El mercado no paga. Podría ser una advertencia para el gobierno libertario del presidente Javier Milei que, como Mauricio Macri en su momento, está comprendiendo que una cosa es el sustento político a un modelo y otra muy distinta la puesta en marcha de ese plan que por más que empobrezca más y más a los de abajo y a los del medio; termina por no garantizar lo que quieren los de más arriba: ganar siempre y lo más posible. 

El mercado no es ni bueno ni malo, sostienen muchos economistas, sólo quiere al final de la ronda del día maximizar sus ganancias y minimizar sus pérdidas. Por eso el mercado hizo trepar el dólar libre y el campo no liquida, aunque estos dos sectores interpreten que no hay proyecto más conveniente para ambos que el que aplica este gobierno.

Los anuncios económicos del sábado volvieron a mostrar la desesperación del gobierno frente a la corrida cambiaria. Milei intentó ganar tiempo en la semana culpando al banco Macro de operaciones que presionaron la suba de la divisa norteamericana, pero terminó desmentido por su propio ministro de Economía, Luis Caputo. El mismo que había anunciado el pase de los pasivos remunerados del Central al Tesoro y el que ahora informó que cada dólar que entre será usado para intervenir en el mercado para regular el volátil precio del billete verde.

Como les dijo Cristina Kirchner: “Se están quedando sin dólares”. Esa es la cuestión en el fondo de todo. También en el Fondo Monetario Internacional que presiona al gobierno para que devalúe ya. El tren pasa una sola vez en la historia y fue para Macri al que le dieron 45 mil millones de dólares para que acomode la caja y vuelva a ser presidente, pero perdió con Alberto Fernández. El FMI no volverá a desembolsar cifras astronómicas para sostener a esta gestión que considera inviable desde su inicio si no corrige rumbos, sobre todo políticos.

Como describió el periodista especializado Alfredo Zaiat en un muy recomendable artículo en Página/12 de no hace tanto tiempo; en Argentina a los gobiernos desde la recuperación de la democracia se los han llevado puestos las corridas. Ya sean bancarias o cambiarias.

Ahora, también es claro que la crisis económica va más rápido que el desarrollo político. La centralidad sigue siendo la de Milei por más que Cristina le recomiende que no pierda más tiempo en “actos de Billiken”, en referencia al impostado Pacto de Mayo. Una ridícula teatralidad que muestra sin embargo que aún tiene margen para hacer estas cosas y más aún: subir a la hermana Karina al centro de la escena protocolar siendo una funcionaria de tercera línea y dejar afuera en el frío y la intemperie al ex presidente Macri que, por lo bajo, ya juró venganza.

La oposición no sólo no muestra sus dientes, sino que por el momento diluye sus liderazgos en medio de los señalamientos de una sociedad que ha dejado en claro hasta dónde es capaz de llegar para mostrar su desprecio.

Desde el peronismo, el gobernador Axel Kicillof juega sus fichas a un frente “catch-all” opositor como el que en Francia frenó a la ultraderecha. Pero no está acompañado en la idea desde el propio PJ y sus fricciones con La Cámpora son cada vez más expuestas. En silencio pero enviando señales, Sergio Massa mantiene la relación que pulió con Máximo Kirchner y Guillermo Moreno, y corre solo como una mímica peronista del actual presidente, desparramando clichés por las redes sociales y los streamings.

La construcción de un “cordón sanitario” que proteja a la gente de lo que ellos mismos pusieron en la Casa Rosada, demanda de la participación activa del radicalismo. Y eso es lo que no está ocurriendo: Entusiasmados con la derrota peronista, creen que podrían ser acreedores del favor electoral una vez que a esta inefable gestión se le termine la cuerda. De otro modo, un entendimiento de radicales y peronistas pondría en jaque mate a la centralidad del presidente más temprano que tarde.