La investigación penal de los asesinatos del colectivero Marcos Daloia y del playero de estación de servicio Bruno Bussanich avanzó con dos imputaciones que dejan al desnudo una historia emblemática de la exclusión social y sus consecuencias posibles.

Una de ellas es la de Joana García, una mujer joven y pobre, con escolaridad inconclusa, sin empleo y sin antecedentes penales, que afrontó desde su adolescencia una relación de pareja signada por la violencia, que la llevó a denunciar a su marido y mudarse a la fuerza a un refugio municipal, que perdió a sus padres en la pandemia, que volvió con su marido y tuvo una bebé, se ve a los 37 años involucrada en uno de los asesinatos más estridentes de la historia reciente de Rosario. Es Joana García, a quien en una sala del Centro de Justicia Penal la imputaron el jueves de graves delitos: homicidio doblemente calificado por el concurso premeditado de dos o más personas y por precio o promesa remuneratoria, agravado por el uso de arma de fuego y por la participación de menores de edad, en concurso ideal con intimidación pública agravada y coacción agravada. A los 37 años y sin haber tenido una buena racha en su vida, afronta un juicio que puede depararle una condena a prisión perpetua. 

A eso apuntan los fiscales Patricio Saldutti y Adrián Spelta. Pero ella –a través de su abogada– insistirá en argumentar que siempre fue ajena a esos manejos de su ex marido y el resto de los imputados que hay en la causa. “Ella siempre actuó obligada, si vivía en pánico por el maltrato constante. ¿El bolso? Ella ni sabía que había adentro. A ella le decían ‘llevá esto, traé lo otro’ y ella solo tenía que obedecer”, relató Marisol, una de las dos primas que siguen de cerca el periplo de Joana.

Mientras oían en la sala de audiencia el veredicto de la jueza Paula Álvarez, las dos primas de Joana aflojaban lágrimas en silencio. Mil veces le habían dicho que se alejara de José Mauricio Maturano, por quien ahora se encuentra presa, alejada de sus hijos y a las puertas de pasar una vida en la cárcel. 

La jueza Paula Álvarez convalidó los argumentos de Fiscalía. “Evidencias muy elocuentes”, dijo. Y le denegó a la mujer la posibilidad de esperar el juicio en libertad, o en prisión domiciliaria al menos.

García, por no quedar en la calle, había vuelto a convivir con Maturano en una casa usurpada de Provincia de Misiones al 2200, barrio Santa Lucía. Fiscalía la acusa de haber ido el 7 de marzo hasta una casa vecina, en el 2100 de esa calle, a entregar un bolso con una pistola y una nota con una amenaza escrita a mano contra el gobernador Maximiliano Pullaro y el ministro de Seguridad, Pablo Cococcioni. Quien recibió el bolso fue Axel Uriel Rodríguez, quien estaba en prisión domiciliaria y con tobillera electrónica, pero a cargo de planificar dos atentados encargados por una mujer que se encuentra presa e imputada: Brenda Pared, pareja del delincuente Alejandro Núñez, alias Chuky Monedita, quien habría sido el instigador de todo el plan terrorista desde prisión.

El arma que entregó Joana se usó esa noche para matar a Bruno Bussanich, en su puesto de trabajo en la estación de servicios Puma, de Mendoza al 7800.

José Mauricio Maturano está prófugo por el crimen del colectivero Daloia. Fue pareja y agresor de Joana García.
José Mauricio Maturano está prófugo por el crimen del colectivero Daloia. Fue pareja y agresor de Joana García.

Maturano, quien hasta esos primeros días de marzo era la pareja de Joana García, y padre de sus hijas, está prófugo y su rostro se hizo conocido a partir de la difusión del video que lo muestra con un cómplice en moto hacia consumar el crimen de Marcos Daloia, el chofer de la línea K asesinado a sangre fría en Mendoza y México, en el contexto de una serie de asesinatos y balaceras que aterrorizaron la ciudad, y que se atribuye a un plan orquestado desde la cárcel como represalia a las restricciones aplicadas a presos de alto perfil por parte del Gobierno provincial. 

Con Joana trabaron relación desde que ella tenía 16. Según expuso la defensora María Laura Blacich, y confirmaron las primas, la mujer atravesó los años sometida a maltrato por parte de Maturano, al punto de que ella y otras dos mujeres llegaron a denunciarlo, por lo que en el pasado este hombre fue condenado a prisión.

“Él siempre la castigó, le hizo vivir mala vida. Si hasta estuvo en un refugio para víctimas de violencia de género, pero volvió con él, para no quedar en la calle, con las dos nenas, y porque tiene dos hermanos discapacitados y sus padres murieron en pandemia”, contó Marisol, una prima que la albergó en su casa luego de que la policía allanara la vivienda de barrio Santa Lucía, en busca de Maturano. 

Provincia de Misiones al 2200, barrio Santa Lucía, un escenario de los hechos.
Provincia de Misiones al 2200, barrio Santa Lucía, un escenario de los hechos.

Hasta entonces, no había pedido de captura en su contra.

En los últimos días, el Gobierno provincial dispuso 10 millones de pesos como recompensa a quien aportara datos para dar con el fugitivo y coautor del homicidio del colectivero. Acaso, atraída por esa posibilidad, Joana García se presentó en la comisaría 14ª, de barrio Belgrano, para contar lo que sabía pero sin esperar que ese día no volvería a casa de su prima. Quedó detenida. 

De nada valió el pedido de la defensa para considerar que la hija menor de la imputada aún es lactante. La jueza Álvarez entiende que el delito que se le imputa es muy grave, la pena esperable es de prisión perpetua y, por lo tanto, denegó la posibilidad siquiera de prisión domiciliaria. Joana García seguirá encerrada en el ORDER, la prisión femenina de 27 de Febrero al 7800, y sus primas tendrán que arreglárselas para llevarle a la pequeña Roma Betsabé, para que su mamá la amamante. 

“Joana no sabía que la Policía la buscaba; si antes habían allanado la casa y a ella no le dijeron nada. Si no, se hubiese presentado antes. Ella fue después a la 14ª, cuando salió lo de la recompensa y vio en las noticias la cara del marido prófugo”, replicaron sus primas en diálogo con RosarioPlus.com.

Para el juicio oral, García podría alegar que en su condición de vulnerabilidad y sometimiento a un marido violento, no pudo negarse a cumplir con el mandado de llevarle ese bolso al organizador del crimen. Y que, además, ella ignoraba lo que había dentro del bolso amarillo que fue a entregar. Pero hasta ahora, esos atenuantes a la Justicia no le constan.