¿Qué sombra extraña te ocultó de mi guiño
Que nunca oíste la hojarasca crepitar? 

Los libros de la buena memoria (Luis Alberto Spinetta / Invisible)

Con la sanción definitiva de la ley Bases en la Cámara de Diputados en la mano y levantada como trofeo, Javier Milei avisó rápidamente que pone en marcha la segunda y más radical fase de su gestión, en un panorama más que incierto con la economía en tensión y una recesión que no tiene porlo pronto fecha de salida. 

El propio Presidente dijo que “se está saliendo del piso”, pero que no es futurólogo para decir cuándo rebotará porque es liberal.  

¿Qué significa esta segunda etapa luego de seis meses de pedalear una ley? Es la institucionalización del ajuste que aparentemente recién comienza para pasar a una fase de evolución, de evolución del rigor.

Según Milei, la consolidación fiscal está en marcha: pasó la etapa de déficit cero y se viene la de emisión cero, la fase de cambio de régimen monetario. No emitirá un solo peso más con los costos que eso arrastra. Moralinas de lado, parece decir. Luego, “la etapa tres es crecer fuertemente”. De nuevo, ver para creer, creer para esperar. 

“Se vienen reformas estructurales” con el ingreso en la próxima semana de Federico Sturzenegger. “Lo primero que sacamos será la Ley de Hojarasca, como la llama él, que son regulaciones que entorpecen el funcionamiento económico. Son 100 leyes que se eliminan pero que implica reformas estructurales”. 

De nuevo el tijeretazo. Pero no sólo eso, el modelo finalmente saldrá de su cascarón despojado de mucha “hojarasca” y evidenciará su signo más crudo con mayor complejidad. El riesgo es que de ese huevo no salga un nuevo modelo sino una serpiente. 

“La reforma es cinco veces más grande que la que hizo Menem. Si a eso le sumamos el DNU, Argentina pone en marcha 800 reformas estructurales. En términos de libertad económica escala 90 puestos y empieza a parecerse a Alemania, Francia e Italia. Podemos cuadruplicar nuestro PBI per cápita”, soñó el presidente en una entrevista en LN+ a horas de aprobada la ley Bases.

Hay un punto que ya se discutió hasta el hartazgo en estos seis meses pero que ahora se empezará a ver su verdadera dimensión de la mano del envalentonamiento que demuestra en esta etapa Milei: la delegación de facultades. 

Las finalidades van en línea con todo el proceso vertiginoso que augura el Presidente: "Reducir el sobredimensionamiento de la estructura estatal a fin de disminuir el déficit"; "mejorar el funcionamiento del Estado para lograr una gestión pública transparente, ágil, eficiente, eficaz”; y "asegurar el efectivo control interno de la administración pública nacional con el objeto de garantizar la transparencia en la administración de las finanzas públicas". 

Las delegaciones legislativas finalmente serán por sólo un año y no por la totalidad del mandato como se quería en principio. Esto tiene un doble filo: menos tiempo, pero con un uso más potente y quizás más arbitrario, algo que en esencia es. 

Ahora bien, con esas facultades tiene mucho poder de fuego dicen los especialistas constitucionales, o mejor dicho, poder de tijera para limpiar la hojarasca del Estado. El riesgo es  que puede ser al revés y dejar al Estado como simple hojarasca.