Historias del Rodas, el circo que se quedó varado en Rosario
“Nosotros deberíamos estar haciendo función desde los jueves a los lunes. Habíamos llegado a reabrir a fin de marzo, pero ahora volvimos a parar. La verdad es triste ver todo apagado, que el gigante se vuelve a dormir”, se lamenta María José, integrante del Circo Rodas, que debió cerrar nuevamente hace unos días, por las restricciones sanitarias.
Cuando Rosarioplus.com ingresa al predio, pasando por detrás de las boleterías y preguntando a los gritos si hay alguien que pueda responder unas preguntas, ella estaba sentada en la puerta de uno de los carromatos, mirando hacia el horizonte. Y ahora, está contando su historia y la de la compañía. “Yo soy nacida en Montevideo, aunque no tengo tonada uruguaya, porque soy nómade, me criaron así”, dirá.
María José es la cuarta generación en el oficio. Se dedica a esto, desde muy chiquita. Es costurera y se encarga de bordar lentejuelas para los trajes del circo. Aunque a lo largo de su vida pasó por varios puestos durante las funciones. “Hace 48 jóvenes años que me dedico a esto”, dice. No hay repregunta, aunque se deduce que esa es su edad, ya que nació en el circo. Ahora está en Rosario, parada con el resto de la formación circense por la pandemia. Y habla sobre la particular experiencia de no poder hacer lo de siempre, actuar y estar estar viajando de un lugar a otro.
“El jueves de la semana pasada nos enteramos que ese día iba a ser la última función. Fue una tristeza enorme. Claro que entendemos la situación sanitaria, pero eso no impide que nos pongamos muy mal. En nuestra sangre corre la viruta y el aserrín del circo, nuestra vida es esto. Ahora nos dijeron que son 15 días, pero tenemos el fantasma de lo que pasó el año pasado”, reflexiona.
Mientras relata su historia, el sol va cayendo. Se escuchan desde dentro de la carpa los ruidos de las motos que ensayan el número más peligroso, en el que cuatro motociclistas giran dentro de una esfera de rejas. Para no perder el entrenamiento, por si les toca volver. En este rato también se enciende el cartel luminoso que dice Circo Rodas. Aquí, frente al parque Scalabrini Ortiz, aunque no haya función hay muchas ganas de que la gente que pasa recuerde que el circo está vivo. Y que sus artistas esperan el final de esta larga pandemia, para poder volver a actuar.
“Es la vida que conocemos, que nuestros padres nos hicieron conocer desde el momento en el que nacimos. Y así seguirá siendo. Yo, por ejemplo, he sido abuela en la pandemia. El nombre de nuestra compañía nace de la historia, del Coloso de Rodas”, explica María José. La referencia es a una escultura gigantesca, de más de 30 metros, que según la leyenda habían construido los griegos tres siglos antes del nacimiento de Cristo. Para las viejas crónicas bizantinas, el Coloso fue destruido por un terremoto y sólo quedaron de ella los recuerdos. Será por eso, tal vez, que los artistas del Rodas encienden cada noche las luces del circo..
“Acá tenés desde acróbatas, bailarín, mago o payaso, a carpintero, electricista o soldador. Hacemos de todo. Pero nuestra vida es acá, en el carromato, en la carpa, viajando. Lo más difícil te diría, además de lo económico, es el estar quietos y sin actuar. Hemos sufrido ataques de ansiedad, mi hijo se dedicó a hacer fletes acá en Rosario, para tener algún ingreso”, le dice María José a este medio.
Enseguida, comparte su mirada sobre la falta de restricciones a otras actividades: “Cuando dicen que no somos esenciales, pero sí lo es la realización de una misa, nosotros decimos que también crear diversión es esencial. Y en todo caso pensamos que podríamos hacerlo respetando los protocolos, como estábamos haciendo. Acá, la capacidad es para 2 mil personas y cuando volvimos a actuar, lo hacíamos con una capacidad del 30 por ciento, con 600 personas como máximo. Y abrimos con los ruedos de la carpa abiertos, con alcohol en gel al ingreso, distancia entre las burbujas familiares. Y la gente no interactúa entre sí. Esto no es sólo que lo hacíamos con protocolo por respeto al público, también por nosotros mismos y nuestras familias, para no contagiarnos”
En el final, habla de la relación de la ciudad con la actividad circense. “Rosario ama el circo. Y cada vez que venimos a actuar a esta ciudad sentimos ese cariño de la gente. Hay integrantes que son de acá, que siempre que venimos a Rosario se suman, como las bailarinas. Ojalá mejore la situación sanitaria y podamos volver a actuar”.