Antes de irse a dormir, cualquier argentino monitorea dos datos: Dólar e inflación. A los tumbos, el gobierno de Javier Milei había logrado controlarlos. Pero eso empieza a tener fecha de vencimiento junto con la esperanza del “estamos mal pero vamos bien” que según los consultores políticos sostiene los índices de aprobación del mandatario libertario. Lo que empieza a escasear son las razones para mantener esa expectativa a futuro. 

Hay algún consenso entre los especialistas en que en mayo volverá a bajar la inflación, pero que podría volver a repuntar en el inicio del segundo semestre. Ninguno de ellos ve una recuperación económica en V,como augura Milei; más bien se imaginan una larga meseta. Tampoco visualizan una salida del cepo cambiario en el corto plazo (además el FMI pasó de evaluar la alternativa de un nuevo acuerdo con desembolsos a una postura más cauta). 

No son pocos los economistas que empezaron a ver desconfianza del mercado e interés en superar un supuesto atraso cambiario, detrás de las razones de la disparada de la moneda estadounidense después de cinco meses de calma. Es obvio que el aumento no puede ser sólo atribuible a la caída de la tasa de referencia del Banco Central y a la desobediencia de los bancos de sostener los beneficios para los ahorristas del plazo fijo que se mudaron primero a los fondos comunes de inversión y después, entre temerosos y aburridos corrieron todos juntos al refugio verde. 

En todos los diarios del fin de semana aparecieron voces en off del mercado de granos que espera una gran liquidación de cosecha para engordar las arcas del tesoro. “¿Por qué venderían ahora los granos, si acaban de ensilarlos y en las pizarras ven que el precio sube? No solo sube en pesos sino también en dólares oficiales, cuya cotización sigue clavada para anclar los precios. Y puede subir más, como viene ocurriendo con el trigo desde hace un par de semanas”, sostienen los especialistas. 

Estos datos son golpes mucho más potentes para la administración libertaria, que esta semana tambaleó con una crisis de gabinete, que el conflicto social que se extiende y profundiza al ritmo de los despidos y la recesión. Después de todo es el gobierno de la macroeconomía donde reina el ministro Luis Caputo levantado por Milei como bandera.

La microeconomía es otra cosa. Es aquel que para el presidente “si no llega a fin de mes ya estaría muerto” como le respondió a un periodista antes de abordar un auto oficial para perderse entre la multitud. La crisis de Misiones parece por ahora aislada. Hay un escenario más de descomposición social que de explosión, pero eso no significa que no sea igualmente riesgoso. Por ahora el gobierno no tiene articulada una respuesta clara, a excepción de la represión de la protesta social, para estos desafíos. Pero el subsuelo de la Argentina está enviando señales.