En la penúltima semana de campaña para la elección provincial definitiva de 2023 se desató un terremoto imprevisto: los candidatos más votados a gobernador, Maximiliano Pullaro, y a diputado, Omar Perotti, le dedicaron guiños al controvertido triunfador de la PASO nacional, Javier Milei. Ambos postulantes, con una diferencia de horas, afirmaron que, en caso de que sus presidenciables no llegaban al ballotage, la opción preferida es el libertario, lo cual derivó en múltiples réplicas en varios puntos de la geografía política santafesina.

El combustible que movilizó estas acciones no es ideológico ni programático, claro está. Se trata sencillamente de la búsqueda de sintonía con los votantes que le dieron el triunfo al economista liberal. Y además, confrontar por esa vía nacional con el adversario vernáculo: Pullaro sostuvo que no hay nada peor que “el kirchnerismo”, concepto en el cual engloba al peronismo en general; Perotti recordó el fracaso del macrismo encarnado en Patricia Bullrich, que había estado casi en paralelo recorriendo Rosario con su candidato a gobernador.

Pero además, los dos referentes políticos en pugna –aunque no compitan de manera directa-, pretenden actuar sobre el escenario electoral que dejaron las primarias provinciales de julio. Hay datos que explotan a la vista: en el conteo por frentes, el justicialismo y sus aliados tuvieron números relativamente uniformes en gobernador y diputados; en cambio, en la coalición opositora, la categoría máxima obtuvo medio millón de votos más que la legislativa.

Eso supone que una notable cantidad de santafesinos y santafesinas que eligieron, en la franja de diputados, ofertas electorales no pertenecientes a las dos grandes coaliciones, se introdujeron en la volcánica interna entre Pullaro y Carolina Losada, más la expresión minoritaria de Mónica Fein. Por ejemplo, los 180 mil votantes de Amalia Granata, que no llevó candidato a gobernador pero atacó persistentemente a su colega panelista.

Es posible deducir que el voto a la mediática diputada celeste tiene un fuerte componente identitario, caracterizado por su adversión hacia la agenda feminista y LGBTI. Es en ese contexto que debe leerse la participación protagónica del candidato radical y otros varios postulantes del frente Unidos en la Convención Apostólica del Ministerio Jesucristo Pan de Vida, donde recibieron la correspondiente bendición de la mano del pastor evangélico y dirigente político Walter Ghione.

No se sugiere en estas líneas escandalizarse con lo antedicho. El carozo del asunto es si movimientos de estas características resultan electoralmente rentables. Y si, además, no terminan siendo contraproducentes en términos de enojo letal de la base propia. Dicho de otra manera: arriesgarse a pescar votos en la pecera libertaria implica el riesgo de que se produzcan filtraciones en la pecera propia.

A golpe de vista, Pullaro parecería tener mayor tranquilidad al respecto. Sabe que el socialismo, al que Milei calificó de “excremento humano”, no se irá a ningún lado, más aún ante la expectativa de ganar en Diputados y eventualmente ocupar algún despacho oficial en diciembre. La base electoral del partido de la rosa posiblemente tampoco migre hacia otros destinos existiendo la posibilidad concreta de desalojar al peronismo en cualquiera de sus versiones.

Otro cantar es el de Perotti. Los desmarques de la dirigencia justicialista santafesina e incluso sus propias aclaraciones posteriores inducen a pensar que fue un paso en falso. Un error de cálculo. Es cierto que los pases de factura más intensos provienen de sectores cuya performance electoral no fue la mejor ni mucho menos. Pero también es real que en una disputa que, en su categoría, se prevé reñida, con tres tercios competitivos, cualquier resbalón puede ser caída.

El domingo que viene, la voluntad popular dará fin a las especulaciones. Incluidas las de esta columna.