos aportando, a lo largo de generaciones, políticas e ideas para la ciudad: el Día del Juego y la Convivencia, Mil grullas por la paz, la campaña para "rescatar las palabras amables", y ahora van por la ejecución de La bici en tu bolsillo y los miradores de Ciudad Humedal.
En el cruce de la avenida Cándido Carballo con el inicio de la Vélez Sarsfield, justo frente al Barquito de Papel, se emplaza un chalet de jardín rodeado de árboles y flores. En el medio, una casona colorida que supo ser estación ferroviaria y ahora es la Estación Embarcadero, el espacio cultural donde se reúne cada año el Consejo de las Niñas y los Niños.
Este año el país cumple cuatro décadas de continuidad democrática tras la Dictadura Cívico Militar, una realidad que aunque se piense en el día a día como obvia, está lejos de serlo, y los ejemplos en otros países del mundo abundan. Rosario respira ese espíritu democrático en sus plazas y parques, vecinales y presupuestos participativos, y tiene en el seno de sus prácticas saludables al Consejo de Niñas y Niños, un eje primordial que lleva vigente 27 años, de esos 40 de democracia, pensando proyectos ininterrumpidamente para aportar a una vida más amable en la ciudad, en convivencia entre sus espacios públicos.
Durante los primeros años llegaron a ser 150 los niños y niñas de entre ocho y once años, repartidos en varios consejos por la ciudad en coordinación con las escuelas, que elegían a los alumnos consejeros. Con la llegada de la Calle Recreativa, hace 11 años, se abrió a una participación voluntaria cuando las familias descubrían el lugar, y luego se sumaron las redes sociales. “Esa democracia que antes veíamos unida a las escuelas, también la tienen las redes, que permiten que llegue a mucha gente de los barrios. A las escuelas, las vecinales y colectividades llega la invitación también, pero ahora se anota quien tiene el deseo”, reflexionó Mery Affranchino, una de las gestoras de la primera hora y que vivió cada etapa. En pandemia el Consejo se volvió virtual, y tras el regreso a la presencialidad se restauró un fuerte vínculo con los pequeños consejeros.
"Es un consejo con S porque su rol es de aconsejar al Municipio con sus proyectos, que luego éste ejecuta”, explicó la directora Espacialidad Cultural Pública, Carolina Balparda, en diálogo con Rosarioplus.com. Según la directora, “incorporar la mirada de los chicos a la agenda de políticas públicas es imprescindible. Hemos aprendido mucho a lo largo de los años, sobre todo a comprender que la ciudad puede ser mejor si se aplican soluciones para cuidarlos y a su vez para brindarles autonomía”. Balparda recordó que en uno de los consejos un niño dijo “cuidemos lo público, para algunos es lo único”. “Le doy una vueltita más, que para mí lo público no solo es lo que no se tiene en otros espacios sino que es irreemplazable por cualquier espacio privado para la vida en democracia en la ciudad”, agrega ella.
El Consejo es un aprendizaje de convivencia con las miradas ajenas, donde se debaten las ideas que surgen de cada consejerito y luego son de todos. Cada cual aporta distintas facetas en el debate, para que luego pueda ser presentada al intendente de turno, quien los recibe cada fin de año y luego ejecuta. Más espíritu democrático, no se consigue.
El proceso creativo de los consejeritos
Arturo Gimelli es uno de los coordinadores del Consejo y junto con Mariu Ortenzi llevan la posta de cada año, coordinando visitas a lugares de la ciudad y el armado de actividades. Sobre esto, precisó: “Las primeras actividades son para que los chicos se constituyan en un grupo social. Luego pensamos a qué lugares llevarlos, que llamamos consejos ampliados, sea un espacio público o privado. Pensamos que para que los niños sepan qué ideas aportar como consejeros, primero deben conocer la ciudad, ver qué le falta y qué le sobra”.
A lo largo de todo el año, desde marzo a diciembre, las y los consejeritos van recorriendo diferentes lugares. Gracias a ese recorrido y al encuentro con sus pares, a fin de año presentan su proyecto consensuado, bajo la idea de que “la voz y mirada de los chicos impregne un poco la política pública y esté visible en el espacio público. La propuesta final aparece como cualquier proceso creativo, con etapas en que se sacan y agregan cosas, es un trabajo cooperativo”.
Sobre el final del año se va afinando la propuesta. “Como la idea de estos proyectos es que se apliquen en espacios públicos, (nosotros dependemos de la Secretaría de Cultura) muchas veces trabajamos en conjunto con otras áreas municipales, y así los chicos entienden las dimensiones de esta ciudad”, aseguró Arturo.
Algunas de las ideas más afamadas
El primer proyecto aportado por el Consejo fue el ya clásico Día del Juego y la Convivencia, que se celebra el primer miércoles de octubre de cada año. Es un día en que ciudadanos y ciudadanas de toda la ciudad se convocan “a jugar como otra forma de convivencia en democracia, en todos los distritos, escuelas, bares y veredas”, de todas las edades. “Jugar y convivir son verbos de la democracia. Juguemos en nuestros distritos, barrios, plazas, escuelas, en nuestras veredas”, propone una folletería que está dividida en cuatro partes y contiene un instructivo para ser transformada en un molino de viento recortando sus puntas.
El reconocido proyecto Mil grullas por la paz fue el segundo proyecto del Consejo. Desde 1999 un grupo de voluntarios enseña a crear origamis de grullas como una forma de llamar a la paz en la ciudad. Esta acción se replicó de Hiroshima, ciudad objeto de la primera bomba atómica en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
Otro proyecto muy disruptivo fue poblar la ciudad nuevamente de mariposas, especie que se extinguía por estas tierras producto de la contaminación y los factores ambientales citadinos. ¿Y si llenamos la ciudad de mariposas?, fue la propuesta, para recuperar finalmente el paisaje nativo. Caro Balparda consideró que aquel proyecto fue “filosófico desde un lugar genuino y sencillo, ya que además de lo ecológico pensaron sobre dar lugar a la fragilidad en la ciudad que a veces te lleva puesto”.
El proyecto que se propuso pospandemia, en 2021, fue recuperar la calle con movilidad. Entonces surgió “La bici en tu bolsillo”, con la idea de la bicicleta pública a escala niño en el sistema de bicicletas públicas de la ciudad, con bicicleteadas solo para niños y niñas. “Ahora están por salir esas bicicletas. Ya fueron testeadas y probadas por los consejeros. Ahora pasó por evaluaciones de seguridad. Estamos próximos a largarlas en estos próximos meses, en principio con dos estaciones cercanas entre sí, con una bicicleteada en la primera mitad del año”, adelantó Arturo.
“Fue casi una cuestión lógica que la población que estuvo más encerrada, las infancias, pida salir a la calle, recuperar la calle. Que esto ocurra en el aniversario de la democracia y ellos puedan circular libres por la calle es una idea redonda”, manifestó el coordinador con entusiasmo. Para esta propuesta, desde el Consejo se trabajó en conjunto con el Ente de la Movilidad, con Calle Recreativa y la Secretaría de Deporte y Turismo.
En 2022, tras meses y meses de quemas en las islas, surgió el proyecto “Ciudad humedal, el paisaje de nosotros”, donde los chicos plantean recordar que somos parte porque la ciudad fue construida en el humedal. Y no preocuparse solo cuando hay quemas. Entonces plantearon “poner miradores en la franja del río, donde se pueda ver las islas pero también darlos vuelta para ver la ciudad".
Una idea de Tonucci, en escala rosarina
Mery Affranchino vio nacer la Ciudad de los Niños hace 27 años, cuando se armó una red de madrinas y padrinos. Ella fue años después una de los coordinadores de los Consejos, y en los últimos años fue quien dirigió el proyecto. Si bien su jubilación llegó en diciembre pasado, sigue ligada con el corazón en este espacio donde pasaron tantas generaciones de niños y preadolescentes.
“Se pensó este lugar tomando ideas educativas del pedagógo italiano Francesco Tonucci, pero retrabajadas para esta ciudad tan grande, con Chiqui (González), Élida (Rasino) y el equipo de secretarios de la gestión de Binner cuando era intendente. En esta casa vivía el jefe de estación de trenes con su familia, y se hizo un contrato para su utilización, y luego se hizo el primer llamado a los niños para proponer proyectos públicos para la ciudad, empezando a pensarlo desde todos los puntos de la ciudad, aunque comenzó desde el Distrito Norte Villa Hortensia”, recordó.
El proyecto se extendió a medida que avanzaba la descentralización y se crearon los demás distritos. En sintonía, se pensaron más lugares de los barrios para que se hagan consejos de niños. “Lo fuimos transformando y pensando, porque nuestro vínculo con las escuelas nos parecía un eje democrático. Con los años evaluamos que muchas veces cuando los niños venían a través de las escuelas, llegaba sin saber demasiado a qué venían. Y en la experiencia empezamos a ver que los niños más traviesos son los productores de ideas maravillosas. Cuando vinieron estos niños que no son los mejores alumnos, vimos que eran naturalmente pensadores de ideas para la ciudad”. Ahora del Consejo participan los niños que quieren y la inscripción es por un formulario online cada año.