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Con la asunción de Mauricio Macri a la presidencia, asumieron muchos gerentes generales y ejecutivos de compañías privadas en el Estado, como nunca se había dado hasta ahora en la historia del país. El análisis y las reflexiones en torno a las implicancias de este nuevo escenario exceden al mundo de la política. El fenómeno también es abordado e interpelado por los académicos especializados en la materia.

Rosarioplus.com entrevistó a Diego Añaños, docente e investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UNR, para entender las perspectivas que se abren ante el masivo arribo de empresarios en áreas claves del Estado.

Añaños se define como un “politólogo dedicado a la economía”. Es Licenciado en Ciencia Política y tiene un Posgrado en Políticas Públicas y Desarrollo Local, organizado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), el Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad Nacional de Rosario y el Instituto de Desarrollo Regional.

A su juicio, la gran incógnita sobre la problemática planteada es saber cómo en estos próximos cuatro años “se van articulan los intereses privados dentro de una organización pública donde deben primar los intereses colectivos”.  

 -¿Qué implica el desembarco de empresarios y ejecutivos en la función pública?

-Implica como primera medida pensar la gestión de los asuntos públicos como la de una empresa. Si se valora el antecedente de haber participado y formado parte de una corporación como lo suficientemente válido participar del Estado, significa que la gestión pública puede ser encarada desde una perspectiva empresarial. Es una visión. El prejuicio de uno es que estamos hablando de dos cosas totalmente distintas porque se trata de dos registros de la lectura de la realidad muy distintos. La lectura que se está imponiendo es esta: la gestión es igual, por lo que si alguien demostró en una empresa que es capaza de gestionar eficientemente, eso es un antecedente válido para pensarlo como un buen gestor de políticas públicas

-¿Estamos hablando de un fenómeno nuevo en la política argentina?

-Hay antecedentes de  corporaciones y  grupos económicos que lograron colar en los ministerios algunos de sus hombres. Recuerdo el caso particular de la primera gestión de Menem cuando su primer plan fue elaborado por la empresa Bunge y Born. Lo que sí es cierto es que lo hacía alguna persona puntual. Ahora estos empresarios aparecen en las primeras líneas. La presión y el control parecen quedar atrás. Ahora son la cabeza de los ministerios. Es un fenómeno que gana terreno en el mundo. En muchos países de Europa pasa, por ejemplo.

-Ante este panorama, ¿se puede proyectar una transferencia de lo público hacia lo privado?

-A cualquier proceso político hay que verlo andar. Nos tenemos que dar el tiempo para ver cómo estas personas, sean de Shell, de Monsanto, o el mismo ministro de Economía que ha sido un ejecutivo muy importante del JP Morgan, trabajan dentro de la función pública. No es un pecado haber trabajado en el sector privado. Por ejemplo, el ministro Lino Barañao, que va a seguir en su cargo, trabajó en la actividad privada en los Estados Unidos. El tema es ver cómo se articulan los intereses privados dentro de una organización pública donde deben primar los intereses colectivos. Ojalá haya un corrimiento respecto a lo que indica la lógica.

-¿Hay algún margen para pensar una gestión exitosa y próspera para las mayorías con empresarios dentro de los ministerios?

-Hay que esperar. Lo cierto es que tenemos dudas, que probablemente se fundamenten en un conjunto de prejuicios que traemos por nuestra formación. No está demostrado que las cosas las puedan hacer bien solamente los tecnócratas, entendidos como aquellos que lo único que poseen  es un conocimiento teórico, ya sea viniendo del mundo académico o privado. Esto no es malo. Pero solamente con este conocimiento no alcanza para gestionar los asuntos públicos. En la gestión pública mucho más que hacer cuentas o cerrar balances hay que administrar intereses que no son comunes, que son contrapuestos. Ahí está el gran interrogante de los próximos cuatro años.

-Desde el PRO se escudan en la firmeza de la conducción política de Macri para “controlar” a estos empresarios. ¿Alcanza?

-El tema es que Macri todavía tiene que demostrar y construir la firmeza de su conducción política. Recordemos que ganó con una diferencia muy exigua, que en la Cámara de Diputados tiene minoría, que el Senado lo va a tener en contra. Está obligado a construir firmeza a partir de la gestión, lo que los politólogos llamamos la legitimidad de ejercicio. Porque hay que remarcar que va a tener que administrar intereses contrapuestos que no necesariamente va a ser entre capital y el trabajo o entre el pueblo y las empresas. Dentro de las empresas mismas también hay intereses contrapuestos. Una cosa es trabajar para los empresarios del sector interno y otra para los exportadores.

-¿Por qué seduce tanto política y la función pública a empresarios que tiene sueldos altísimos en la actividad privada?

-Hay dos respuestas posibles. La primera es que este empresario puede estar dispuesto a perder plata porque el proyecto me interesa, porque me quiero involucrar. Es lo mismo que dicen los jugadores que vuelven a Central o a Newell´s a costa de resignar dinero en Europa. En este caso lo llaman amor a la camiseta, el empresario lo puede llamar patriotismo. La otra posibilidad es que estén resignando ingresos porque van a hacer mejores negocios con el Estado. En esta segunda opción, no podemos dejar afuera la variable negocios al interior del Estado.

-¿El financiamiento externo, tan aclamado por economistas y empresarios, puede formar parte de estos nuevos negocios?   

-El financiamiento es una herramienta de política pública, así como el déficit y la inflación. De por sí no es malo. La cuestión es para qué vos vas a utilizar este financiamiento. Si te vas a endeudar para poder garantizar un dólar a 16 pesos, quiere decir que con tu endeudamiento les estás cobrando a los argentinos la posibilidad de que los exportadores vendan más. Lo que estás haciendo es financiarle el negocio a los exportadores para el mercado externo. Esa visión de Prat Gay no me gusta, como tampoco que haya presentado su plan de trabajo en el tesoro de los Estados Unidos antes que en el país. La financiación a los ricos ya la vivimos. Hay otro financiamiento y es el que se utiliza para construir infraestructura, que es más genuino y saludable. El primero me parece totalmente perverso.