Garantistas somos todos
La comisión investigadora que no fue, el paso de tragicomedia de los senadores radicales. Pullaro, zaffaroniano con Milei. El antiperonismo electoral, carozo del asunto.
La erosión de la palabra pública subió otro peldaño considerable en los últimos días con el colorido episodio de la fallida comisión investigadora de la estafa protagonizada por el mismísimo presidente Javier Milei, quien en paralelo viajaba a la Madre Patria a hacerle morisquetas a Elon Musk y al verdadero Jefe, Donald Trump.
Cualquier circunstancia que siquiera se acercara a lo ocurrido con los senadores radicales, que firmaron el proyecto de la comisión y luego lo rechazaron, se consideraría un absolutísimo hecho de corrupción en el caso, claro, que sus ejecutores fueran peronistas en general o, Dios no lo permita, kirchneristas. Como bien se sabe, no portar la letra K ofrece salvoconductos a accionares cenagosos.
Fue, en definitiva, la enésima comprobación de que el biri biri de la corrupción es, en realidad, pura hipocresía. La retórica moralista de la amplia franja antiperonista de la política y la sociedad es sólo maquillaje y, con mucho viento a favor, autoengaño. ¿O si no cómo se explica que Mauricio Macri pueda verbalizar republicanas preocupaciones sobre la transparencia de la licitación de la Hidrovía sin que se le desgrane el rostro?
El senador santafesino Eduardo Galaretto fue uno de los que puso su voto en contra de la comisión investigadora, a instancias del gobernador Maximiliano Pullaro. El mismo mandatario había declamado una semana atrás que, si él ganaba las elecciones de convencionales constituyentes, en el nuevo texto “no habrá un solo concepto garantista”. O Eugenio Zaffaroni es mentalista y subrepticiamente invadió su cerebro en las jornadas recientes o la convicción manodurista del jefe provincial es selectiva.
No es la primera vez que ocurre. Cuando estalló el caso del juego clandestino y los fiscales Matías Edery y Luis Schiappa Pietra pidieron el desafuero de Armando Traferri, otro adalidad de la tolerancia cero frente al delito, el entonces senador Lisandro Enrico, consideró que no había “elementos suficientes”. Y chau, a otra cosa.
Hoy ministro de Obras Públicas y a la vez legislador en uso de licencia, el radical venadense se muestra públicamente contrariado por las sistemáticas negativas del gobierno nacional a retomar el mantenimiento de las rutas. Trece reuniones, trece frustraciones. “Juegan con la vida de la gente”, se despachó el funcionario. ¿Y entonces cuál es la gracia de respaldar al presidente si se niega a ejecutar trabajos básicos que evitarían muertes santafesinas? ¿Esos no son “los intereses de la provincia”?
Si bien hay, seguramente, múltiples explicaciones para esta conducta, hay un aspecto de una nitidez difícil de exagerar: Pullaro comparte buena parte del electorado con Milei. En consecuencia, en la Casa Gris perciben que esa multitud de votantes no vería con buenos ojos que el gobernador haga trastabillar al presidente. O, peor aún, que acompañe movidas del kirchnerismo, la gran mancha venenosa de la pampa húmeda.
Lo demás, como la prédica antigarantista, es decorado.