Terminal Norte, un documental como un canto que sana
La película retrata la complicidad artística entre mujeres que en el año en que asoló la peste se refugian en el Norte argentino para ensayar un espectáculo musical que se avecina. El canto, el final de fiesta, la trasnoche de coplas aparecen como ese espacio de sanación del alma.
La película retrata la complicidad artística entre mujeres que, en el marco de la pandemia y de una invitación de Julieta Laso, se instalan en el Norte argentino para ensayar un espectáculo musical que se avecina. El show finalmente no se pudo hacer por las diversas dificultades que surgieron “en el año que asoló la peste”, como expresan las primeras palabras del film, pero de aquella experiencia de aislamiento, refugio y música nació Terminal Norte.
El documental de la directora Lucrecia Martel estrenado en 2021 tendrá una proyección especial en el próximo Festival Internacional de Cine de Berlín y se puede ver de manera gratuita en la plataforma Cont.ar junto a la presentación de 29 minutos que realizó la directora en el Centro Cultural Kirchner (CCK).
Lucrecia Martel y Julieta Laso son pareja y desde hace algunos años viven juntas, alternando estadías entre su casa en el barrio porteño de Villa Crespo y otra casa en Salta que es espacio de encuentro y bohemia por donde transitan músicos, copleros, poetas y en donde se generan conexiones inesperadas que terminan haciendo de cada noche una obra en sí misma. Algo de eso es lo que Martel y Laso quisieron trasmitir en este mediometraje de 36 minutos. “En nuestra casa es muy frecuente que haya estas situaciones, que aparezcan en la noche músicos, cantantes, siempre gente muy increíble. En el post tertulia con Juli decímos que privilegio enorme conocer estas personas y entonces quisimos compartirlo con más gente”, expresó la directora en el acto de presentación de Terminal Norte, en el CCK.
De esta manera, Laso se convierte en la anfitriona de un aquelarre de músicas diversas que Martel captura con la cámara. En el documenal se ve a Mariana Carrizo, coplera salteña reconocida internacionalmente, a Lorena Carpanchay, primera coplera trans de los valles calchaquíes, a B Yami, ícono del trap femenino emergente, a Las Whisky, dúo feminista de noise y a Noelia Sinkunas, su colaboradora habitual y Bubu Ríos, el maestro salteño de guitarreros. Todos se encuentran rodeados del sonido nocturno de la naturaleza, comparten sesiones de música, anécdotas y risas, cuentan cómo se acercaron al canto y van encontrando en las canciones un refugio para atravesar la pandemia.
No es la primera vez que Lucrecia Martel y Julieta Laso encaran un proyecto musical/audiovisual juntas. En el año 2018 la directora fue la encargada del videoclip del tema Fantasmas presente en el disco Villa Crespo, el segundo como solista de la cantante. Aquí nuevamente cada una se ocupa de hacer lo que sabe, pero esta vez los lugares están más indiferenciados. La voz de Julieta Laso muchas veces se confunde con la voz de la cámara y la mirada de la cámara parece ser la de Julieta, como si lograran un canto en común.
Las imágenes comparten el encuentro ecléctico de gestualidades, ritmos, tonadas y voces, rodeadas de árboles, de sombras, de fuego y montaña. De ese encuentro surge el canto y con ese canto se van hermanando, se van reconociendo las unas en las otras. “Probablemente la humanidad empezó cantando no hablando. Entonces hay en ese fenómeno de humano instrumento que es muy conmovedor” asegura Martel.
El documental, como todas las películas de la directora, nos invita no sólo a ver sino a escuchar, a adentrarnos en un océano de sonido. La escucha es el primero de los sentidos que se despiera, aún antes de nacer. Todos nosotros comenzamos como oyentes furtivos en la oscuridad, escuchando sonidos apagados de un mundo exterior de un mundo al que todavía no habíamos llegado, en este sentido el entendimiento, el contenido de verbal de esos sonidos no es más que un detalle más, pero no lo preponderante.
En la entrevista que brinda Martel lo dice claramente cuando compara el canto con el cine. “La letra es al canto lo que el argumento a la película. Es un detalle, no digo irrelevante, pero son tan solo la espuma del mar y bajo esa espuma toda la complejidad”, expresa.
No son las letras, es un cuerpo que suena, el vibrar de una voz, el andar que retumba. Son las coplas de la Carrizo que sanan lo que Martel y Laso comparten y recetan en este documental.