“La gente está en una fiesta”, dicen los analistas políticos. Unos para ensalzar la gestión del gobierno de Javier Milei y otros para deprimirse porque ven que hay mucho hilo en el carretel libertario. Lo que sí está claro que no es La fiesta de todos, como en la película de Sergio Renan sobre el Mundial 78. El gobierno nacional armó el arbolito navideño con datos del Indec, que brillan colgados para quien quiera verlos, pero abajo en el pesebre José -que es un obrero- no tiene por qué sonreír. 

Mientras el presidente felicita por redes sociales a una de sus ministras preferidas, Sandra Pettovello porque según él bajó 14 puntos la pobreza en el último trimestre del año; los datos de empleo continúan mostrando resultados negativos. Se perdieron 129.780 puestos de trabajo privados, que se suman a los 38.609 perdidos en el ámbito público, totalizando 168.389 puestos menos que en noviembre de 2023. Los despidos abarcan a todos los rubros: en Cargill y en Aceitera General Deheza (de los sectores más competitivos de la Argentina), en Danica, Dow y Canale por cierre, en Mirgor, en Topper, en Ledesma. Ello se suma a las suspensiones, entre las que se destacan las 700 en la acería de Acindar. 

Pero el gobierno elige ver que la actividad económica creció en octubre 0,6% intermensual en su medición desestacionalizada, acortando así las diferencias con 2023. La caída interanual fue de 0,7% y acumula en lo que va de 2024 una variación  de -2,7% (indicador que en marzo se ubicaba en -5,2%), según el informe de Carolina Berardi en eldiarioar.

El agro encabeza el rendimiento en el marco de la recuperación post sequía con un crecimiento de 36,7% acumulado en los primeros diez meses del año (de hecho, si quitamos este factor de la ecuación, la economía argentina de 2024 se ubica en un nivel 4,9% menor a 2023); le sigue la explotación minera e hidrocarburífera con un incremento de 7,2% acumulado, encadenando 43 meses seguidos de crecimiento interanual.

Pero el dato absolutamente determinante de este cierre de año es la reducción sostenida de la inflación. Sin eso, no habría dónde anclar el relato por más mandobles contra “la casta” que se repitan en el discurso público.

El gobierno parece haber logrado en el fin de año una pax social inusual para una administración no peronista. “Que la calle no sea hoy una amenaza para la estabilidad de una gestión explica mucho del cambio de época; habla de una sociedad lastimada, con pocas ganas de guerrear, que apenas cobija la expectativa de mejorar su situación económica. No quiere batallas épicas, sólo llegar a fin de mes”, dijo en off un experimentado gestor de la política nacional.

Y se vio en Capital Federal y en Rosario el viernes que pasó. La marcha por los 23 años del Argentinazo donde las revueltas tumbaron al gobierno de Fernando De la Rúa con el saldo de más de una treintena de muertos; apenas fue nutrida por organizaciones sociales y políticas altamente ideologizadas y sin presencia gremial.

Durante este año, Milei ejecutó por un lado el protocolo antipiquetes de Patricia Bullrich para mostrar que no le iba a regalar la gestión de la calle a nadie; y por el otro quebró a los dirigentes sociales con la desintermediación de los planes. También fue clave el aumento constante de las partidas para asistencia alimentaria en CBA y Amba. El clásico látigo y billetera para dominar. 

También, el gobierno movió los hilos en silencio para evitar cualquier indicio de alteración del clima navideño. Por eso apenas percibió que el dólar abandonaba su suave descenso de los últimos meses, dispuso una intervención en las cotizaciones financieras que, según los analistas, superó los US$200 millones.