Los participantes del Laboratorio de colecciones destinado a la indumentaria, un espacio destinado a un público reducido para poder trabajar en detalle con las prendas.

El Museo Histórico Provincial “Dr. Julio Marc” continúa con el programa Laboratorio de colecciones, un serie de encuentros en los que muestra el detrás de escena que implica toda exposición: cómo llegan las piezas, cuáles son las técnicas de catalogación, cuáles las de conservación, como se fueron modificando con los años impactando en el resguardo de las colecciones, entre otros aspectos. En esta oportunidad fue el turno de la colección de indumentaria, una de las más importantes del país. ¿Qué se puede narrar a través de la moda?

“Se trata un poco de mostrar la cocina de lo que sucede en los museos. Cómo trabajamos a puertas cerradas, cómo se está investigando todo el tiempo”, comentó Pablo Montini, director del museo Marc para luego dar paso a las explicaciones de Marcelo Marino, historiador del arte y especialista en historia de la moda. 

A lo largo de dos horas se comentaron atuendos, se contó cómo llegaron y hasta se plantearon dudas sobre algunas piezas y sus usos. Una variada y copiosa colección de atuendos, muchos de ellos de la familia Tonazzi-Rouillón, exponentes destacados de la elite rosarina del siglo XIX y principios del XX, lo permitió.

"Son pocos los museos que eligen sus colecciones, la mayoría las van armando con lo que les llega", aseguró Marino. Ese azar se ve en la variada colección que habita en el museo provincial, como se ve también un equipo dispuesto a hacer a hablar a esas piezas. Una intuición sobre lo que tienen para decir que se confirma en cada exposición de estas características. 

¿Qué nos dice la indumentaria de su tiempo? Si no todo, al menos bastante. Las técnicas de producción, la circulación de las prendas, las influencias de los territorios entre sí, los usos y costumbres de las distintas clases sociales.

El traje del diplomático santafesino. Un traje que se usaba una sóla vez y venía en su valija específica para el traslado en barco. Una parafernalia de la época.

Una falda circular proveniente de la procesión de San Juan de los Lagos, una prenda del folcklore mexicano devenida vestido de fiesta; pedazos de tejidos huari y tiwanaku provenientes de un fardo fúnebre de algún casique; el traje de gala de un diplomático santafesino de principios de siglo XIX. Tiempos, culturas, saqueos, paisajes y geografías. Todo narrado a partir de la moda.

Los vestidos, abrigos, sombreros y carteras expuestos en maniquíes y desplegados en mesas tienen la capacidad de mostraban texturas y colores de otra época. Sin embargo, no pueden dar cuenta de los movimientos, la gestualidad que estaban llamados a vestir. Para eso estaban las cientos de fotografías seleccionadas cuidadosamente y colocadas sobre otra de las mesas. 

Un registro extenso: fotografías publicitarias para revistas de la época, modelos exhibiendo las prendas, los habituales retratos que las casas de fotografías hacían y un álbum nuevamente de la familia Tonazzi, parte de la elite rosarina del siglo pasado, que exhibe los usos de las moda al mejor estilo europeo en la pampa húmeda.  De manera contemporánea en que Balenciaga era tendencia en Europa, en el litoral santafesino se lucían sus diseños. Una elite esponja de lo que sucedía en Europa, con capacidad económica para adquirir las piezas y estilo impecable para lucirlas. 

“Está todo usado perfecto, no hay error” , afirmaba Marino mientras miraba maravillado el álbum de fotos con imágenes de la familia jugando al polo luciendo cuidados conjuntos y tomando mate. Un registro poco habitual y que sólo se podía permitir una familia de clase alta por lo costoso de las fotografías en aquella época. En ese registro, se ve también una tendencia modernista, un uso de los artefactos de registros más cercano a nuestro tiempo que a mediados de siglo.

“Nadie en esa época se sacaba una foto tomando mate”, comentaba Paulina Scheitlin fotógrafa y la encargada de la colección gráfica del Museo Marc. En esas fotos se ven los gestos, se le pone movimiento a las prendas y se aprecian también las ficciones que los atuendos despliegan en su época y casi un siglo después.