Empujados por Spregelburd, tres rosarinos analizan los límites del arte
"El fin del arte", obra del reconocido dramaturgo Rafael Spregelburd, se presentó en Rosario. Y la pregunta quedó sobre la mesa: ¿Cuáles son los límites del arte? Una docente, una artista y el director del museo Castagnino+Macro respondieron a esa pregunta, en diálogo con Rosarioplus.com
La pieza teatral El fin del arte de Rafael Spregelburd se presentó la semana pasada en Rosario. La obra toma como punto de partida la conocida historia de una octogenaria que restauró en forma casera la pintura conocida como Ecce Homo, lo que generó revuelo en el mundo del arte, porque los expertos lo consideraron un acto de "profanación”. Diferente fue la respuesta del resto de la sociedad: la obra "restaurada" por la mujer generó miles de visitas de turistas curiosos, se generó merchandising propio del "error", se lo tomó como eje de tesis, documentales y hasta de una ópera.
La gran pregunta que sobrevuela en la escena de Spregelburd, en sus propias palabras, es "si este acontecimiento en la historia del arte que fue el error en la restauración de una obra tradicional genera algún giro paradigmático en ese peso sacro con que se nos presenta el arte ó no cambia nada". Entre los temas que pone en dudas el autor e intérprete están los límites del lenguaje, los del saber académico y el entusiasta, en busca de “asustar al poder de turno, una burla a los críticos del arte, al enfrentarlos con el vacío de la frontera entre lo que es arte y qué no tras el hecho de que nunca antes alguien osó pintar arriba de un fresco”, destacó luego en una conversación pública con la curadora Sandra Contreras.
¿Cuáles son los límites del arte, si acaso existen? Tres rosarinos que asistieron a la obra de Spregelburd respondieron a esa pregunta, en diálogo con Rosarioplus.com: la narradora y licenciada en Letras Virginia Ducler, la docente universitaria y doctora en Comunicación de la UNR Sandra Valdettaro, y el director del museo Castagnino+Macro (también artista y arquitecto) Raúl D’Amelio.
Recién asumido en su rol como director de estos dos museos grandes del arte local, D’Amelio reconoció que “muchos planteos de la crisis del arte son los que se debaten dentro del plantel del Museo de Arte Contemporáneo", a la vez que reconoció que “éste es el museo más artístico, pero quiero traer lo social, porque los museos de arte se deben un compromiso con su comunidad, con los valores sociales, políticos y la realidad que los circunda, para convocar a nuevos públicos. Esa es mi meta para la programación de 2018”.
Según su experiencia como artista plástico, D'Amelio aseguró que "lo que es arte y lo que no nunca se termina de definir", y de esta forma entiende que "el giro paradigmático viene dando vueltas por los museos desde hace un tiempo, refiere a que algo más debe pasar, y a que el arte dejó de ser una cosa autoreferencial y ser más colectivo".
El director del Macro consideró que el gran tema a debatir para los museos es cómo operar frente a esta realidad, y qué consideran es arte y qué no: "Los museos tenemos un rol fundamental en este punto, transmitir los contenidos a otros, promover debates y hacer participar al público".
La docente de la Facultad de Comunicación, Sandra Valdettaro, no estuvo de acuerdo con D'Amelio en la idea de que este debate sea contemporáneo. "Fue con la llegada del dadaísmo con Duchamp que se puso en duda qué es arte y qué no. El museo sigue siendo una institución que define lo que es el arte, pero son viejas las paradojas. Y la obra vuelve al debate figurativista de la habladuría académica de la que se mofa".
En cuanto a la obra de Spregelburd, Valdettaro reconoció como original el formato de micro obra en medio de un museo de arte contemporáneo "donde se plantea un dialogo de dos actores y gire en torno a la imposibilidad de definir las cosas. El cierre de la obra tiene que ver con eso, esa pregunta que no se responde, y el sujeto queda en vacío. El eje de la obra es el vacío de sentido, es la duda en la imposibilidad de definir, debemos asumir aun los docentes que no sabemos, y desarmar el mito de lo académico como un lugar de saber".
La docente aseguró que el valor del planteo en la obra reside en que "es una parodia sobre la cuestión profesoral, ya que se ríe de ciertos vicios argumentativos", y propone que lo académico puede dejar de ser un lugar del saber para ser "un lugar de pregunta, conjetura, al modo dialéctico de los griegos".
Sobre el planteo de las fronteras en el arte contemporáneo Valdettaro planteó: "Las hibridaciones del lenguaje nuevo se relacionan también con lo artístico: las redes sociales, los tatuajes, el street art ó la estética publicitaria. Esto acerca a que la sociedad consuma diseño y arte como nunca antes. Arte BA es una muestra de ello".
Finalmente, la narradora Virginia Ducler reflexionó que "la restauración del Ecce Homo no es arte en sí, porque la señora no es artista, sino que quiso ayudar con ingenuidad, y con el gesto sacó una obra oculta y generó esta movida mundial, y cuando pasan estas cosas es porque había una necesidad muy grande de un cambio. Y ya que Spregelburd lleve esta obra teatral por el mundo es que algo está cambiando".
Eso no significa que el arte realmente deje de existir, expresó: "Es una boludez proclamar la defunción del arte. Lo que sí existe desde hace un tiempo es la desacralización del arte como algo intocable, algo irreverente en general sobre el saber del iluminismo. El título de la obra de Spregelburd, El fin del arte, no puede no remitir a su doble sentido, y en mi opinión justamente el arte no debe tener ningún fin, y por eso es absurdo el titulo ya desde su inicio. Si genera un cambio es un efecto no buscado, ya de la comunicación en vez del arte".
Para graficar su idea, la escritora precisó que desde su profesión no interesa qué dice la escritura, sino su voz, el tono: "Escribo sin finalidad, no para comunicar algo. El que busca comunicar no es escritor, es comunicador", al tiempo que recordó una frase de Alain Robbe-Grillet: "El escritor genuino no tiene nada para decir. Tan sólo posee una forma de hablar”.
El fin del arte es una obra escrita y dirigida por Rafael Spregelburd, interpretada por él junto a Andrea Garrote, Alberto Suárez y Sofía Brihet, y curada por Federico Baeza. La obra se presentó en el marco de la muestra rosarina Mínimo teatral de las artistas Irina Garbatzky y Fernanda Pinta, que busca "explorar las resonancias de un mínimo teatral en el arte contemporáneo, apuntando a distintos momentos de apropiación de lo escénico", y que continúa hasta el 20 de agosto en los salones del Museo de Arte Contemporáneo.