Como Luna de Avellaneda: los clubes de barrio se plantan contra las SAD
Voces de las entidades barriales de Rosario que explican el riesgo de que inversores privados puedan tomarlas, tal como pretende el Gobierno nacional con la figura de las Sociedades Anónimas Deportivas. Una función de contención social y convivencia bajo amenaza
El gobierno nacional avanza a paso firme con la idea de que las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) puedan desembarcar en Argentina, un viejo anhelo del expresidente Mauricio Macri que cada vez está más cerca de concretarse. Se trata de una iniciativa que no solo le abriría las puertas al capital privado para instalarse en los grandes clubes de fútbol sino que también tendría luz verde para colarse en las instituciones barriales, cuya principal función es social: ser sostén y red de una comunidad. Ante esto, dirigentes rosarinos encienden la luz de alerta y advierten sobre las posibles consecuencias de esta arremetida.
“El DNU habla de asociaciones civiles y entidades sin fines de lucro en general. Eso es una deuda pendiente de la Ley argentina porque no se hace ningún tipo de diferencia entre sociedades civiles. Los papeles que presenta San Martín en la Inspección General de Personas Jurídicas (IGPJ) son los mismos que presenta Newell’s. Por lo tanto, que un club pueda participar de una sociedad anónima (SA) comprando acciones, o que se transforme directamente en una SAD es tan válido para Independiente como para un club de barrio”, explicó a RosarioPlus Esteban Ortega, presidente de la Red de Clubes de Rosario.
En relación a lo que podría suceder en la práctica si se le terminan abriendo las puertas al capital privado -y extranjero-, el también presidente de Club Social y Deportivo San Martín subrayó: “En Independiente puede pasar que caiga un jeque árabe y lo compre, pero en un club de barrio puede caer un desarrollador inmobiliario con 50 mil dólares, armar una asamblea fantasma y construir un edificio de 20 pisos con una canchita de fútbol abajo para justificar el deporte. Así convierte el club en una SAD".
“Una cosa es que los socios en asamblea decidan vender el club a un empresario y transformarlo en SA. Otra cosa distinta -y más grave- es que se haga un cambio interno de autoridades y se decida transformar el club en SA, porque ahí no hay una transacción económica entonces al empresario le sale gratis”, sumó.
“Es peor que lo de Luna Avellaneda”, aseguró al evocar la película de 2004 de Juan José Campanella, protagonizada por Ricardo Darín, cuya historia gira alrededor de un club de barrio que, lejos de su etapa de apogeo, atraviesa la quiebra en el marco de la crisis de 2001. Deteriorado, con deudas y a punto de desaparecer, sus socios se debaten entre rescatarlo o venderlo para que se convierta en un casino. ”Es el fiel retrato de esto. Seguro que necesitamos ayuda de afuera, pero no así. Necesitamos un Estado presente", sumó Chiqui Goñi, presidenta del club Unión y Progreso desde hace más de una década.
“Los clubes de barrio quedamos totalmente desprotegidos. El DNU no es claro y tiene algunos ítems que se pueden tergiversar y perjudicarnos muchísimo. Es terrible porque eso posibilita que cualquiera se pueda quedar con el club”, sumó la dirigente del club de Echesortu. En este sentido, destacó que, según establece la nueva normativa, “si un club no puede presentar los requisitos para su subsistencia y se disuelve esa asociación civil, el Estado puede hacerse cargo pero también puede venderlo a un particular”.
“Es una situación límite pero ya sucedió en los '90, fue terrible la cantidad de clubes que perdieron la personería jurídica porque no estaban en regla o no llegaban a presentar balances, entonces se desarmaron y se los apropió cualquiera. Después hubo que recomponer todo y volver a hacer un club verdadero, pero un montón quedaron en el camino”, recordó “Chiqui” y alertó: "En nuestro caso puede pasar que venga un privado y ofrezca tanta plata para construir la pileta, que es lo que nunca pudimos hacer. Te brillan los ojos porque es cautivador pero a cambio se quedan con el club".
Asimismo, la dirigente hizo hincapié en que la prioridad de los clubes es “contener” a las familias “en un momento crítico” como el actual: “Lo único que tienen es la parte social, deportiva. Los clubes de la periferia no pueden cobrar ni una cuota porque la prioridad es que los chicos vayan a jugar”, explicó. En la misma línea, el presidente del club de La Florida (que actualmente cuenta con 21 actividades y alrededor de 300 socios activos) remarcó que “no solo cumplen una función social sino que además sacan deportistas de élite. Es un sistema único en el mundo. En Europa o Norteamérica este tipo de instituciones, que pertenecen a sus socios, prácticamente no existen”.
Por su parte, María Ester Carbone, secretaria del Club Libertad, destacó que se “becan a los chicos que no pueden pagar” y remarcó que, en el caso de la entidad de barrio Azcuénaga, se prestan las instalaciones a las escuelas que no cuentan con espacio propio para dictar clases de gimnasia. “Una empresa no presta sus instalaciones y el chico que no pueda pagar la cuota no juega. En la pandemia, los clubes se prestaron para asistir a los enfermos. Hoy hay clubes que tienen ollas de comida y dan contención a gente en situación de calle. Esa es la función social del club pero al ser comprado por un particular para hacer negocios eso se pierde. La disciplina que no genere rédito desaparece para dar espacio a alguna que sí lo haga, porque el que invierte va a querer obtener un beneficio económico", remató.
Carbone coincidió con sus pares en que la llegada de las SAD “desvirtúa” esa función social y destacó que en las entidades barriales “todo se hace a pulmón, ad honorem, y eso genera el sentido de pertenencia de los socios y la pasión con la que defienden la camiseta de cada club".
Por último, recordó que los clubes están obligados a tramitar un certificado de subsistencia, lo que implica la presentación de balances. “Eso tiene un costo altísimo, igual que los impuestos. El desfinanciamiento no es por una mala administración sino que es porque se paga lo mismo que una empresa. Lo que beneficiaría a los clubes de barrio no es la llegada de las SAD sino una mayor presencia del Estado. Muchas veces el club cumple la función que el Estado no puede”, cerró.