Barrio Belgrano: la escuela que robaron cinco veces en un mes
Es la N°6.383, de Provincias Unidas y Montevideo. Ya le habían llevado televisor, computadoras, una pava eléctrica y hasta las tazas de los docentes. Ahora le robaron las bombas de agua. Tuvieron que suspender clases. Recién entonces consiguieron la promesa de custodia policial.
La Escuela N° 6.383 "Brigadier López" tiene un Jardín de Infantes al que se ingresa por calle Montevideo. También un nivel primario, al que se entra por Provincias Unidas. Ambos niveles comparten el patio. El acceso tiene rejas, aunque no es una cárcel de máxima seguridad. O sea, saltando con cierta agilidad, se puede ingresar al predio. Y luego subiendo a los techos, o rompiendo la cerradura, se puede acceder a los salones. Las instituciones educativas, se sabe, son lugares respetados socialmente. Y tal vez suena disparatado iniciar la crónica con el relato de cómo ingresar a una de ellas de manera ilegal. Pero es que aquí, en el margen noroeste del Barrio Belgrano y justo antes de subir al puente que cruza la Circunvalación, eso ya pasó cinco veces en lo que va del año. Entonces, lo impensado es una realidad, y por eso este lunes, tras la última vandalización, se debieron suspender las clases presenciales.
“Hemos sufrido cinco robos en poco más de un mes. Se llevaron todo lo que necesita para funcionar. Lo último, las bombas de agua. Este es un barrio obrero, de gente que participa, pero esto es angustiante. Entre la pandemia, la dificultad para sostener el año pasado la virtualidad. Y ahora, sumarle esto, es indignante. Se llevan lo que los chicos merecen para venir a la escuela”, le dijo Roxana, la vicedirectora de la 6.383 al móvil de la Sí98.9.
Mientras la directiva hablaba con la radio, se desarrollaba una reunión en el patio. Había autoridades del Ministerio de Seguridad, policías, integrantes del FAE, delgados docentes que representaban a Amsafe y una supervisora del Ministerio de Educación de la provincia. Se está delineando un plan de acción para prevenir futuros robos. Arreglar las cerraduras, poner rejas en las puertas, reponer las bombas de agua y revisar la alarma. Un dispositivo más propio de un banco que de una escuela, pero es la difícil realidad en muchas escuelas públicas hoy. Durante el año de la pandemia, se multiplicaron las vandalizaciones y robos, con las instituciones vacías. Ahora, con el regreso a la presencialidad, no dejaron de ser el blanco de lo que se supone pueden ser bandas delictivas, que “toman de punto” a determinados edificios escolares.
De esa reunión salió el compromiso del Ministerio de Seguridad de asignar custodia policial al establecimiento.
“Antes habían entrado a la Biblioteca y se habían llevado cables, reflectores, un televisor LED, la pava eléctrica y hasta las tazas de los docentes. Es angustiante. Queremos los chicos en la escuela, pero así es imposible. Nos preguntamos, cada vez que entran, cómo pueden hacerlo. Rompen de manera salvaje, violentan cerraduras y puertas, se llevan muchas cosas. De a una persona sola, es imposible que lo hagan. En el verano se llevaron el aire acondicionado del jardín. Hemos pedido que pongan personal de seguridad por la noche, pero nos dicen que no se puede, porque no hay adicionales disponibles”, agrega Roxana.
Finalizada la nota con este medio, la vicedirectora se sumó a la reunión con funcionarios de Seguridad y Educación. A los que les dice: “No se imaginan la tristeza, cuando tuvimos que decirles a padres, madres y chicos que se suspendían las clases por el robo de las bombas de agua. Es gente muy humilde. Muchos se quedaron callados cuando nos escuchaban, otros a los gritos que no sabían a quién culpar, pero sienten la impotencia con todo lo que pasa en general, a la que hay que sumarle que sus hijos no puedan venir a la escuela porque se la roban. Y nosotros no teníamos cómo explicarlo”, les dice con dolor.
En uno de los salones, la puerta tiene dibujado un árbol de los sueños, al que los chicos le cuelgan dibujos con cosas que imaginan. Un poco más allá está la puerta del taller de carpintería. También hay un busto de Manuel Belgrano. Y detrás de él, colgado en la ventana de un salón, la figura de un niño con un corazón en la mano, que tiene leyendas sobre cómo prevenirse del COVID. El chiquito dibujado tiene guardapolvo y un barbijo pequeño, hecho sobre una hoja rayada. Y es testigo de lo que pasa en este patio, que hoy no tiene chicos corriendo, sino policías, funcionarios, directivos y cerrajeros. Toda una postal de los tiempos que corren, en un país que está roto desde mucho antes de la pandemia.