El fin de semana pasado, el DJ argentino Hernán Cattaneo se presentó como cada año en una serie de dos shows en Forja Centro de Eventos, en el barrio de Talleres de la ciudad de Córdoba. Durante la fiesta, la fan de Misiones, Mara Alejandra Pereyra de 37 años, se descompensó y tuvo que ser trasladada a un hospital donde finalmente falleció el miércoles temprano. Según declaraciones de su pareja y reconstrucción de los hechos, Mara había ingerido una pastilla de éxtasis.

En cada uno de estos tristes sucesos de muertes vinculadas con el consumo de estupefacientes, las noticias afloran en distintos portales: primero se informa lo que pasó brevemente, con lo que se sabe. Luego, en busca de generar clicks a través del morbo y la lástima, se van armando otros artículos analizando la vida y conducta de la víctima. Se revisan sus redes sociales, se le pide a un periodista local que vaya a tocar la puerta de los familiares de duelo para lograr un testimonio, un párrafo más que alimente el estigma.  

Leí varias de esas notas en los principales medios del país. En todas, de una forma u otra, se repiten ciertos patrones: primero, a través de hurgar en la vida de Mara, se responsabiliza a la víctima por sus elecciones y preferencias nocturnas. Luego también se analiza la influencia del entorno, en este caso el novio que la acompañaba y consumió con ella. Por último se repasa el prontuario de la productora y sus representantes y se contabilizan los muertos históricos de la producción. Pero nunca, en ninguna nota de este estilo, se aborda la responsabilidad del Estado y se plantea la necesidad de una política de control y reducción de daños a nivel nacional.

Yo estuve ahí

Yo estuve en la misma fiesta que Mara. Los medios que cubren la nota no especifican en cuál de los dos shows estuvo ella, pero por las fechas intuyo que la segunda. No importa porque yo estuve en ambas y sé lo que pasó cada noche. Estaba trabajando, cubriendo el evento como periodista. Lo recorrí complementamente: estuve en la entrada general, en los baños del VIP, al frente del escenario y también pasé por cada uno de los siete puestos de hidratación. Sé que en la segunda noche hubo más gente que en la primera. Estuve en los controles exhaustivos del ingreso y los vi también dentro del Forja. Sé que había equipos de emergencias entre el público que tenían chalecos naranjas y linternas rojas. Estaban en permanente contacto con otros miembros, ubicados en plataformas en altura, distribuidas estratégicamente en todo el predio con el fin de tener una visión panorámica de la pista. Bastaba que algún miembro del equipo de prevención agitara la linterna roja, para que un grupo de tres o cuatro saliera a buscar a la persona que se sentía mal. También sé que la buscaban hasta que la encontraban.

He estado en otras fiestas, en muchas. En un montón donde han cortado los suministros de agua potable de los baños para que la gente esté obligada a consumir en las barras. En otras donde había un solo dispenser de agua para una fiesta entera. Y en muchísimas más donde hubo sobreventa de tickets y hacinamiento. Sé lo que es una fiesta electrónica bien hecha y mal hecha. En esta fiesta de la productora cordobesa Buenas Noches Producciones, estaban todas las condiciones de prevención, seguridad y cuidado que se pueden ofrecer en un evento de este tipo. Acciones pensadas específicamente para atajar las consecuencias del consumos de drogas que se pueden dar. También sé que la gente consume y mucho. No vamos a analizar aquí si es parte de la mística, una necesidad de escape del mundo o un condimento extra para disfrutar la noche, pero lo cierto es que sucede y que frente a una realidad inevitable, la mejor opción es abordar el tema con información, prevención y control.

Pero volviendo al rol de los medios en estas tristes noticias: Como no encontré ningún artículo -en el marco de este suceso- que hable de políticas de control de daños, voy a repasar algunas exitosas en otros países, que se implementan desde hace años.

Modelos exitosos de control de daños

Holanda es de los países más progresistas. Desde hace décadas llevan adelante políticas de reducción de daños en todos los ámbitos sociales y se lo conoce como una nación muy liberal frente al consumo de drogas, además de un control sobre la comercialización de las mismas. En las fiestas o festivales de música electrónica, puntualmente, se realizan testeos de drogas para que los asistentes lleven sus sustancias a ser analizadas. La idea es detectar las que están adulteradas. También se educa al público través de panfletos y stands informativos sobre cómo son los efectos de las sustancias y los riesgos de cada una. Además, como ya se hace en Argentina, se ofrece hidratación de agua potable gratuita y primeros auxilios. Estos últimos puntos lo he visto yo misma en las fiestas de la productora cordobesa responsable de este evento.

Al modelo holandés se suman también Estados Unidos, Canadá, Australia y Reino Unido, entre otros. Cada uno varía la manera de dar los mismos servicios, como ONGs que se ocupan anualmente de las campañas de concientización o con otras propuestas dentro del evento como zonas de descanso al aire libre con sillones para que la gente tenga un momento de relajación. Esto, también, lo he visto en la producción cordobesa.

Ojalá algunos medios se copien de estos párrafos la próxima vez que tengan que abordar este tema. Así, al menos, cortamos un poco con el estigma sobre las fiestas electrónicas y dejamos de responsabilizar a la víctima por sus conductas. Por último espero que este análisis también sirva para que la sociedad tome consciencia sobre dónde debería estar el foco de debate a la hora de hablar sobre estas muertes innecesarias.