Guns en Rosario: a prueba de balas con un Slash inspiradísimo
La masa de fanáticos al pie del escenario saltaba pareja, mostrando un oleaje perfecto, como cuando el viento moldea el río. Cada salto se practicó de manera inconsciente y esperanzada durante los más de 20 años que duró la separación, y este martes en el estadio de Rosario Central los fans explotaron porque las ganas de verlos no las aguantaban más.
Horas y horas de canciones sonando en estos años, dejaron de ser una ilusión cuando sonó It’s so easy. Sin embargo el estallido llegó unas canciones después con Welcome to the jungle y las primeras demostraciones de asombro de Axl Rose por la devolución de un público entusiasta pero no tan ferviente.
El escenario estaba blindado por dos pantallas gigantes en los laterales de excelente nitidez que atraían las miradas, como también una pantalla central detrás de la batería donde se mostraban figuras temáticas interesantes.
Las luces de colores cambiantes sobre la estructura, y los fuegos artificiales en momentos puntuales de las canciones, garantizaron una gran puesta en escena. La esencia estaba ahí, por más que los rostros demostraban una vida intensa y ajetreada, lejos de aquellos rostros juveniles.
De a poco, Axl Rose fue calentando la voz y promediando el recital se logró apreciar, por momentos, aquella garganta del apogeo de los ’90. Por su puesto que los años pasan y naturalmente lo que más se expone al desgaste es la voz. En Patience una tos carrasposa parecía haber traicionado a Axl para parte del público. Pero los aplausos recibidos y una risa cómplice del cantante explican otra cosa. Es que, según los fans, fue un guiño para ellos: de manera irónica en referencia a la letra de la canción, la cual dice "Si tengo que esperarte, te esperaré". Furcio o no, los 23 temas que cantó no se empañaron en dos horas veinte de recital donde se movió, saltó y corrió sin reproches. Hasta tiró el micrófono al público en una de las canciones del comienzo.
Un inefable Slash, oculto tras sus rulos y sus lentes como siempre, se llevó el show. Los mayores aplausos llegaban cuando en las pantallas gigantes se veían sus dedos desencajados sobre el mástil de la guitarra, como en Civil War y Estranged. Hasta se lució con dos covers: Wish you were here, de Pink Floyd, y Speak Softly Love, tema de la película El Padrino.
No hubo muchas aproximaciones amistosas entre Slash y Axl, quizás para mantener viva esa pelea que, al fin y al cabo, es lo que motorizó la vuelta de la banda e incluso le da el título a la gira “Not in this lifetime” (No en esta vida, respuesta de Axl ante la pregunta si algún día habría reencuentro). Por supuesto que ni el más fanático soñaba con un abrazo entre ambos, pero sí algún gesto que finalmente llegó cuando Axl se sentó al lado de Slash y le apoyó la espalda, reavivando los gritos del público. Quizás respondía más a la obviedad del espectáculo que a un gesto genuino, y choca más aún con el “Not in this lifetime”.
Cerca del final, las cámaras enfocaron la manos sobre el piano de Axl con anillos desbordados de brillantes, para dar inicio a la canción más esperada: November Rain. Una versión prolongada y más que aplaudida por todo el estadio. El final llegó con Paradise City como para terminar el show bien arriba. Cada uno de los espectadores dará su veredicto, más pasional el fan, o más críticos otros. Lo cierto es que los Guns demostraron vigencia en el escenario: a prueba de balas.