El incalificable discurso del presidente Javier Milei en el Foro de Davos y el posterior festival de insultos, burlas, obscenidades y autobombo en sus redes sociales desconcertó nuevamente a sus enemigos políticos pero también a varios de los propios, incluso potenciales aliados a los que destrata cruelmente. El caso de una buena parte del radicalismo es emblemático: mientras casi todos sus diputados se desesperan por votarle la ley ómnibus a cambio de mínimas concesiones, el león libertario agrede procazmente al flamante presidente del partido, Martín Lousteau.

Es, en los términos del jefe de Estado argentino, todo ganancia. En una nota de Natalia Aruguete publicada la semana pasada en Página 12, la decana de Ciencias Sociales de la Universidad Centroamericana (UCA, El Salvador), Amparo Marroquín, explica que  “a Milei, como a Nayib Bukele (caso en el que la investigadora se especializó) no se les debe comparar por lo que dicen y el tipo de acciones que hacen, sino por el método que los caracteriza: son escandalizadores natos en los temas escogidos (el ejército, la dolarización, las cárceles o la venta de órganos), son fervientes y disciplinados clientes de la comunicación política de redes y enganchan de forma emocional con grandes sectores marginados de la población. Todas estas son acciones que el pensamiento progresista no consigue entender, porque sigue con un contrato civilizatorio del siglo pasado, de la racional modernidad. Bukele y Milei son exceso y hartazgo. No se trata de lo que digan sino cómo lo señalen lo que importa”.

En este mismo mecanismo comunicacional se inscribe la réplica bananera de la estética trumpista, o inclusive estadounidense a secas, que se expresa en el logo y el mismo nombre de las cuentas en redes sociales de la “Oficina del Presidente”, la propuesta de que los jueces usen toga y las conferencias diarias del otrora periodista independiente Manuel Adorni.

Hay un intento similar, aunque limitado a la sensible área de Seguridad, en el gobierno de Maximiliano Pullaro. La espectacularización de la lucha contra el crimen se evidencia en las formas y fondo del ministro Pablo Cococcioni, que aprieta clavijas a diestra y siniestra en los penales santafesinos mientras se propone hacinar allí mismo a los presos que estaban en comisarías.

La bukelización se completa con cinematográficos audiovisuales de allanamientos policiales, requisas penitenciarias y traslado de presos sonorizados con heavy metal en inglés. Ese estilo incluyó inexplicablemente a la bellísima Kashmir de Led Zeppelin en un video del derribo de tres bunkers en Rosario, con perdón de este intrascendente reproche musical.

Créditos: Gobierno de la Prov. de Santa Fe

Valga otra acotación al margen, muy menor pero a la vez ciertamente gráfica de los tiempos que corren. Horas después del discurso del presidente en Davos, se viralizaron unas palabras del hoy presidente salvadoreño, en las que reivindica la construcción de una sociedad igualitaria. Las destacaron especialmente varios influencers seguidores de Guillermo Moreno, enamorados como su líder de las principales figuras de la ultraderecha mundial. El video es de 2012, cuando Bukele todavía era alcalde y revistaba en las filas del frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, de origen guerrillero en la década del 80.

Esta estrategia, hasta ahora efectiva, exige necesariamente que en algún momento aparezcan los resultados positivos. A través de un régimen de excepción, que prácticamente abolió las garantías individuales, Bukele erradicó el control violentísimo de las calles que practicaban los pandilleros de las maras y sometía al terror a la población. Hoy tiene un nivel de adhesión estratosférico.

Donald Trump, por su parte, fue derrotado por un pelo naranja en las elecciones presidenciales pasadas pero ya se prepara para desafiar la prohibición de presentarse nuevamente y, en esa línea, lanzó un spot demoledor en donde renueva su perfil imperial con su famosa consigna “Make America Great Again”. En las imágenes se puede ver, en distintos productos, el sello “Made in USA”, en una reivindicación de su industria nacional que escandalizaría a cualquier liberal libertario que le importara el asunto.

A propósito, los santafesinos deberían recordar que esa postura trumpista se verifica en los hechos. Durante el gobierno de su amigo Mauricio Macri, el gigante republicano cerró de un plumazo las importaciones de biodiesel que se producían casi en su totalidad en el sur de la provincia por pedido de sus competidores estadounidenses. El liberalismo, para la gilada.

La comunicación política agresiva funciona fenómeno un tiempo, pero si la gente no detecta mejoras concretas en su vida, puede mutar en un violentísimo búmeran. Y hasta ahora, la presidencia de Milei no ofrece más que catástrofes económicas. Para las mayorías populares, claro.

Y en la provincia de Santa Fe, la inseguridad está aún lejos de ser derrotado. Sería muy fondo de olla pretender que los resultados aparezcan de inmediato en una problemática complejísima. Pero es necesario advertir el sonido de algunas alarmas. Según el Departamento de Informaciones Policiales, en el departamento La Capital se duplicaron los delitos predatorios (arrebatos, pungueo, robo de bicicletas y autos, entre otros) en la primera semana de enero en comparación con mismo período de 2023. En favor del gobierno, se debe decir que este tipo de episodios tienden a multiplicarse en épocas de crisis económica, pero ese argumento repugna al relato oficial. Cuidado.

A eso se le suma un evidente malestar en policías y penitenciarios por la suspensión de las licencias por 3 meses, mientras constituyen la primera línea del combate contra la delincuencia, sin que ello impida que sus salarios se evaporen por la escalada inflacionaria. Puede haber guerreristas vocacionales, pero los integrantes de las fuerzas de seguridad son mayormente personas comunes y corrientes, que quieren volver sanos y salvos a sus casas, comer un asado con su familia y amigos, pegarse una escapadita a la costa o a las sierras. Como toda gente de bien, ya que está de moda el concepto.

Ya se dijo aquí y vale la repetición: la sociedad argentina es extremadamente resultadista en política. Bilardista al 100%, para llanto emocionado del Narigón. Muy lindas las palabras, pero si no aparecen los hechos, los aplausos se transforman en piedrazos en apenas un pestañeo.

La realidad efectiva, en definitiva, como gustan cantar los cientos de miles de muchachos y muchachas que el miércoles harán masa en la Plaza (del Congreso) como aquella vez para dejar un aviso: somos unos cuántos y todavía estamos vivos.